domingo 17 noviembre 2024

El cuarto momento de la marea rosa

por Pablo Majluf

La llamada «marea rosa» ha tenido tres momentos estelares. Primero, la manifestación ciudadana del 13 de noviembre del 2022 para defender al INE en contra de la reforma constitucional del régimen obradorista que pretendía capturarlo y desmantelarlo. La aglomeración sorprendió a tiros y troyanos con cientos de miles de manifestantes que tapizaron Paseo de la Reforma y culminaron en el Monumento a la Revolución. Gracias a esa primera protesta, la oposición legislativa sintió la suficiente presión multitudinaria para bloquear la intentona autoritaria. 

El segundo momento fue cuando el régimen reviró con el famoso «Plan B»: ya no una reforma constitucional sino una legal, que buscaba prácticamente el mismo efecto sobre el órgano electoral pero atropellando la norma constitucional. La marea rosa regresó ahora con más fuerza el 26 de febrero del 2023, llenando el Zócalo y manifestándose en más de 90 ciudades. El mensaje esta vez ya no fue sólo para la oposición legislativa –que no tenía los votos para impedir el Plan B– sino para la Suprema Corte, lo que Jesús Silva-Herzog llamó, parafraseando a Sternberger y Habermas, “constitucionalismo patriótico”. La Suprema Corte recientemente determinó la inconstitucionalidad del Plan B por vicios legislativos de la aplanadora obradorista.

El tercer momento fue en contra de la propia oposición, particularmente de las dirigencias y las cúpulas partidistas, reacias a abrir el proceso de selección del candidato opositor a la ciudadanía. Querían imponer a un candidato a puerta cerrada. Diversas organizaciones de la sociedad civil que habían empujado las primeras dos marchas amagaron con retirar su apoyo a los partidos en caso de no haber un proceso relativamente abierto con legitimidad democrática. Se logró una negociación parcial –ciertamente no ideal– cuyo fruto fue la conformación del nuevo Frente Amplio y la aparición sorpresiva de la aspirante puntera, Xóchitl Gálvez, quien muy probablemente será la candidata, inyectando un creciente nerviosismo en Palacio Nacional.

Así, la marea rosa ha sido un movimiento orgánico de defensa democrática. Si bien es una amalgama de organizaciones de la sociedad civil, expolíticos, comunicadores, empresarios y aliados dentro de los propios partidos que le dan orientación y organización, su músculo principal viene de la ciudadanía autónoma dispuesta a defender a la democracia y sus instituciones. Ha sido exitosa en cada uno de esos tres momentos, pues ha logrado resistir y frenar los embates del régimen nacionalpopulista contra la democracia. 

Sin embargo, nada de eso habrá servido si no comienza a prepararse para el cuarto y definitivo momento. Sería ingenuo pensar que López Obrador aceptará una derrota electoral en 2024 y que colocará la banda presidencial a un opositor. Nunca ha aceptado una derrota y ya está intentado destruir a Xóchitl Gálvez utilizando ilegalmente toda la fuerza del Estado para ello. Si no consigue descarrilarla y la elección se cierra, echará mano de todos los recursos a su alcance para ganar; si no lo consigue, podría reventar los comicios o provocar una crisis postelectoral, con un INE cuya parcialidad comienza a ser evidente. Por esto, defender al candidato opositor y a los comicios es la última y más importante encomienda de la marea rosa, el cuarto momento, la hora crucial. 

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