febrero 23, 2025

Del Imperio a la República. Decima quinta parte

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Hace 200 años que se reinstaló este Congreso Constituyente, después de pasar algunos tragos amargos en su corta vida política. Ciertamente es el bicentenario de su renacimiento, pero también el de su ocaso y fallecimiento. Aunque el emperador en su temprana vida decretó su deceso, éste finalmente resultó ser temporal, pues el desenlace de los acontecimientos político militares que provocó esta mala decisión imperial, a la manera de una expresión religiosa, le dijeron al Congreso: “levántate y anda”. Y se levantó y enjuició a quien le había quitado la vida, condenándolo a la pena capital política. Su sepulturero pronto habría de pagar caro su atrevimiento, y de nada le valieron las disculpas que le ofreció al Congreso reinstalado, porque este Organo Constituyente sí lo mató políticamente de a deveras, y lo enterró a él y al Imperio para siempre. 

Si bien es cierto que este órgano no cumplió la misión para la que fue concebido, que era crear la primera Constitución del país; sí le tocó desempeñar un papel trascendente que no estaba originalmente contemplado en su script: eliminar al Imperio. Pero dada la atmosfera política nada halagüeña que se había prohijado en contra del propio Congreso, esta Asamblea Constituyente también tomó la decisión de mejor dar por terminada su presencia en esta nueva arena política, dándole vuelta a la página, al inscribir la suya misma, a fin de allanar, con nuevas instituciones, el camino a una nueva etapa del país: La República. 

Vale mencionar que este Congreso Constituyente tiene algunas singularidades, pues es el único en cuyas sesiones elige y toma posesión un gobernante, y tiempo después lo desconoce y anula el nombramiento que le había concedido, designando en su ligar un gobierno provisional con la fórmula de un triunvirato, perfilando una figura distinta en la forma de Estado. En este caso, se trataba de un emperador cuya designación era de por vida; no interino, no provisional, ni sustituto, pues se trataba de un título nobiliario monárquico. Es el único Congreso Constituyente que ha sido dado de baja por parte del gobernante que él mismo eligió y que después éste lo revive; así como que, al verse impotente para cumplir con su función, determina su propia defunción para dar paso a un nuevo Constituyente. También es el único Congreso que nació con esencia imperial y terminó con aroma republicano. De igual manera, es el único Congreso que ni siquiera alcanzó a elaborar formalmente un proyecto de Constitución. 

Sobre este tramo de transición entre Congreso y Congreso, para dar paso a la instalación del nuevo Constituyente de 1823-1824, José Luis Soberanes Fernández, apunta en su estudio El primer Congreso Constituyente mexicano”, que el jueves 30 de octubre de 1823, por la mañana, se celebró la última reunión del expresado Congreso Constituyente, y por la tarde, la primera reunión preparatoria del Segundo Congreso de esta misma categoría.

Sobre este último acto de dicho Congreso, el autor citado deja la pluma en manos de Carlos María de Bustamante, quien en su “Diario de las ocurrencias principales de México”, correspondiente al 30 de octubre de 1823, escribe la crónica del último respiro; el del momento de la solemne clausura de sus sesiones y el ambiente de nostalgia que embargaba a estos constituyentes, narrándola en los siguientes términos:  

“Entonces el señor presidente Tagle se puso de pie y con voz enérgica y majestuosa dijo ‘El primer soberano Congreso Mexicano ha cerrado sus sesiones hoy 30 de octubre de 1823’. Inmediatamente quedó disuelta tan ilustre asamblea, pero dejando en todos los circunstantes una impresión profunda, mezcla de pesar y satisfacción, que no es dado a mi pluma expresar.”

“Hace un año que se trazó el decreto de su disolución por Iturbide dentro de diez minutos, decreto bárbaro y digno de tal califa; cumplióse sí, se cumplió, pero de los fragmentos y ruinas de tan augusto cuerpo se formó otro edificio; de sus miembros errantes se suscitaron vengadores de sus agravios; que dentro de cinco meses lo reorganizaron y lanzaron de nuestro seno a monstruo tan despiadado…”

Iturbide formalmente destruyó y desapareció al Congreso; ese fue su firme deseo y decisión, y en ese momento como tampoco meses después no pasó por su cabeza revivirlo, ya que su plan era crear uno nuevo. Sin embargo, contra su pesar lo revivió ante la exigencia de la revolución triunfante del Plan de Veracruz. Luego entonces, como primigeniamente no estaba previsto este escenario por parte de Iturbide, como tampoco el Congreso se imaginó que solo quedaría en una especie de vida vegetativa o latente, podríamos decir que en este lapso este Constituyente estuvo en un estado cataléptico, que en la prosa narrativa de Edgar Alan Poe en algunos de sus cuentos lo describe como una “enfermedad que produce una cesación completa, aparentemente, de las funciones vitales”, muy parecida a la muerte.  

Este primer Congreso Constituyente del país, después de su viacrucis, finalmente dió por clausuradas sus sesiones y cerró sus puertas ese 30 de octubre de 1823, ahora sí sin retorno, sino para siempre. Se cerró una pueta y se abrió otra en la historia de México, así como en la parlamentaria constituyente, lo cual significó un verdadero parte aguas, ya que vino a revelarse, apenas dos años después de su independencia, en la primera gran transformación del país, consistente, en este caso, en el único cambio en la forma de Estado que ha tenido en sus registros desde que vio por primera vez la luz como país independiente: de un Estado imperial a un Estado republicano. 

3 – noviembre – 2023

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