En la agenda de Enrique Peña Nieto, la sucesión es una prioridad, que arranca con el refrendo de la mayoría legislativa de sus aliados y una oposición dividida.
Es significativa la doble acepción de la palabra urna: arca para depositar votaciones secretas, y también ataúd para enterrar cadáveres. La elección, como toda competencia incierta, dejó ganadores y perdedores; ahora abrió paso ya a los adelantados hacia 2018. Los siguientes tres años, el país pasará por el tamiz de la sucesión de Peña Nieto, con el costo habitual de las campañas anticipadas sobre las decisiones sustantivas de futuro.
Pero es difícil evadir la siguiente partida, que es una nueva oportunidad para los derrotados de hoy y una próxima prueba para los vencedores. La sucesión en la agenda de Peña Nieto es una prioridad de la segunda mitad del mandato, que arranca con el refrendo de la mayoría legislativa de sus aliados en el Congreso y una oposición dividida, como reflejan las pugnas internas de los destapes en el PAN y en el gobierno del DF.
La esposa del expresidente Calderón, Margarita Zavala, es de quienes piensan que no hay tiempo que perder para proyectar su candidatura. Antes se conoció su interés por la dirigencia del PAN, pero quizá no le salieron las cuentas y prefirió una huida hacia adelante. Pero ni los más cercanos a su grupo en el Senado la recibieron bien, porque profundizaría las “tensiones” en el partido, además de que está ya cerca de otra opción, el gobernador de Puebla, Moreno Valle.
Las rupturas internas son contundentes en el PRD, el partido más castigado después del PT, que perdió el registro. Miguel Ángel Mancera, en un arrebato de optimismo, ofreció ir al 2018 si la “gente lo pide”, aunque nadie en el PRD -que lo llevó al poder- crea que tenga posibilidad quien perdió el DF en las urnas. Él advierte que puede ir como independiente, aprovechando la figura que en esta elección puso fin al monopolio de la representación política de los partidos con el triunfo de El Bronco. Otro, naturalmente, apuntado por su triunfo en Nuevo León.
Pero los “destapados” en el PAN y el PRD parecen fuego fatuo, aunque se escriban ríos de tinta y sirvan para las cábalas. Porque el perfil y la estrategia de las candidaturas hacia 2018 pasarán por las coordenadas del debate entre el regreso del populismo y el neoliberalismo autoritario, que protagonizarán Morena y el PRI. Ambos, ganadores en las urnas, establecerán también las referencias para las coaliciones por la recomposición de las fuerzas políticas. La discusión entre los dos proyectos, sin programa alternativo, será el eje de las alianzas del PAN y del PRD, porque saben que solos no podrán derrotar al PRI y sus aliados.
López Obrador continuará con la fórmula que proyectó a Morena en las urnas como “auténtica oposición de izquierda”, que en el discurso se diferencia del PRD por su lejanía respecto a la colaboración con el poder de los tecnócratas neoliberales y de corruptos responsables de destruir y vender al país en las últimas décadas. Sostendrá una campaña de contraste en la forma de gobernar respecto de Peña Nieto, que arrancó ya con la idea de donar 50% del dinero de Morena a la educación. Al PRD y al gobierno del DF ni lo voltea a mirar, la estrategia es la interlocución con el Presidente.
El PRI tendrá difícil enfrentar el discurso antineoliberal sin el beneficio de las reformas y crecimientos mediocres. Con presupuestos exiguos, como el “base cero” para 2016, que acotarían el gasto público para hacer política y deberían obligar al surgimiento de nuevos liderazgos. El camino para construir nuevos perfiles de gobierno y liderazgo desde los estados se truncó en las urnas con la derrota de Rodrigo Medina y Roberto Loyola. Por eso, los aspirantes dentro de su gabinete permanecen agazapados en las tareas de gobierno, con la idea de demostrar, con resultados, sus aptitudes. Aunque primero se deberá ver quién sobrevive a los cambios en el gabinete.
Este artículo fue publicado en Excelsior el 18 de Junio de 2015, agradecemos a José Buendía Hegewisch su autorización para publicarlo en nuestra página