(1) Si alguna vez lo fue, hoy día lo nacional ya no es tan “nacional” como se puede creer; quizá nunca lo haya sido de verdad. Ningún país existe encerrado en sí mismo. La política real es internacional, como el modo de producción que la sobre-determina como “globalización”. No debemos pensar y juzgar las elecciones políticas de México en este 2018 sólo desde lo que pasa dentro de México y como algo contenido por las fronteras del país; también lo que pasa en el mundo entero cuenta, y no cuenta poco. Hay que pensar en los no pocos intereses económicos, políticos y culturales de otras naciones sobre México; es de suponer, por ello, su interés por la buena o por la mala en el proceso electoral. Creer lo contrario es perder de vista la realidad misma. Mientras más pública sea esa acción internacional, menos problema será para nuestra democracia, porque así es como son las cosas de la economía-política; pero lo que ya preocupa ahora es lo oculto y lo enmascarado, lo que pasa bajo el agua, como la posible intervención cibernética de Rusia’, y nunca se puede ignorar la intervención de los EUA, lo mismo vale para muchos de los países de Latinoamérica. Pero hay más países en juego, y no se puede pensar la realidad mexicana sin tomarlos en consideración.
(2) Se puede cambiar de opinión, de partido y hasta de ideales; la libertad democrática no lo prohíbe ni lo considera algo negativo a-priori. En lo real concreto no existen antagonismos totales, lo deseable es alcanzar acuerdos entre oponentes, tal es el fundamento de la diversidad en democracia. Lo legítimamente democrático es explicar y argumentar en público tales cambios, de eso trata el discurso de la política real. Lo egoísta y déspota, o sea, lo antidemocrático, es guardar silencio, fingir amnesias y no dar explicaciones de los cambios de actitud o posición política.