Daniel Divinsky tiene un récord heroico difícil de superar: en 1977 fue arrestado por editar un libro para niños. Algún comandante argentino descubrió que la fábula Cinco dedos era subversiva, pues promovía un lema de probada peligrosidad: “la unión hace la fuerza”.
Durante cuatro meses, el director de Ediciones de la Flor, y su esposa, Kuki Miller, administradora del negocio, estuvieron detenidos. El episodio define a un editor que ya pertenece a la leyenda y que este fin de semana recibirá un merecido homenaje en la Feria de Monterrey.
Divinsky nació en Buenos Aires, en 1942. Como otros célebres pacientes, a los cuatro años descubrió que los padecimientos físicos pueden estimular la salud mental. Una afección nefrítica lo obligó a pasar mucho tiempo en cama y mató el tedio leyendo. El remedio fue tan eficaz que le permitió entrar a la universidad a los 15 años. Para pacificar las ilusiones de su padre, se inscribió en la carrera de Ingeniería, pero descubrió lo mismo que le oí decir a su amigo Fontanarrosa: “¡los números son muchos y yo soy uno solo!”. Divinsky se pasó a la Facultad de Derecho. A los 20 años ya era abogado.
Se resignó a litigar hasta que un antiguo condiscípulo, Jorge Álvarez, lo animó a cambiar las demandas por los manuscritos. Así comenzó una de las aventuras más significativas del idioma: Ediciones de la Flor.
El sello dio a conocer a Mafalda, filósofa de seis años capaz de decir con estoicismo: “Hoy quiero vivir sin darme cuenta” y “Lo malo de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta”.
Las caricaturas de Quino se convirtieron en emblema de la editorial, dieron la vuelta al mundo y abrieron el espacio a numerosos historietistas, de Fontanarrosa a Liniers.
No siempre el contacto con los editores fue satisfactorio para Quino. Cuando visitó China por primera vez, preguntó cómo habían traducido lo que sus personajes decían de los chinos. Con cortesía milenaria, el intérprete le informó que, como él nunca había estado ahí, habían preferido omitir sus comentarios sobre un país que desconocía. Lo censuraron por consideración a su ignorancia.
Quino contaba la anécdota para encomiar a su editor argentino, capaz de ir a la cárcel por sus autores. Además de la perseguida Cinco dedos, Ediciones de la Flor reeditó Operación masacre, de Rodolfo Walsh, obra pionera del periodismo narrativo, publicada por primera vez en 1957, nueve años antes que la novela sin ficción de Truman Capote A sangre fría. En 1977, mientras Divinsky era detenido, Walsh fue asesinado por los militares.
Gracias a la petición de numerosos intelectuales de izquierda, a la que se sumaron con valentía Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, Daniel y Kuki fueron liberados y pudieron exiliarse en Venezuela. Ahí, Divinsky participó en Biblioteca Ayacucho, dirigida por el crítico uruguayo Ángel Rama, que contribuyó a establecer el canon de la literatura latinoamericana.
Jorge Herralde afirma que la autobiografía de un escritor es su catálogo. En el caso de Divinsky, su hoja de vida incluye los cuentos y dibujos de Roberto Fontanarrosa, Mirar de John Berger, Paradiso de José Lezama Lima y otras piezas memorables. Acaso su mayor virtud sea la de atribuirles virtudes a los otros. Con ese espíritu me invitó a prologar al espléndido caricaturista Alberto Montt en Ediciones de la Flor.
Hace años coincidimos en Rosario, en un homenaje al Negro Fontanarrosa. Él llegó en compañía de dos tocayos: el periodista colombiano Daniel Samper y el insuperable humorista Daniel Rabinovich, miembro de Les Luthiers. De sobra está decir que las tertulias de los tres Danieles fueron el acto fundamental de esas jornadas.
Hasta la fecha, Divinsky ejerce el ingenio para hablar de libros en la radio argentina. En sus entrevistas, demuestra con generosidad que lo más importante de la conversación son las preguntas.
Incluso las leyendas tienen domicilio. Divinsky habita un doceavo piso en Buenos Aires. Su departamento es pequeño por dentro e inmenso por fuera: da al jardín zoológico y tiene una vista ilimitada. “Me gustó por el balcón”, afirma.
Ese espacio define un temperamento. Daniel Divinsky se instaló en un lugar donde se asoma al horizonte sin padecer vértigo. Para él, lo importante está afuera. Así revela la inmensidad que lleva adentro.
Este artículo fue publicado en Reforma el 14 de octubre de 2022. Agradecemos a Juan Villoro su autorización para publicarlo en nuestra página.