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jueves 07 noviembre 2024

El conflicto de interés de Irma Eréndira Sandoval y John Ackerman

por Angélica Recillas

La secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, arremetió la tarde del lunes 30 de diciembre contra los académicos Denise Dresser y Sergio Aguayo, quienes en sus respectivas colaboraciones para el periódico Reforma cuestionaron a la funcionaria por la investigación que derivó en la exoneración del director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett de un posible conflicto de interés e irregularidades en su declaración de bienes.

Aun cuando ya tenían algunos días de publicados ambos textos, la funcionaria decidió de pronto lanzar sus baterías contra los analistas porque otro artículo periodístico, cuya lectura recomienda, le dio la pauta para ello. Retadora, Sandoval Ballesteros calificó de mezquinos a Dresser y Aguayo y afirmó que sus “ataques” le hacían “lo que el viento a Juárez”.

“Los mezquinos ataques de los mismos de siempre, como  @DeniseDresserG  y @sergioaguayo , me hacen lo que el viento a Juárez.  La #4T vive y la lucha sigue”, tuiteó. Adjunto a su tuit, colocó el vínculo al artículo aparecido este lunes 30 de diciembre en La Jornada.

En él  se asegura que Irma Eréndira Sandoval, comprobó una vez más su compromiso con los más altos estándares profesionales en la indagatoria contra Bartlett y se le presenta como víctima de supuestos ataques de los emisarios del viejo régimen.

“Esta indignante cruzada en contra de una de las funcionarias más emblemáticas de la administración actual la promueven las mismas voces antiobradoristas que siempre han insistido que todos son iguales. Son quienes se hicieron de la vista gorda durante el fraude electoral de 2006, promovían el voto nulo en 2012 y hoy buscan desesperadamente desactivar la fuerza de la Cuarta Transformación”, dice en uno de sus párrafos el texto de referencia, cuyo autor es nada más ni nada menos que John Ackerman, marido de Sandoval.

De esta forma, la funcionaria incurre en un conflicto de interés al recomendar un texto de su cónyuge, que por obvias razones la ensalza y por ningún motivo la tocaría con el pétalo de una crítica.  Ackerman, a su vez, también cae en el mismo vicio al pretender hacer pasar como un análisis serio lo que a todas luces es una defensa ramplona de su esposa de quienes, según él, la atacan.

El blanco central de las arengas y descalificaciones de Ackerman es Carlos Loret de Mola, en cuyo espacio de noticias la periodista Areli Quintero presentó su investigación sobre los bienes de Manuel Bartlett, sus hijos y su pareja sentimental, que no fueron reconocidos por el funcionario en sus declaraciones patrimoniales.  Sólo al final, se refirió a Sergio Aguayo y Denise Dresser en los siguientes términos:

“Personajes como Aguayo y Denise Dresser, para sólo mencionar un par de ejemplos, creen que se lucen asestando golpes bajos al nuevo régimen democrático, cuando en realidad sólo evidencian su profundo conservadurismo”.

Atrás quedaron los tiempos cuando Ackerman consideraba a Sergio Aguayo un académico de talla internacional, primero el 11 de junio de 2012 cuando anunció que ambos formarían parte del Frente Ciudadano en Defensa del Sufragio Efectivo, una iniciativa para evitar la “imposición” de otro presidente. Y luego, el 26 de marzo de 2018 cuando repitieron la experiencia con la Red Universitaria y Ciudadana por la Democracia (RUCD), cuyo objetivo era “cuidar” el voto ciudadano.

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Por otro lado, Ackerman miente cuando mete a Aguayo y a Dresser en el mismo saco de quienes según él, se hicieron “de la vista gorda” con el “fraude” de 2006. Sergio Aguayo escribió libros en torno a ese proceso electoral en donde documentó las irregularidades que lo caracterizaron. Incluso, recientemente recordó uno de esos textos a través de su cuenta de Twitter:

“El presidente tiene razón: hubo fraude en el 2006. Investigué el tema y en el libro Vuelta en U aseguré que de no haber sido por las irregularidades “el ganador” hubiera sido Andrés Manuel López Obrador”, escribió Aguayo el 2 de agosto de 2019.

Por lo que respecta a Denise Dresser, en su colaboración para Proceso el 30 de julio de 2006, expuso ampliamente los motivos que la llevaron a dar su voto a López Obrador y en uno de sus párrafos señaló:

“López Obrador no me asustaba como asustaba a otros miembros de mi clase social. De hecho en reunión tras reunión, en conferencia tras conferencia, me convertí en su defensora involuntaria. Porque los argumentos sobre su personalidad mesiánica me parecían exagerados. Porque pensaba que a demasiados de sus detractores les salía espuma por la boca. Incluso una semana antes de la elección publiqué un artículo en Los Ángeles Times argumentando que antes de odiar a López Obrador, las élites económicas y políticas deberían odiar las condiciones que lo produjeron: un sistema socioeconómico que concentra la riqueza y no tiene ningún incentivo para distribuirla mejor”.

Ante todo lo anterior, puede concluirse que Irma Eréndira Sandoval, a imagen y semejanza del presidente de la República, pretende incondicionalidad a todas y cada una de sus acciones, y por su parte, John Ackerman persigue el mismo objetivo respecto al periodismo. Y quien no cumpla con tal condición, es lanzado por ambos a la hoguera de las redes sociales.

Pero para su mala fortuna, el exabrupto de Irma Eréndira Sandoval le ha traído más críticas que respaldos. Desde la tarde del lunes y gran parte del martes circularon en Twitter los hashtags #Irma y #corrupta, donde fueron más los comentarios en contra que a su favor. Por supuesto, éstos últimos han sido replicados por la funcionaria en dicha red social en su afán de aparentar que las opiniones de Dresser y Aguayo le hacen “lo que el viento a Juárez”.  Pero tan no fue así, que ni el artículo de John Ackerman pudo atemperar los cuestionamientos.

Respecto a este asunto, Dresser le respondió así a la funcionaria en Twitter: “Mi estimada: si las críticas te hicieran lo que el viento a Juárez, no tuitearías al respecto. Como decía Shakespeare: “la dama protesta demasiado”. Y los ataques “mezquinos” que te molestan son idénticos a los tuyos sobre Virgilio Andrade luego de sus exoneraciones cuestionables”, anotó el mismo lunes 30.

Un día después y a través de la misma red social, Sergio Aguayo manifestó: “John Ackerman e Irma Eréndira Sandoval me descalifican con adjetivos sonoros por mi columna “Inmolaciones” (publicada en Reforma el 27 de diciembre). Es una pena que evadan temas de fondo sobre verdad, justicia y combate a la corrupción. Responderé en mi columna del 8 de enero con hechos y razones”.

Conclusión: una funcionaria pública que recurre a su cónyuge para intentar contrarrestar las críticas en su contra, incurre en conflicto de interés. Un articulista que se escuda en el periodismo para denostar a quienes critican a una secretaria de Estado con quien le une un vínculo sentimental,  no solo cae también en conflicto de interés sino en deshonestidad ética.

 

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