El análisis del discurso gubernamental a veces obliga a recurrir a la paleontología, cosa requerida ahora que México sufre una temporada de apagones y las explicaciones del gobierno de Andrés Manuel López Obrador reeditan las que en su momento esgrimió José López Portillo (JLP). Y no se trata solo de Manuel Bartlett, sino que es dinosáurico el discurso que se emite desde Palacio Nacional.
Con los de fines de 2020 y los que van este año, la presente temporada de apagones abarca lo que va del sexenio de la 4T, pues se acumulan 9 de gran magnitud: en marzo de 2019 Yucatán sufrió un apagón, su causa se atribuyó a la quema de un cañaveral. El 5 y el 22 de abril, nuevas suspensiones afectaron a la península yucateca. En julio del mismo año un apagón ocurrió en Baja California Sur y el 2 de septiembre otro afectó a Mexicali y sus alrededores. En octubre tocó el turno a la región de El Bajío y, para completar la novena, siguieron los más recientes en zonas de toda la República.
A los jóvenes hay que decirles que JLP fue un presidente cuyo sexenio (1976-1982) se caracterizó por el despilfarro y la excentricidad. Hablando de apagones es pertinente la remembranza, pues su gobierno atribuyó la causa de los apagones de junio-agosto de 1980 a la sequía. En su Cuarto Informe, el entonces presidente López Portillo dijo que en ese año “hubo un prolongado estiaje, que tuvo consecuencias dramáticas en las cuencas hidrológicas del país. Un problema desencadenó el otro y todos en su conjunto crearon la crisis”. Una fatalidad natural pues, nada de incompetencia, irresponsabilidad o falta de previsión de los directivos del gobierno. El Congreso de la Unión, dominado por una mayoría aplaudidora, ovacionó esa explicación.
Con relación al apagón del 28 de diciembre de 2020, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) afirmó, en forma sorprendentemente similar, que “un incendio fortuito en un pastizal ubicado en Tamaulipas fue el evento que provocó una serie de cortes de luz registrada en varias partes del país” (en realidad fueron afectados 29 de los 32 estados). Para probarlo, presentó un reporte de protección civil que luego se supo era falso. Las mismas autoridades atribuyeron los apagones de febrero a las nevadas que cayeron en Texas: dijeron que el fenómeno meteorológico congeló los gasoductos que alimentan a los generadores de la CFE. Sin menoscabo de tal explicación, se añadió un componente de politiquería para denunciar a los “neoliberales del antiguo régimen” y hasta a las energías renovables.
Igual son similares las medidas de suspensión del servicio eléctrico en los dos momentos y la recurrencia a juegos de palabras para referirse a ellas: JLP las llamó “restricciones” y decía que eran para “estabilizar el sistema eléctrico nacional”. AMLO también evita llamarles apagones, las bautizó como “cortes programados y aleatorios” y arguye que “dicho programa se aplica para no afectar a todos los usuarios del país”.
Como se ve, las similitudes entre las posturas gubernamentales mencionadas van más allá de los apellidos de los presidentes en turno (López Portillo antaño, López Obrador ahora), pues ambas administraciones achacaron la causa de los apagones a imponderables de la naturaleza. Igualmente, sus explicaciones eluden la responsabilidad de las autoridades, al grado de que el salinista que en la actualidad dirige la CFE afirmó, casi con júbilo, que la reciente tanda de apagones “pudo haber sido un desastre, pero fue una hazaña”. Igual que antes, la mayoría aplaudidora del Congreso de la Unión lo ovaciona.
Cincelada: El TEPJF dio un golpe a la democracia que podría ser letal. En defensa de la Constitución, debe prohibir el proselitismo presidencial en su sentencia de fondo.