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Por su relevancia demográfica, económica y social, la próxima elección en el Estado de México permitirá a expertos y ciudadanos constatar las verdaderas capacidades políticas y el respaldo con el que cuentan las dos expresiones en disputa. 

Por ello quisiera dedicar algunas líneas a reflexionar sobre la idea, a mi juicio un tanto temeraria, de que se puede anticipar o dar por descontado un resultado electoral a partir de algunos estudios o encuestas. 

Esas predicciones, cuando faltan todavía algunas semanas para la jornada o cuando las campañas no han desplegado sus principales estrategias, carecen de seriedad, de rigor profesional y pueden ser altamente imprecisas. Hoy, claramente, no hay nada para nadie y la elección no está decidida.

Desde hace al menos 10 años, en México las encuestas han dejado de ser un instrumento de medición que facilita la evaluación del esfuerzo político y se han convertido más en un arma de propaganda que busca influir en la percepción y ánimo de los electores.

Con esa estrategia, Morena ha tratado de fijar la idea de un triunfo inevitable en la entidad más poblada del país. Su propósito es claro: dejar establecida de forma anticipada su victoria en la mente de los ciudadanos, desmotivando su asistencia y participación el día de los comicios. 

Es una trampa. Primero, porque, por sus características, esta elección de gobernador es distinta a todas las anteriores. Nunca se había presentado una contienda entre sólo dos bloques de partidos y, además, entre dos mujeres tan distintas como protagonistas de la contienda. No habrá terceras vías. No habrá otros partidos nacionales o locales que ofrezcan salida a los votos indecisos o decepcionados. Hay únicamente dos bloques. Votas por uno, por el otro o de plano te abstienes. La elección es de suma cero: lo que gane un lado, lo perderá el otro. 

Segundo, porque no puede saberse el grado de participación ciudadana que tendrá esta elección. No hay precedentes análogos. Mientras en elecciones locales anteriores ha participado menos de la mitad del electorado (42 por ciento con Enrique Peña Nieto y 46 por ciento con Eruviel Ávila), en la presidencial del 2018, que es en muchos sentidos atípica, estuvo cerca del 70 por ciento.

Cuando la participación es alta, es probable que exista una expresión mayoritaria de castigo hacia uno de los participantes. Hay una emoción que concita a la activación y movilización ciudadana. Es todavía muy pronto para establecer a cuál de los gobiernos, local o federal, castigarían hoy los votantes mexiquenses con mayor severidad.

Asimismo, en la elección local del 2021 hubo una correlación directa entre participación y votos: a mayor participación, más votos a favor de la coalición Va por México. En cambio, cuando la participación es baja y falta interés de los ciudadanos por ir a votar, la movilización de Morena es más efectiva, pues se conforma con la popularidad del presidente. 

Así, si esta elección resulta ser muy concurrida, Morena sólo alcanzará su techo máximo de aproximadamente tres millones de votos, mientras que la coalición Va por México se quedará con la mayor parte restante. La verdad es que Morena no ha alcanzado esos tres millones de votos en las elecciones más recientes: en la elección federal del 2021 obtuvo 2.5 millones, mientras que en la revocación de mandato de 2022 —que el presidente impulsó entre su base electoral— solamente obtuvo 1.7 millones.

El padrón electoral del Estado de México es de 12.6 millones de electores y se espera una participación mínima de 56 por ciento, es decir, unos 3.51 millones de votos, los que Morena nunca ha alcanzado excepto en la elección presidencial, que no se repetirá en este año. En pocas palabras, a Morena le faltan más o menos un millón de votos para llevarse el Estado de México.

La pregunta relevante aquí es de dónde los obtendrá. ¿De las clases medias? Difícil, pues hasta hoy, han decidido contener y controlar a Morena y al presidente. ¿De segmentos en condición de pobreza? Es posible que ya los tengan en sus padrones. Además, las cifras de participación en adultos mayores, una clientela muy favorecida por el régimen federal, muestran un alto grado de abstención. ¿Saldrán a votar en las cantidades requeridas por Morena? 

Ahora, es cierto que la coalición Va por México requiere la misma cifra para triunfar, pero a juzgar por sus casi 3 millones de votos obtenidos en la elección del 2021, está más cerca de alcanzarla, sobre todo con las clases medias más proclives a ella. Además, cuenta con cuatro recuadros en la boleta para amortiguar un posible desencanto con el PRI.

Por otro lado, el desempeño del gobierno federal ha dejado huella en muchos segmentos de la población, lastimados por los fracasos de las políticas del presidente, y pueden representar un lastre para la candidatura de Delfina Gómez. Los temas de seguridad, salud, corrupción, feminismo, falta de apoyos a las microempresas y los discursos de descalificación a clases medias han agraviado sectores que probablemente se expresen en sufragios contra la permanencia de ese gobierno.

En este análisis desde luego no pueden dejarse de lado tampoco los bajos niveles de aceptación del gobernador Alfredo del Mazo, que rozan el 40 por ciento. La pregunta que vuela en el aire es, otra vez, a quién castigará más el voto de los electores: ¿al gobierno estatal o al federal?

En otro orden de ideas, y como se ve al arranque de las campañas, hay una clara intención de la candidata Alejandra del Moral de recurrir a nuevas audiencias, a otros públicos y a abordar otras clientelas. A la candidata de Morena, en cambio, se le ve cómoda con su público cautivo, movilizado por la estructura de los Siervos de la Nación. No es previsible que intente entrar en públicos de clases medias, con estudiantes en universidades, con empresarios en zonas residenciales y, en general, con públicos distintos a los que les habla el presidente. La consecuencia de limitar su presencia a foros o espacios donde solamente acude su base, es que la campaña tendrá rendimientos marginales en esos segmentos y limitará la posibilidad de crecimiento que requiere para alcanzar la cifra mágica de 3.51 millones.

Si bien no han aparecido campañas negras de ninguno de los dos lados, es claro que la candidata de Morena carga un peso muy negativo por sus escándalos de corrupción en el Ayuntamiento de Texcoco y en la Secretaría de Educación Pública. De la candidata Del Moral no se ha mostrado hasta ahora algo semejante en su historial. Aquí habrá que especular si el elector ya dio por descontado el tema de corrupción y delitos electorales que arrastra la candidata de Morena, o es un pasivo que le puede costar más en las semanas por venir. De cualquier modo, los dos debates previstos en el calendario electoral serán una interesante oportunidad para que el electorado compare los muy distintos perfiles de ambas candidatas.

Otro factor considerable será la cercanía de los municipios metropolitanos del Estado de México con la Ciudad de México, donde el mal desempeño de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, puede influir. Así como la CDMX está dividida a la mitad entre votos aliancistas en el poniente y morenistas en el oriente, en el Edomex la Alianza domina en el poniente —el famoso “corredor azul”— y Morena en el oriente, en los municipios más poblados. Es previsible que ese comportamiento se repita y que Sheinbaum entre en la ecuación. 

Finalmente, esta elección será también oportunidad para premiar o castigar administraciones municipales de ambos lados. Es claro que el desgaste de los gobiernos municipales también influye en el ánimo ciudadano, y ninguna de las dos fuerzas que compiten pueden presumir de grandes resultados en un contexto de municipios pobres, con pocas capacidades de ejecución y muy proclives a prácticas de corrupción. Así, tampoco se puede asegurar un triunfo de la Alianza. Mas bien se trata de considerar que la sociedad mexiquense, igual que la del país entero, está dividida en dos polos. No idénticos en tamaño, pero ciertamente semejantes, donde muchas variables —incluidos votantes indecisos, primerizos y tradicionalmente ausentes— determinarán quién ocupará la oficina principal en el Palacio de Gobierno en Toluca. Sin embargo, hasta ahora la victoria de Delfina Gómez no sólo no es inevitable: acaso es improbable.

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