El próximo domingo no solo se define la suerte de la Reforma Energética, sino la del propio PRI. Eso lo sabe el presidente López Obrador y por eso van a operar hasta el último minuto para romper el grupo parlamentario.
Para la 4T sería una jugada redonda, porque lograría la aprobación de una propuesta estratégica, en términos narrativos, y porque desactivarían a una pieza central de la oposición en 2024.
Por ello hay que analizar con una perspectiva de más largo plazo y es ahí donde se aclara de algún modo, lo que ha venido ocurriendo en los últimos meses.
De ahí que dividir al PRI sea tan relevante. Esta estrategia les funcionó en la legislatura pasada, cuando lograron que la bancada del PRD se redujera. Los métodos que utilizan son los de la seducción política, la venta de futuros, pero también la protección ante posibles conflictos legales y cuando es necesario, la franca amenaza.
Ahora pueden estar utilizando procedimientos similares, pero hay diferencias con el pasado reciente. En primer lugar, buena parte de los diputados opositores, y entre ellos los priistas, provienen de la coalición Va por México, donde hicieron compromisos muy concretos con la ciudadanía que los obligan.
Hay un mandato ciudadano, expresado en ese sufragio, para proteger a las instituciones y de modo particular a las autónomas.
El escenario para la 4T tampoco es el mismo. Los datos indican que en 2024 la oposición puede dar pelea, y ello cambia las cosas, porque sí hay incentivos para mantenerse firmes.
Por eso el domingo de Resurrección, es tan importante en términos políticos y no solo técnicos.
Fue el propio presidente López Obrador quien planteó que la discusión se diera en esos términos. Nunca quiso un acuerdo con el PRI, o el que quería pasaba por la sumisión de quienes quería como aliados.
A nivel técnico, las opiniones expresadas en el Parlamento Abierto, simplemente fueron ignoradas por Monera, porque tenían la instrucción de aprobar la iniciativa al gusto y necesidades, no de la CFE, sino de Manuel Bartlett.
La propuesta de mandar la discusión para después de las elecciones de este año fue rechazada. De haber aceptado esta propuesta, en Palacio Nacional habrían tenido la oportunidad de propiciar un acuerdo y de no politizar el asunto.
En el fondo, desde la 4T hicieron todo lo posible para encerrar a los priistas en un laberinto y para elevar el costo de un eventual apoyo a una propuesta que tenía que ser modificada.
A estas alturas, para el PRI, o para una parte de este, respaldar la Reforma Energética sería un suicidio político. Basta observar las críticas desatadas contra el diputado Carlos Aysa Damas, quien anunció que respaldaría la propuesta de López Obrador, para medir de que tamaño sería el costo.
Aysa Damas puede ser la punta de lanza de más defecciones, pero no parece que esa ruta vaya a alcanzar para modificar el escenario previsto para el domingo de Resurrección, donde todo indica que el PRI votará con el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.