De no ser que pase algo excepcional, que a veces sucede, no hay condiciones para que la oposición gane las elecciones del 2024.
La sociedad ha optado por una opción política y, a pesar de los trompicones bajo los cuales se mueve el gobierno, tiene un apoyo manifiesto y, sobre todo, lo tiene el Presidente. Hay signos de inconformidad que van creciendo, pero por ahora no alcanzan a ser parte de un proceso de cambio en el mediano plazo.
El Presidente se mantiene en el voy derecho y no me quito, lo cual, si nos atenemos a su proyecto de gobierno, por más que haya inconformidades, suponemos que no encuentra razón alguna para cambiar el rumbo de las cosas.
Si bien insistimos que muchos factores pueden presentarse en estos años, no hay manera de que la oposición con lo que hoy es y significa pueda alcanzar la Presidencia, la variable a considerar para la eventualidad de una derrota de Morena está en una división interna más que en los factores externos.
Seguramente en las elecciones habrá movimientos en el Congreso, estados y municipios, pero si se mantiene la fuerza presidencial Morena va que vuela para ser transexenal.
El costo del pasado pesa cada vez más entre un gran número de ciudadanos. A esto se suma que se ha logrado meter en el imaginario colectivo la idea de que dicho pasado es de un peso tal en la historia reciente del país que no hay forma alguna de poder evaluarlo y valorarlo.
Para el Presidente y buena parte de sus furibundos seguidores, el pasado nos condena, aunque parte de ese pasado, en particular el de los 60 y 70, sea convalidado y por momentos recordado en la presente gobernabilidad.
A esto se ha venido sumando una estrategia de victimización que, en lo general, le ha dado resultado al Presidente. El ya famoso tuit sobreinterpretado de la semana pasada de un científico que no estaba en la lista de los 31 científicos perseguidos y que bien a bien no se sabe de dónde y de quién viene, podrá parecer muy obvio para algunos, pero habrá que ver y conocer cómo puede ser interpretado entre los más; es probable que la victimización sume mucho más de lo imaginable. Todo indica que no está en la oposición la posibilidad de una derrota de Morena o en una pérdida significativa del poder.
Los errores, la indiferencia, la soberbia, el menosprecio, el descaro tarde que temprano terminan por cobrarse trátese de quien se trate, pero por ahora el gobierno no pasa por la autocrítica todo; los errores y problemas son por culpa de otros.
El Presidente y su perfilada candidata tuvieron una lectura de la elección en la CDMX en que responsabilizaron a las clases medias de una derrota parcial como si el ejercicio del poder no fuera parte del resultado.
Donde el futuro se le va a complicar al Presidente y a su proyecto está en los líos crecientes que están apareciendo cada vez con mayor frecuencia en su partido.
A estas alturas no le va a ser tan fácil al Presidente decir lo que planteó hace un poco más de un año, “si no se ponen de acuerdo en Morena, ahí se ven”. La razón central es que necesita al partido para consolidar su proyecto de manera transexenal. No se puede hacer a un lado por su naturaleza misma, pero, sobre todo, porque presuponemos que no va a dejar que se le vaya el proceso de las manos.
Morena se fue construyendo por medio de procesos coyunturales. Lo importante y antes que cualquier cosa era que López Obrador alcanzara de una vez por todas la Presidencia, el resto se diera como se diera partiría de esta premisa.
Ya hay claros signos de problemas al interior de Morena. La clave está en si van a tener la capacidad de resolverlos sin que haya consecuencias. Si los otros dos suspirantes del partido quieren llegar a la Presidencia ya saben lo que les espera.
Se diga lo que se diga en el partido manda y gobierna ysq.
RESQUICIOS
Cientos de becarios han alcanzado sus objetivos por méritos propios. El criticado Conacyt de otros años era el encargado de otorgar las becas.
Este artículo fue publicado en La Razón el 28 de septiembre de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.