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Se han adelantado, por sobre la ley, las campañas electorales. No se les llama exactamente con ese nombre, pero para propósitos prácticos, los partidos políticos y las coaliciones electorales, se encuentran realizando actividades que pueden encuadrarse, jurídica y políticamente, como campañas electorales. Así, a las candidatas a la presidencia del México, se les identifica como “Coordinadoras”. 

Y si se adelantan las campañas, aparecen, inevitablemente, la feria de las descalificaciones.  Sin embargo, quien se ha distinguido en esa penosa labor –en campañas o al margen de ellas– es el presidente de México, que día tras día, agrede e insulta a todas aquellas personas que se atreve a criticarlo o aquellas otras que, simplemente, disienten de sus opiniones. Periodistas, empresarios, académicos, políticos, científicos, escritores, feministas, y muchas otras más personas que han sido víctimas de la actitud grosera e impertinente de López Obrador. Ahora le toca a Xóchitl Gálvez, la precandidata del Frente Amplio por México a la presidencia de la república, de quien se ha mofado “porque de niña vendía gelatinas y tamales”. Pero López Obrador ha ido más allá y señala a Xóchitl como corrupta, “que hizo negocios sucios cuando era jefa delegacional en Miguel Hidalgo”; “candidata inflada” la ha llamado, y ahí no para la cosa, pues la acusa de “que presume una falsa identidad indígena y popular”; “que disque le gusta andar en bicicleta” y, en el extremo, guarda cómplice silencio, el presidente, ante la burla de sus sicarios políticos por la forma de hablar de Xóchitl. 

Pero no cesan las agresiones, pues ahora, levantan una gran campaña mediática en las redes y entre muchos medios de comunicación tradicionales, para señalar, injustamente, que Xóchitl también plagió “su informe de experiencia” para obtener su título universitario como ingeniera. Esto, ante los verdaderos plagios como los de Jazmín Esquivel, es francamente, incomparable, desproporcionado, y ya digo, claramente injusto. Cualquier intento de similitud solo ayuda al régimen y contribuye a envalentonar a quienes dedican todos los recursos del gobierno para tratar de descalificar a Xóchitl Gálvez.  

Pero todo lo antes narrado, será solo la parte inicial de un plan de propaganda orquestado por el gobierno de López Obrador para buscar debilitar la candidatura de Xóchitl. Debemos estar atentos, no caer en provocaciones, ingenuidades, y no perder de vista que enfrentamos a un gobierno que no repara en nada y ante nada, con tal de cumplir con sus perversos fines de construir un gobierno dictatorial. 

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