Le vendría bien al Presidente hacer un alto. En medio de las prisas en las que vive empiezan a aparecer problemas con el ejercicio del poder y la forma en que su equipo interpreta sus decisiones.
Al contacto que cotidianamente tiene con la gente y la saludable práctica de informar sería útil, en muchos sentidos, revisar de manera detallada qué hace su equipo y cómo lo interpretan.
Es probable que el Presidente esté dando indicaciones, las cuales no necesariamente se cumplen. Presumimos que supone que lo que decide, se hace de manera puntual. Si asegura que se han entregado 11 millones de becas, no tendría por qué no creer que así fue; el gran problema está en si su equipo tiene la capacidad de poder entregarlas.
Hemos insistido en la importancia que tiene que en el círculo cercano a López Obrador existan voces que le planteen de manera crítica cómo se da en la práctica la gestión de Gobierno. Si el Presidente no tiene referentes, va seguir con sus prisas suponiendo que todo lo que propone y dispone, se hace.
La gira por Tabasco enfrentó este escenario. Más allá de que estuviera en su tierra, se vio que parte del problema está en que si lo que el Presidente propone, se cumple. El mitin estaba puesto para que el tabasqueño tuviera un buen acto en propia tierra.
Sin embargo, las cosas se salieron del guion imaginado, porque resultó que los programas del Gobierno no necesariamente se están cumpliendo, como el Presidente cree y quiere. Algunas versiones periodísticas aseguran que el hijo de López Obrador calificó el mitin con seis; en tanto que su papá de plano le puso cinco.
En este lunes de encuestas hay algunos datos que vale la pena atender. La popularidad del Presidente, se diga lo que se diga, se mantiene en buenos niveles. Habrá quien quiera ver un desplome, que nomás no existe, es más, ni remotamente aparece.
Donde se encuentra uno de los aspectos que merecen revisión, es en la evaluación de su Gobierno. Mientras que el Presidente conserva buenos niveles, la gestión de Gobierno está siendo paulatinamente cuestionada. Las políticas públicas no están alcanzando a la población, como se asegura; la reacción en Tabasco es prueba de ello.
Lo que no tiene mucho sentido, es que el Presidente interprete que la baja de su popularidad en las encuestas está en línea con una reacción de los conservadores. Es claro que lo tienen en la mira, pero en el fondo no somos de la idea de que vaya por ahí.
No hay duda de que algunos estarán de plácemes, pero el problema real está en la gestión de Gobierno; está en los desiguales resultados de su administración.
El inevitable desgaste en el ejercicio del poder tiene que ver con lo que se va construyendo en el imaginario colectivo, lo cual queda muy claro que se mueve entre la distancia hacia López Obrador, marcada por filias y fobias, y lo que los ciudadanos viven en su cotidianidad.
En algunos asuntos, fustigar el pasado sirve para defender el intento de un nuevo presente; pero en el camino empieza a ser, más que un elemento de definición, un distractor, y hasta una justificación y pretexto para explicar lo que estamos viviendo.
Lo que es significativamente relevante es la estructura bajo la cual se diseñan los actos del Presidente. La constante es su cara a cara con la gente, lo cual le sigue sirviendo para tener un termómetro de las cosas. Lo importante ante ello es saber leerlo y no lanzar culpas cuando surgen críticas hacia él y hacia su Gobierno.
Algunas cosas están cambiando un año y cuatro meses después, lo importante es cómo analice el Presidente estos escenarios, en donde debe considerar la gestión de muchos morenistas en gobiernos y municipios del país.
RESQUICIOS.
Después del 8 y 9 de marzo urge plantearse qué hacer después de dos días que, sin la menor duda, serán intensos. Qué tenemos que hacer como sociedad para que las cosas en verdad cambien y construyamos nuevas bases de vida y convivencia; éste ya es el gran reto.
Este artículo fue publicado en La Razón el 3 de marzo de 2020, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.
Autor
Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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