Morena ha vencido en general a la oposición partidista. No ha vencido a la oposición civil, ni a los abstencionistas. Y ha vencido a dicha oposición tanto en elecciones como antes de ellas: cooptándola, comprándola en partes, sumándosela, restándole… Compraventa de políticos “opositores”. La de los obradoristas es una mayoría político-electoral. La de los que no votan –con todos los tipos de no voto que hay- es la verdadera y más grande mayoría social en México. Y la de quienes no votan porque se abstienen de hacerlo –pueden votar pero por diversas causas deciden no hacerlo- es la mayoría ciudadana. De hecho, son más los que por abstención no votaron que los que votaron por Morena y Sheinbaum en 2024: casi 40 millones contra casi 36. El partido oficial está arrasando electoralmente pero en medio del abstencionismo y la abstención. No ha logrado que los abstencionistas dejen de serlo (para votar a su favor). Es decir, Morena tiene demasiado poder y más apoyos que cualquier otra fuerza partidista pero no tanto apoyo social y ciudadano como los obradoristas dicen tener. Es falso que tenga el apoyo cabal de la mayoría de (sin más etiquetas) mexicanos. Su poder es político-estatal, es decir, de Estado y dentro del Estado, más que social y dentro de la sociedad. Y apoyo social no puede ser idéntico a abstención. La abstención puede ser muchas otras cosas distintas de apoyo tácito y/o indirecto, que son unas de sus muchas caras; también puede ser castigo, rechazo, hartazgo, decepción, así como desinterés o simple resignación. No todos los abstencionistas aprueban pasivamente a Morena.
Así, por no tener el poder social ni ciudadano en el grado que juran tener, y por tener un proyecto de hegemonía partidista, Morena y el obradorismo han necesitado sobrerepresentarse en el congreso federal. Lo que podían hacer e hicieron comprando votos, y con ese poder “artificial” han aumentado su poder. Poder artificial (el de la sobrerepresentación) en cuanto al origen electoral porque no tiene correspondencia con sus votos; en lo demás poder real pero no el poder de “el pueblo” sino “palaciego”. Por lo mismo, algunos hablan erróneamente de las victorias electorales de Morena, exagerándolas, como si no ocurrieran bajo la capa mayor de abstencionismo-abstención y sí, además, bajo la democracia ejemplar, sin compra de votos, sin trampas y con limpieza e integridad. Las elecciones democráticas no existen más en este país.
El sistema electoral que las hacía ya no existe. ¿Ya no es el mismo INE, ya no son las mismas circunstancias del Instituto? No. ¿Ya no son las mismas reglas? Tampoco. ¿Ya empezaron a cambiar? Sí. ¿Cuándo se va a entender que la reforma judicial de AMLO no es solamente la destrucción de la Suprema Corte, la subordinación del poder Judicial y la cancelación de todo proyecto de Estado de Derecho? También es el establecimiento de unas elecciones autoritarias, controladas de principio a fin por un partido. Las nuevas elecciones judiciales son el modelo para las no judiciales. Éstas se ajustarán a la esencia de aquéllas. De eso trata la reforma electoral que viene. ¿Puede ganar, entonces, la oposición partidista y civil en 2027 y 2030? Imposible no es, pero es sistémicamente improbable. Altamente improbable. No por el enorme, absoluto e incontestable poder social democrático detrás de Morena, porque ese poder no existe, sino porque su poder político-estatal es mucho más grande que el de cualquier otro partido, casi total, y porque ese poder está protegido legalmente por las reformas que el obradorismo ha hecho y hará con él, con ese poder, por ese poder, para ese poder. El sistema político-institucional del Estado está bajo control obradorista. Ya no hay democracia que salvar, tampoco hay una dictadura típica: autoritarismo electoral es lo que ha regresado a México.
En ese contexto, ¿qué puede hacer la oposición de partidos? Dejó pasar o no creó la oportunidad de hacer un nuevo partido de convergencia; está perdiendo la de atraer a más ciudadanos electores –independientes e indecisos- al no cambiar su discurso y proyecto económicos hacia algo más igualitario/menos injusto. Recuerde que las elecciones no van a desaparecer, ni se borrará el derecho a votar, sino que la esencia de las elecciones seguirá transformándose para evitar casi todas las consecuencias democráticas del derecho al voto; en esa cancha, no en la imaginación de nadie, es donde la oposición tendría que mejorar y afinar más su juego… si no se resigna de una vez a ser un grupo de partidos de nicho. En fin, los partidos opositores no deberían dejar pasar la oportunidad de aprender de las elecciones federales de 1940 y 1946, incluso de 1952. Cuando dicen “estamos en otras circunstancias”, “totalmente diferentes a las de esos años”, quienes lo dicen demuestran que no tienen claridad ni sobre las circunstancias actuales ni sobre las pasadas. Estamos viviendo una época de repeticiones históricas, de regresos, de reediciones, nacional e internacionalmente, sin llegar a lo idéntico. Hay diferencias, PERO hay similitudes. Y relevantes. Por ejemplo, la elección de 1940 es distinta de la de 2024 porque AMLO no es otro Lázaro Cárdenas (el presidente saliente) y Claudia Sheinbaum no es otro Manuel Ávila Camacho (el presidente entrante), PERO tanto en 1940 como para 2027 y 2030 –si nada mayor cambia- tenemos el enfrentamiento de alguna coalición opositora no izquierdista, por un lado, y un partido oficial que está alejándose más de la izquierda rumbo a la hegemonía, por el otro. Asimismo, a la elección del 46 el PRI llegó tras una reforma electoral a su favor, autoritaria, centralizadora y consolidante, que es como Morena planea llegar a las elecciones de 27 y 30: después de su reforma electoral autoritaria, la de la comisión del gourmet estalinista aliado al viejo nuevo PRI, Pablo Gómez. Bien haría la oposición toda, civil y partidista, en estudiar esas elecciones pasadas, elecciones de derrota opositora: después de todo son, en tipo, como las que tenemos enfrente. Elecciones no democráticas. ¿Podrá esta oposición cambiar la Historia? ¿Podrán todos los opositores romper sus propias inercias para luego romper las del nuevo régimen?

