A unos días de que se cumpla el primer año de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador podemos coincidir en que no pasa semana sin que un maremágnum de temas inunde la agenda pública. La mayoría de ellos, “echados a andar” por el primer mandatario desde las “mañaneras” que día con día ofrece desde Palacio Nacional. Muchos de esos temas, debe observarse, acaban siendo señuelos que ciertamente consumen litros de tinta, kilómetros de cintas de audio y gigabytes de video. Auténticos distractores, “paja” e incluso frivolidades que llegan a ponernos a discutir hasta sobre asuntos baladíes frente a hechos alarmantes que revelan ya una transformación fallida en muchos ámbitos. No caigamos en esa trampa. En contraste destaco un dato por demás ominoso (uno de tantos): los feminicidios crecieron -de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública- 12% en 2019 con respecto a 2018. ¿Lo sabe ya este gobierno o a caso tiene “otros datos”?
Con ese inocultable hecho llegamos a la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer este 25 de noviembre, establecido así desde 1999 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pasamos de 744 a 833 víctimas en un año. Alarmante. Otra de esas realidades a las que parecemos habernos acostumbrado y ante las que el régimen de la “Cuarta Transformación” parece preferir ver hacia otro lado. Ni nos ven ni nos oyen, cual emuladores de Salinas (su villano favorito pero del que tanto aprendieron). Prefieren hablar del “fraude” cometido por Hernán Cortés, el béisbol o de Evo Morales. Mientras tanto que pasen desapercibidas la parálisis económica, las pifias en materia de seguridad o las tragedias en relación con los Derechos Humanos. Cuando menos eso intentan el Presidente y su coro de abyectos voceros. Así operan.
Aunado a este desdén gubernamental (de este y de gobiernos previos, ciertamente), debe tenerse en cuenta que la violencia contra las mujeres llega a ser trivializada por parte de nuestra sociedad cuya formación ha estado inmersa en un ambiente cargado de pulsiones machistas, misóginas, intolerantes, autoritarias y antidemocráticas. A ello hay que añadir las voces que desde el llamado “círculo rojo” se quedan en la denuncia de actos vandálicos cometidos durante marchas y omiten informar sobre las causas del descontento. Tanto las agresiones como las versiones sesgadas, flaco favor le hacen a una de las luchas que mayores alientos requiere en nuestro país.
Con eso y más lidiamos todo los días las mujeres y los hombres que ponemos nuestro esfuerzo para generar un cambio de 180°. Contra vestigios retardatarios presentes en nuestra cultura y contra la negligencia del gobierno actual el cual -como menciona etcétera– “no solamente no ha presentado una estrategia eficaz para combatir este delito (el feminicidio, la forma más extrema de violencia contra la mujer), sino que además ha quitado presupuesto a refugios para mujeres violentadas”. Dónde está su humanismo, su cristianismo (dice el “juarista”) o su respeto por las “madrecitas” de México. En la narrativa, solo ahí. Mientras tanto la impunidad y la insensibilidad propician el crecimiento en los índices de violencia de género.
Muestra contundente de que las mujeres y niñas no son prioridad para este gobierno lo es el recorte a 26 programas con perspectiva de género en el Presupuesto de Egresos para el año 2020 y en particular la disminución de 267 millones de pesos de los recursos destinados a la prevención y erradicación de la violencia en contra de las mujeres.
Una vez más, como en el caso de la defensa de los derechos de los niños, con los derechos de las mujeres, el Estado y gobierno mexicanos vuelven a fallar, a hacernos víctimas de sus limitaciones, desatinos e ineptitud, coronados por un trasfondo ideológico conservador. Por su irresponsable inacción estamos cerrando el año más violento de que se tenga registro. Es el Estado. Es el gobierno. Es la 4T. He ahí las razones del “punto de inflexión” al que se refería el secretario Durazo. Lamentablemente, un punto de inflexión que nos lleva por una espiral descendente sin fondo.
La violencia -sea física, sexual o psicológica- contra mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual sobre las que apenas se informa debido a la impunidad de la cual disfrutan los perpetradores, y el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas” afirma Naciones Unidas. Este tipo de violencia es un obstáculo para alcanzar igualdad, desarrollo y paz, a los que aspiran los Objetivos de Desarrollo Sustentable, subraya el organismo multinacional. La Organización Mundial de la Salud lo clasifica como un problema también de salud pública. A nivel mundial una de cada tres mujeres ha sufrido de violencia. México está reprobado en la materia. Hasta cuándo permitiremos como mujeres y como sociedad que esto siga ocurriendo, que sigamos “dando la nota” en el coro de las naciones.
Valga este escenario para seguir tejiendo acciones que nos lleven a unirnos en una sola voz de protesta, acción e iniciativa. Por ello y muchos motivos más es importante salir a las calles este 1° de diciembre y decirle al presidente López Obrador que su “transformación” no ha sido más que un preocupante retroceso autoritario. Las mujeres y niñas de esta nación nos haremos escuchar.