A unas horas de que Barack Obama concluya su segundo mandato como Presidente de Estados Unidos y de la investidura de Donald Trump como su sucesor, existe ansiedad de parte de la opinión pública mundial respecto al presente y futuro de Estados Unidos y de su papel en el planeta. En este sentido, un punto de partida es el legado de Obama y las condiciones en que se encuentra Estados Unidos previo a la transición referida.
El legado de Obama se puede analizar desde las iniciativas que tanto en materia de política interna como de política exterior ha concretado a lo largo de sus dos mandatos. Al respecto destaca la reforma del sistema de salud, mejor conocido como Obamacare, mediante la que 20 millones de personas obtuvieron acceso a un seguro médico. Cabe destacar que el fundamente del Obamacare reposa en que Estados Unidos, entre los países desarrollados, cuenta con uno de los presupuestos más altos en salud, pero, paradójicamente no ha logrado garantizar el acceso de los servicios médicos más elementales para la población. Otro de los logros del Presidente saliente fue la supresión de la norma “don’t ask, don’t tell”, que establecía restricciones para que las personas homosexuales pudieran prestar sus servicios en las fuerzas armadas.
Otra agenda más que se gestó durante el gobierno de Obama fueron los programas de acción diferida para los padres de ciudadanos y residentes y para quienes llegaron en su infancia al territorio estadunidense (DAPA Y DACA, respectivamente). Mediante estos programas se evitaría la deportación de millones de indocumentados que residieran en el vecino país del norte, si bien ambos fueron polémicos y su aplicación se suspendió en 2015. Con todo, no hay que olvidar que, pese a estas iniciativas, el gobierno de Obama registró deportaciones récord de indocumentados respecto a gobiernos precedentes.
En materia de política exterior destaca la normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba; el acuerdo de cooperación nuclear con Irán; la suscripción del Acuerdo de París para reducir las emisiones contaminantes responsables del efecto de invernadero; el bloqueo de las perforaciones petroleras en el Ártico; la captura y muerte a Osama Ben Laden; la reducción del número de efectivos militares en Afganistán; la participación en la coalición internacional para enfrentar a Daesh en Siria e Irak; y en el terreno comercial, en 2012 la solicitud de renovación de la autoridad de promoción comercial (TPA) que le fue otorgada en 2015 bajo el nombre de Acta de extensión de preferencias comerciales, mediante la cual suscribió el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP).
En esencia, los rubros señalados forman parte los logros de Obama. Aunque, en honor a la verdad, parece que su mayor legado fue la victoria de Donald Trump en los comicios presidenciales de noviembre pasado. Esto es porque, para el ciudadano de calle se percibe que las iniciativas desarrolladas a lo largo del gobierno de Obama, no se tradujeron en mejores condiciones de vida. Antes bien, para los electores que decantaron a favor de Trump, el voto a favor del magnate neoyorquino fue una manera de reprobar lo hecho por Obama, rechazando así, la posible continuidad que a sus políticas presumiblemente desarrollaría Hillary Rodham Clinton.
Las comparaciones son odiosas y en este caso, inevitables. En diversos medios de información de todo el mundo, abundan referencias a lo que fue el gobierno de Obama, siempre muy mediatizadas. Y es que Obama ha sido uno de los mandatarios más mediáticos en la historia de Estados Unidos y su imagen ante el mundo ha sido la de un político cuidadoso, relajado, padre amoroso, esposo ejemplar, buen conversador, orador inteligente, etcétera. Esas percepciones son resultado de la imagen pública que se creó el propio Obama, y que permite oscurecer el hecho de que nunca dejó de velar por la proyección de los intereses de la Unión Americana en el mundo. Dentro del país, a pesar de la crisis inmobiliaria de 2008, el desempleo, que en 2009 ascendía al 10%, en la actualidad se ubica en el rango del 5 por ciento. En materia de empleo, mientras que en 2009 la economía perdía 800 mil puestos de trabajo al mes, también se recuperó, de manera que hacia el mes de mayo de 2014 se había logrado restablecer los casi 9 millones de empleos que produjo la recesión, en tanto en los dos últimos años el empleo ha seguido creciendo. El sector manufacturero tuvo un buen desempeño a lo largo de la gestión de Obama. Con todo, los puntos en los que quedó a deber –y que pesaron fuertemente en los comicios de 2016- incluyen la caída en el ingreso de los hogares; el bajo crecimiento económico, que no ha logrado ir más allá del 2%; el uso de cupones de alimentos por parte de la población; y el enorme endeudamiento del país. En este sentido, más allá de la imagen hasta cierto punto “benévola” que ha proyectado Obama a lo largo de su administración –sobre todo allende las fronteras de EU- su gestión se ha caracterizado por claroscuros.
Ante ello, ¿qué se espera del gobierno de Donald Trump? Como ya ha sido ampliamente comentado por diversos especialistas, Trump capitalizó el descontento de un amplio sector de la población en torno, sobre todo, a la política económica de Obama. Luego entonces, es razonable suponer que algunas de las promesas de campaña esgrimidas por el magnate neoyorquino, efectivamente se materialicen. No se olvide que Trump deberá marcar distancia respecto a su antecesor. Por ello, muchas de las agendas que desarrolló Obama, podrían experimentar un revés. Así, el Obamacare será abandonado, al menos en su concepción –si bien Trump ha manifestado que está a favor de que exista un mecanismo que garantice a la población el acceso a ciertos medicamentos; en materia migratoria y por tratarse de un tema recurrente en todos los procesos electorales, se espera un endurecimiento, presumiblemente para enviar el mensaje de que se recuperarán empleos a favor de los estadunidenses que hoy por hoy tienen millones de indocumentados –y en este mismo tenor se inscribe la propuesta del tan llevado y traído muro en la frontera con México. En materia de política exterior, los compromisos en materia ambiental a propósito del Acuerdo de París, serán eliminados al igual que el acuerdo de cooperación nuclear con Irán que tanto ha irritado al estratégico aliado de los estadunidenses, Israel. Las relaciones diplomáticas con Cuba podrían suspenderse nuevamente debido a la necesidad que tiene Trump de congraciarse con al menos una parte de la comunidad cubana residente en Florida- si bien ya Obama ha dado pasos para endurecer la política migratoria respecto a los cubanos que buscan llegar a la Unión Americana al haber puesto fin, hace apenas unos días, a la política de pies secos y pies mojados.
Respecto a las alianzas militares que Estados Unidos mantiene con los países europeos y Japón, se espera una profunda revisión de las mismas, conforme a la consigna de que se incrementen las aportaciones de esas naciones al financiamiento de dichos esquemas de seguridad, a la par de la reducción de los recursos que tradicionalmente les ha asignado Washington.
La política comercial estadunidense experimentará un viraje a favor del proteccionismo y la denuncia y/o revisión de los acuerdos comerciales que Estados Unidos ha suscrito con diversas naciones del mundo. Esto incluye, ciertamente, al TPP, pero también involucra al Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Estados Unidos y Canadá (TLCAN). La propuesta del Acuerdo Trasatlántico de Libre Comercio quedará en eso, dado que ni la Unión Europea se encuentra en condiciones de pugnar por su negociación –máxime con el retiro de la Gran Bretaña la integración europea, el cual cuestiona la esencia misma de ese largo proceso que muchos consideraban imperecedero-, ni Trump estará dispuesto a gestionar una apertura de sus mercados en momentos en que las expectativas económicas para el país de las barras y las estrellas son tan sombrías. Otro tanto se puede esperar de las relaciones con la República Popular China, país con el que se esperan varios encontronazos y no sólo por la agenda comercial bilateral, sino también por la situación de Taiwán y la posible alianza entre Washington y Moscú que efectivamente buscaría poner un cerco a la influencia de Beijing en el mundo. Con todo, los vínculos entre EU y Rusia también buscarán reposar en una mayor participación del país eslavo en la lucha contra Daesh, de manera que Estados Unidos pueda reducir los costos materiales y políticos del reordenamiento geopolítico que busca generar en Medio Oriente.
Aislacionismo, soberanismo económico, militarismo, recuperación de liderazgo: esos son los ingredientes que se cocinarán en la administración de Donal Trump, sazonados con fuertes dosis de conservadurismo, racismo, y tal vez, supremacismo blanco. El gabinete conformado por el magnate republicano permite ver a una administración asentada en el conservadurismo, con un estilo de gobierno muy distinto del mostrado por Obama. Para Trump, tal parece que lo más importante no es que se hable bien o mal de él, sino, solamente, que se hable. Asiduo usuario de Twitter, recurrirá cotidianamente a esa red social para expresar su sentir sobre los temas más diversos. Asimismo, se perfilan algunos conflictos de interés por la presencia de familiares de Trump en puestos clave o en la gestión de determinadas agendas, incluso aquellas que requieren un manejo cuidadoso, como seguridad nacional.
Al mundo, por lo tanto, no le queda más que respirar profundo y acomodar sus piezas para sortear el advenimiento de la administración Trump, la que, de todos modos, más allá de las promesas de campaña, también deberá acomodarse a los imperativos de la política interna y mundial. Al final del día, en un mundo tan interdependiente, los problemas de Estados Unidos, difícilmente se resolverán con las iniciativas expuestas por el polémico republicano. Lo que también es factible que ocurra, es que las naciones del mundo, para protegerse de la hostilidad trumpiana, busquen las respuestas a los desafíos que encaran en casa, internamente, lo cual es entendible, si bien conlleva un riesgo, porque gran parte de los problemas del mundo requieren del diálogo y la concertación entre los países. Estados Unidos podrá haber declinado en su poder y capacidades como líder mundial, pero sigue siendo un socio indispensable. En este sentido, resta por saber si, como reza el dicho popular, los cambios serán para bien ante el arribo de tan singular personaje a la Casa Blanca. También, cuando Obama escriba sus memorias, habrá que ver en qué términos explica su legado.
Autor
Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
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