Bajo la idea de que la mejor política exterior es la política interior, el Presidente se plantó ante la ONU para ponderar lo que han sido sus tres primeros años de gobierno, al tiempo que hizo una serie de propuestas, las cuales rondan los terrenos del voluntarismo.
López Obrador tendrá sus razones para no acudir a reuniones internacionales de enorme importancia que está visto que tarde que temprano nos afectarán. El encuentro de la COP26 en Glasgow y el del G20 en Roma fueron oportunidades importantes, no solamente para hablar sobre sus planteamientos y políticas ante los problemas del desigual mundo, sino también para tratar de influir en elementos que él particularmente considera prioritarios.
En los primeros reportes de la COP26 hay evidencia de que nuestro país está jugando un papel menos relevante en defensa del medio ambiente. El tema de las energías fósiles nos ha venido atrapando ante las críticas de influyentes y reconocidas organizaciones defensoras del medio ambiente, debido a que no encuentran indicios de que estemos entrando en un auténtico proceso de transformación con rumbo a las energías limpias.
Habrá que ver qué sucede esta semana, cuando participe la titular del ramo en Glasgow, y más con las críticas que han surgido estos días en donde declararon al país “fósil del día”. Los reportes sobre la primera participación de María Luisa Albores merecieron la crítica de las y los legisladores mexicanos de oposición asistentes a la cumbre.
En medio de las reuniones de la ONU, COP26 y G20 es importante preguntarnos qué tanto las cosas han estado cambiando en el país. El Presidente da por sentado que muchas de sus políticas están a nada de ser consolidadas o ya están consolidadas.
Sin embargo, la terca realidad no deja de aparecerse. El tema toral de la corrupción no ha alcanzado a entrar en una dinámica distinta, ha sido muy a contracorriente para el Presidente.
La voluntad del mandatario tiende en ocasiones a ser rebasada por circunstancias en las cuales paradójicamente está involucrado. El caso de sus hermanos merecería la mayor de las atenciones por parte del Presidente, lo cual sería una prueba de su abierta voluntad por atacar el gran problema de la corrupción aplicando aquello el “caiga quien caiga”.
No solamente se trata de este caso. Hay otros que van más allá del ámbito presidencial y que al final lo colocan en circunstancias adversas. Entre que la corrupción pasa por formas de actuar, formas de vida y que se han ido enquistando en el proceso de transformación al que aspira, el Presidente encuentra en la cotidianidad del país diques por doquier.
A esto se suma que no necesariamente en su entorno y en su equipo entienden la relevancia que tiene actuar y ser de manera diferente en el ejercicio del poder.
Si bien no tiene sentido soslayar la relevancia que tuvo la participación del Presidente ante el Consejo de Seguridad de la ONU, lo idóneo hubiera sido que participara en la Asamblea General de las Naciones Unidas, su mensaje seguramente repercutiría porque se refirió al tema brutal de la desigualdad y la pobreza.
La importancia de haberlo hecho ante la Asamblea hubiera sido que su público fuera el de los presidentes del mundo, lo que habría provocado muy probablemente un efecto expansivo, en todos los sentidos, de su discurso.
El gobierno no deja de enfrentar la terca realidad, la corrupción que a veces lo rodea y la necesidad de ofrecer resultados pensando en el aquí y ahora, y en el 2024.
Por lo pronto, el Presidente va a tener que volver a salir, ahora a la Casa Blanca el 15 de noviembre, es un viaje entre obligado y necesario.
RESQUICIOS
El Presidente sabía de la boda, hasta fue invitado, y de seguro le informaron a detalle cómo sería. Lo que pasó fue una comedia de errores, horrores y filtraciones, en donde más de alguno trató de sacar raja a su cuenta con un desenlace lamentable para un hombre que estaba haciendo bien su chamba.
Este artículo fue publicado en La Razón el 10 de noviembre de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.