Insistir en la revisión del pasado para fortalecer la gobernabilidad va dejando de tener vigencia y atención. Es entendible que se haga, porque para cambiar el estado de las cosas el pasado es en muchos casos un dique.
Sin embargo, lo que está pasando es que el tiempo avanza y las responsabilidades ya recaen en el actual gobierno. Las evaluaciones que está haciendo la sociedad sobre los resultados que va ofreciendo la presente administración empiezan a coincidir en elementos negativos.
El Presidente sigue manteniendo una buena popularidad, la cual en términos generales está intacta. En algunos casos no es muy diferente de la que otros presidentes han tenido a estas alturas, lo que hace diferente las cosas es que López Obrador tiene el control pleno de la agenda y el discurso y esto lo fortalece, independientemente de la fuerza y penetración que adquieren las políticas públicas hacia las y los más desprotegidos.
Sigue siendo un enigma hasta dónde va a alcanzar el dinero que hoy está siendo la base de la instrumentación de las políticas públicas, y más en tiempos en donde la economía está teniendo cada vez más problemas y los niveles de inflación no tienden a ceder, todo indica que en los próximos días tendremos una inflación que esté alcanzando el 8%.
Recientemente, se han presentado reclamos desde el gobierno y sus seguidores sobre el porqué en otro tiempo no hubo una crítica como la que se esboza ahora. El reclamo de nuevo se utiliza para evidenciar el pasado e incluso para desacreditar las críticas y los señalamientos.
Los planteamientos de entrada quitan el derecho de cualquier ciudadano a ejercer la crítica. La cuestión está en si no se hizo en otro tiempo pareciera que por ende le quitará validez a lo que hoy se está planteando. Parece que el dilema se coloca en los terrenos de por qué no se hizo antes no tiene sentido hacerlo ahora y evidentemente no es así.
La clave está en si los planteamientos que se están haciendo deben ser atendidos o si se rechazan solamente porque no se hicieron en otro tiempo. Con razón se podrá plantear la crítica a quienes en otro tiempo no lo hicieron como lo están manifestando ahora.
Sin embargo, no tiene sentido desacreditar la crítica y los señalamientos en función de no haberlo hecho en otro momento. Una de las razones por las cuales buena parte de la sociedad eligió a López Obrador es porque se buscaba, de hecho, se sigue buscando, que las cosas fueran diferentes en fondo y forma.
La crítica cruza las democracias como una forma de vida, no importa el tiempo ni espacio, porque lo que realmente es importante es establecer un ejercicio dialéctico.
No se pueden llevar las cosas a que porque no se hizo antes no vale hacerlo ahora. Podrá ejercerse con razón una crítica a quienes no lo hicieron y lo hacen ahora, pero esto no quita el peso y fuerza del aquí y ahora.
Por más que la memoria sea efímera no se pueden soslayar las muchas críticas y severos señalamientos que se hicieron en el pasado a los gobiernos, lo que incluye las estrategias de seguridad.
Es cuestión de recordar todo lo que se dijo en contra de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en materia de seguridad.
No sólo fueron los ingeniosos cartones en muchos diarios, fueron también los analistas que con toda severidad y profundidad pusieron en evidencia lo que los gobiernos en turno estaban haciendo. Las críticas y análisis de muchos años son los que nos tienen hoy en democracia con todas las imperfecciones que pueda tener.
Si la crítica vale tiene que ser atendida, poco importa si no se hizo antes; esto cuenta particularmente con el tema de seguridad.
RESQUICIOS.
Dice el Presidente que es bueno que haya cambiado la actitud y opinión de la comunidad judía y los jesuitas. Más bien lo que pasó es que atemperaron sus críticas para mejor organizar acciones concretas, como ya es la propuesta del día de oración por la paz del próximo domingo.
Este artículo fue publicado en La Razón el 07 de julio de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.