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domingo 22 diciembre 2024

El humor nos liberará

por Fernando Dworak

Como muchos adolescentes inadaptados, Hermann Hesse fue parte integral de mi formación emocional. Una de las ideas que han permanecido de esas lecturas es que no se puede tomar en serio ni a la genialidad, como en la carcajada de Goethe o el juicio a Harry Haller al final de El lobo estepario. Por ello en lo personal nunca he sentido mucho respeto por las personas que se toman demasiado en serio a sí mismas.

Hay pocas actividades es tan importante la agilidad retórica, el humor y la labia como en la política, pues esas cualidades ayudan a tener ideas sobre la capacidad de decisión y temple de quienes elegimos para tomar decisiones. En una democracia un político capaz de reírse de sí mismo muestra confianza. Por ello los regímenes autoritarios y totalitarios temen a la risa y se refugian en la solemnidad: su poder tambalea una vez que la gente les pierde respeto.


FOTO: MOISÉS PABLO /CUARTOSCURO.COM

México ha tenido una relación complicada con el humor. Tras décadas de tlatoanis severos, infalibles e inalcanzables, en 2000 parecimos entrar en una edad dorada con Andrés Bustamante personificando a Vicente Fox en televisión nacional. Tan buen acto fue que el propio presidente electo deseó hacer un sketch con el comediante. Durante ese sexenio hubo mayor libertad que en los anteriores y subsecuentes: la actriz Raquel Pankowsky hizo una excelente caracterización de Martha Sahagún y tuvimos el primer programa realmente satírico con “El privilegio de mandar”.

Lamentablemente esa edad dorada fue silenciada porque, de acuerdo con el PRD, el programa cómico llamaba a votar contra López Obrador. Hubo después alguna que otra sátira más o menos inteligente como “La dictadura perfecta”, pero de ahí volvimos a la relación difícil con el humor. Pero bueno, al menos Peña Nieto aprendió a reírse de sí mismo al final de su gestión.

Tanta solemnidad hizo que nuestros políticos se anquilosaran tanto en su forma de hablar como en su capacidad para tener labia. Identificados por su aburrida jerga y sus predecibles reacciones, perdieron frente a un candidato que la ciudadanía vio como “auténtico” por su forma de hablar y comunicar: López Obrador. Sin embargo, ni a él ni a sus cercanos y mucho menos a quienes le aplauden les gusta el humor, mientras tratan de volver a la imagen del tlatoani sabio y todo poderoso para gobernar.

Soy fiel creyente de que una de las cosas que nos ayudarán a sortear este sexenio será reivindicar el humor. El punto de inicio es entender la indignación por lo que vemos y saber que hay dos maneras para canalizarla.

La primera es la rabia militante: tomar las cosas personalmente, cazar “maromeros”, usar las expresiones populacheras del presidente para atacarlo, hacer o circular memes ofensivos, ridiculizar a los políticos por sus características personales y en general la burla directa. Ese es el camino que usaron, por ejemplo, los moneros de La Jornada: movilizar las vísceras para que la persona se sienta justificada a partir de la indignación. Esta ruta nos llevaría a ser iguales a quienes sólo reaccionan emocionalmente del lado de Morena, con el agravante de que al gobierno le conviene que vivamos enojados.

La segunda es más difícil y requiere de mucha creatividad: cultivar la sátira. Por ejemplo, en vez de atacar a los maromeros, implica exponer sus falacias. O dejar de presentar imágenes grotescas de políticos para simplemente burlarse de sus imágenes. También se podrían poner sus declaraciones en otros contextos. Las combinaciones para jugar son infinitas. Todavía mejor, la buena sátira abre posibilidades para pensar nuestra situación, fomenta la agilidad mental y sobre todo, reorienta el debate público en términos distintos a la polarización.

¿Hay satíricos en la caricatura política? Sí, como Paco Calderón y Alarcón, aunque hacen falta más. ¿Alguna recomendación literaria? Busquen los libros de la serie Discworld de Terry Pratchett, aunque por las portadas parezca literatura juvenil. El planteamiento de estos libros es: ¿cómo funcionaría un mundo plano, que navega por el universo sobre cuatro elefantes y una tortuga? El espejo satírico es altamente cómico y mucho más profundo de lo que pareciera.

Juguemos: sólo el humor nos liberará.

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