“La vida es sueño … y los sueños, sueños son”. (Pedro Calderón de la Barca)
Desperté sobresaltado. La sombra oscura de la noche cubría la habitación. El silencio sólo se interrumpía por el bum bum bum del corazón agitado que me ahogaba. La falta de aire hacía que los oídos me zumbaran, y no sabía por qué. Encendí la lámpara sobre el buró para ver la hora. La una con treinta y tres minutos de la madrugada. A mi alrededor, silencio. Nada en la calle significaba vida o movimiento, un silencio inmóvil contrastaba con mi agitación interior. La adrenalina corría a la velocidad de la luz por mi torrente sanguíneo. Las sombras ominosas reflejadas en la pared me indujeron a apagar la lámpara y a seguir dando vueltas en la cama, tratando de conciliar el sueño… y el espíritu.
No suelo recordar los sueños y esa es la razón por la cual muchas veces me cuesta trabajo volver a dormir, ya que al tratar de recordar o identificar la causa del sobresalto, intento encontrar respuestas y hasta en tanto no me venza el cansancio, la realidad me lleva a recordar o a imaginar de qué iba la vida, situación que, a veces, no me deja dormir más.
En la duermevela, la mente no descansa y en el trasiego de los pensamientos, los recuerdos y los sueños, queda la verdad oculta en la penumbra de la mente. ¿Qué es verdad y qué es mentira?; ¿Qué es cierto y qué es sueño o fantasía?, sólo Dios lo sabe.
En el preciso instante de percibir el silencio absoluto escuché nítidamente y de sobremanera solemne la cantinela: Honorable Congreso de la Unión, “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande.”
¿A quién reclamarle?, de inmediato procesé la realidad, …era un sueño. Al instante escuché la misma voz diciendo: “… crisis transitoria… esos no van a tardar … y vamos a salir fortalecidos … y vamos a salir fortalecidos porque no nos van a hacer cambiar … en nuestro propósito de acabar con la corrupción y de que haya justicia en el país … por eso vamos a salir fortalecidos. O sea que nos vino esto como anillo al dedo, para afianzar … el propósito de la transformación”.
Mi mente se quedó revoloteando, “crisis transitoria”, me acordé del filósofo de Güemes: Toda crisis es transitoria … y si no, pos no. Por su naturaleza, toda situación es pasajera, nada es eterno o para siempre; es decir, todo es relativo, nada es absoluto, ni siquiera la verdad. Todo es cuestión de tiempo y circunstancia.
“Esos no van a tardar”, revuelco de la mente. “y vamos a salir fortalecidos”; ¿Quiénes?, ¿Los coronavirus o nosotros?: ¿Cómo nos vamos a fortalecer?; ¿Y vamos a salir fortalecidos porque no nos van a hacer cambiar?
¡Ah!, ¡Ya entendí!, vamos es nosotros, no ellos, los otros, los que no están en el poder público. Entonces nosotros no somos todos los mexicanos, sino únicamente los detentadores del poder político. Desde la perspectiva ciudadana: Ellos.
Me sumí de nuevo en el sueño. Navegué por el espacio sideral; nadé en el interior de las ideas. Me seguía resonando en la cabeza: “Vamos a salir fortalecidos porque no nos van a hacer cambiar … en nuestro propósito de acabar con la corrupción y de que haya justicia en el país”. ¡Bendito Dios!, exclamé. Los virus nos quieren hacer cambiar, pero no lo van a lograr; en cambio, nosotros vamos a acabar con la corrupción, así como a impartir justicia. El Reino de Dios en la tierra y todo gracias a la Cuarta Transformación. ¡Alabado sea el Señor!.
Seguí ¿pensando o soñando?, no lo sé, ni me interesa. Lo más maravilloso de todo es que la experiencia es tan vívida que no puedo dejar de pensar en el anillo al dedo. ¿El anillo se debe ajustar al dedo o el dedo al anillo?; la lógica diría que el dedo puede adelgazar o engordar pero, en tanto no se someta a un plan predeterminado para cambiar, el dedo es lo que es. En consecuencia, el anillo se debe mandar hacer al tamaño del dedo. Aquí no aplica la duda metafísica sobre ¿Qué fue primero? ¿El huevo o la gallina?, indudablemente fue primero primero el dedo y luego el anillo.
Continué con mi alocución individual, recabando datos de la memoria: Vamos dar un salto cuántico. Gracias a la desobediencia a la ley, a los datos duros, a la ciencia, a la verdad. Enseguida googlié: Información (acción y efecto de informar); verdad (conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente; es la coincidencia entre una afirmación y los hechos, o la realidad a la que dicha afirmación se refiere o la fidelidad a una idea), propósito (ánimo o intención de hacer o no hacer algo; determinación firme de hacer algo, objetivo que se pretende alcanzar). No pude más y me volví a dormir. Vuelvo a mi realidad.
I.- Información y verdad: En el mundo interconectado de hoy, no hay lugar para la duda. Hoy, todo lo sabemos, todo está en la red o, mejor dicho, en las redes sociales; no hay información o dato que no se tenga a la mano o al cual no se pueda acceder y, sin embargo, no sabemos nada.
Mayor información en cantidad no significa mayor o mejor conocimiento, sino saturación de datos y/o sobreexposición a la información. Las redes sociales multiplican de manera exponencial los datos, tanto los falsos como los verdaderos; no obstante, no es fácil distinguir realidad de fantasía pura, ni dato duro de manipulación numérica o estadística.
Las opiniones, de por sí parciales, se alimentan de sesgos confirmativos a favor y en contra. La posesión de la verdad impera en nuestra lógica; sin darle espacio a la duda, a lo distinto, a lo diverso.
La búsqueda de la verdad ha perecido, puesto que ya la poseemos, ¿Para qué buscar?, ¿Por qué dudar?. Eso no es válido. Somos invencibles y poseemos la verdad, ¡Sin duda alguna!.
Si soy poseedor de la verdad, no debo consultar a nadie, ya que nadie tiene mi conocimiento. Además, si soy la reencarnación de Huitzilopochtli, si soy el tlatoani, si soy el Estado, todo lo decido yo.
II.- El poder y el ejercicio del poder: Que si hay quien piensa que el Estado es la conjunción de población, territorio y gobierno, ¡Allá ellos!; el Estado soy yo y, por consecuencia, soy omnipotente y omnipresente. Le plazca a quien le plazca o le moleste a quien le moleste. ¡Me canso ganso!.
El poder es para usarse y en política los vacíos no existen, se llenan y si no los ocupas tú lo hace otro. Esa es la esencia del poder, ¡El miedo al no poder!. El vacío, la nada no existen, ni en física, ni en química, ni en la vida; siempre hay algo, que no por desconocido es inexistente. Nuestra ignorancia no es un parámetro confiable.
Si “El que nada sabe, nada teme”, quien tiene y ejerce el poder vive permanentemente con el miedo a perder ese poder. Ese miedo es el leitmotiv que subyace a sus decisiones. Para que todos los demás sepan y sientan quién tiene el poder es necesario ejercerlo diariamente y de todas las maneras posibles. A todos les debe quedar claro quién manda y quién obedece. ¡Con qué poca agua se ahogan!.
III.- El poder originario: ¿Quién le dotó de poder al empoderado?, ¿Le viene de sangre?, ¿Es heredado?, ¿Le viene por mandato divino?, ¿En dónde reside el poder?.
El poder originario, el poder primario, es el propio poder. Hasta dónde llega o alcanza tu poder, hasta donde el otro te lo permita. El poder originario es la fuerza bruta o la capacidad de su utilización. La suma del propio poder y el poder de los semejantes, para un objetivo común genera poder supraindividual o colectivo (público), que al investirse de un marco jurídico se torna en poder político
Es indudable que el poder individual es paralelo al ciclo vital de nacer, crecer, reproducirse y morir y priva tanto en el reino vegetal como en el animal. Es la ley de la vida. Es el eterno inicio y fin; el absoluto. Todo y nada.
IV.- Poder y mandato: Las leyes humanas no se ajustan al ciclo vital sino a la conveniencia circunstancial de los encumbrados momentáneamente en el uso del poder. ¿Cuánto dura el poder?, tanto como puede hacer. Si “El valiente vive hasta que el cobarde quiere”, sólo hay un paso.
Todo poder adquirido implica un mandato para alguien (el mandatario), una orden de hacer algo (su ámbito de competencia o esfera de poder) en favor de alguien (el mandante).
En las democracias contemporáneas el poder reside en el ciudadano y más específicamente en el ciudadano que paga impuestos. No es un invento político, es una realidad fáctica. ¿Porqué tendríamos que pagar impuestos sin tener un gobierno a nuestro servicio?
En esa misma lógica ¿Tienen derechos los que no pagan impuestos? Sí y no. ¿Cómo es eso?. Sí tienen derechos, pero al estar amparados en obligaciones, unas llevan a los otros. Es obligación de todos los ciudadanos contribuir a los gastos públicos, tanto federales como estatales y municipales, así como votar en las elecciones o dotar de facultades a los elegidos para servir a la colectividad; por lo tanto, la elección es un mandato de servicio en favor de la comunidad que paga impuestos.
V.- Mandante y mandatario: Dado que todo poder público dimana del pueblo y se instituye para su beneficio, luego entonces, cualquier poder público que no se instituya para beneficio del pueblo (los ciudadanos que pagan impuestos), no tiene razón de ser o de existir y, por consecuencia, debe desaparecer.
En efecto, la relación de subordinación del mandatario respecto del mandante es lineal y directa. Claramente puede haber pueblo sin gobierno, pero no puede haber gobierno sin pueblo que lo sostenga, ya sea con su voto al elegirlo y con sus impuestos al mantenerlo, si y solo si, las funciones que aquél desempeña redundan en beneficio del mencionado pueblo.
Pero, ¿Puede el pueblo deponer a sus gobernantes, si no obedecen al mandato recibido? Desde luego que sí. Los mecanismos existen, sólo hay que activarlos.
Una luz enceguecedora me pegó directamente en lo ojos. La persiana de la recámara se cayó con gran estrépito y el golpe de luz me aturdió. Recordé que mi esposa me había dicho que los taquetes que albergan los tornillos que sostenían la persiana estaban flojos y lo había olvidado. Me levanté amodorrado y caminé hacia la ventana, con lo ojos semicerrados para poder soportar la luminosidad. Giré la cara y ví en el espejo la imagen de la cama y me lancé de clavado a las sábanas de nuevo.
Mientras subía la sábana para cubrirme la cara, escuché por la radio de un vehículo que pasaba la noticia de las estadísticas de muertes por Coronavirus CoV-2. Noventa y cinco por ciento de ellos mayores de edad y con problemas de hipertensión, diabetes, cáncer, obesidad…
Asimismo, recordé las palabras atribuidas a Albert Einstein “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar superado”.
Con ese pensamiento en mente me volví a dormir. La ventaja de la cuarentena era que no tenía hora para trabajar, puesto que al trabajar desde casa y sin un control estricto de tiempos, dosificaba mis esfuerzos para cumplir con mis compromisos laborales, dando prioridad a mis necesidades y, en ese momento, mi mayor necesidad era dormir.
Con el eco de las palabras de Einstein, cada vez más lejano: “Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos, Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro”.
Tomo lápiz y papel, escribo lento, pero con pulso firme: Superando la crisis del Covid- 19. Repaso los datos acumulados, busco en los libros y anotaciones en hojas sueltas con las que suelo trabajar y procedo a redactar el resumen: Planteamiento del problema: Superar la pandemia. Procedimiento: Sana distancia (#Quédate en casa); Herramientas: Cubrebocas, lentes, gel alcoholíco, lavado constante de manos. Consecuencias: Crisis económica.
La crisis económica será más desastrosa que la sanitaria, la moral o la emocional. “Cuando el hambre entra por la puerta, el amor escapa por la ventana”, dice una vieja canción y no es errado el planteamiento. La crisis económica va más allá de la solventación de todos los costos de vivir, va más allá de la propia esfera personal, atraviesa a la sociedad entera y arrasa con la credibilidad de instituciones, personas, empresas y países. Afecta la vida de todos en común, sin distinguir color de piel, creencias religiosas, preferencias sexuales, condición social o cultural.
En este barco estamos todos y es obligación de todos superar esta crisis, incluyendo a los gobiernos que sólo tienen razón de ser si están para servirnos a los ciudadanos.
En esa virtud, cuando escuchamos que la crisis nos viene como anillo al dedo para afianzar el propósito de la autodenominada cuarta transformación, surge naturalmente la inquietud sobre si los mexicanos decidimos llevar a cabo la cuarta transformación o es la decisión de un grupo o, peor aún, de una sola persona.
Si somos objetivos, considerando un padrón de 89 millones de ciudadanos (en términos gruesos), la votación de 30 millones significa una tercera parte de dicho padrón; es decir, hay certeza de que una tercera parte de los ciudadanos con capacidad de decidir votaron por Morena y más particularmente por Andrés Manuel López Obrador, para ocupar el cargo de Presidente de la República.
En el supuesto, no admitido, de que el ciudadano al emitir su voto, de manera libre, auténtica e informada decidiera dar su voto a Andrés Manuel López Obrador, hubiese votado implícitamente por llevar adelante la famosa cuarta transformación, cualquier cosa que ello signifique, aun en ese escenario, al haber recibido el mayor porcentaje de votación individual, no obtiene la votación mayoritaria de la población, ya que para tal efecto se requiere de, al menos, 46 millones de votos, lo que refleja una deficiencia de nuestra incipiente democracia, puesto que, para construir verdaderas mayorías, una segunda vuelta electoral sería una alternativa. Hoy, no hay certeza para el votante de los objetivos y metas a llevar a cabo por el gobierno elegido.
Además, ese razonamiento pudiera haber sido válido en una situación de “vida normal”; no obstante, la pandemia del Covid Sars CoV2, no es una condición de vida ordinaria, por lo que, ante circunstancias extraordinarias, también hay que tomar medidas y acciones extraordinarias. A manera de ejemplo, si yo no tengo trabajo tampoco tengo ingresos, por consecuencia, no tengo para pagar impuestos.
Asimismo, ante la falta de unidad nacional y de acciones gubernamentales en este sentido, ante la falta del Estado activo como elemento de cohesión social y la desaparición de facto de los poderes legislativo y judicial, así como dada la afectación a la vida privada que las mismas ocasionan, es momento de reflexionar extraordinariamente y considerar como alternativas, que la ciudadanía asuma el liderazgo y ejerza el poder originario.
En esa situación, es útil pensar fuera de la caja y ejercer libremente acciones de colaboración entre los ciudadanos. Entre los patrones y los trabajadores; entre trabajadores, entre empresarios, entre vecinos, entre amigos y entre familiares.
El punto de partida es que todos nos necesitamos a todos. En primer lugar, necesitamos comer. La producción de alimentos no puede parar. La cadena productiva inicia en el campo, continúa en la red de transporte y distribución, tanto mayorista como minorista y a granel casa por casa.
Cubierta la necesidad esencial, siguen las secundarias: casa y vestido; el vestido puede esperar y no pasa nada; sin embargo, hay trabajadores de las empresas textiles que tienen necesidad de comer y si no trabajan, no cobran y si no cobran, no comen.
Hay necesidades de tercer orden, como educación, trabajo y salud. El sistema de salud está sobreexigido, en este momento, de capacidades de respuesta, para las cuales no se le ha habilitado en lo público ni en lo privado. El sistema educativo está en receso, pero no hay impedimento para que una parte importante trabaje a distancia y, si como parece, no se va a superar la pandemia antes del término del ciclo escolar 2020-2021, es necesario que se habiliten espacios de docencia y comunicación a través de medios remotos, para rescatar el año lectivo; mientras que el trabajo, de cualquier tipo, hay que recuperarlo aplicando medidas sanitarias en todos los centros de trabajo y transporte. El trabajo es la base de la economía familiar y nacional; del trabajo comemos y del trabajo vivimos. Sin trabajo no hay productos, servicios, riqueza, salud, impuestos o país.
Hagamos cadenas de valor entre todos, al margen de los poderes políticos. Cada cual pida según sus necesidades y aporte según sus posibilidades. Y por favor apaguen la luz y dejen dormir o, al menos, soñar.