Con cierta razón prevalece la idea de que en el 2024 Morena conservará en términos generales el poder. Es probable que el Congreso quede más dividido de lo que está ahora, pero también se aprecia, en función de los actuales escenarios, que la Presidencia siga en manos del partido del Presidente.
La oposición sigue estando en un laberinto, aunque a veces da interesantes señales de vida. Sigue sin verse, por ahora, la posibilidad de que presente un candidato o candidata que enfrente a una de las “corcholatas” del Presidente, concepto poco grato.
Lo que se vislumbra es que si Morena logra de manera mínimamente consensuada la selección de quien los represente en el 2024, estará resolviendo un gran problema. Por más que apelen a los acuerdos y a que lleven el proceso en buena lid, es claro que el suelo no está tan parejo y que las corrientes del partido se van manifestando de muchas maneras.
Por más que el Presidente presuma que todo será bajo consensos, llegado el momento vendrán las inconformidades en medio de escenarios difíciles de predecir, pero que podrían colocar a los inconformes participando con otros partidos como candidatos externos; particularmente, se piensa con razón, en Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal.
Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López tienen tatuado al Presidente, cuestión fundamental para quien terminará decidiendo. López Obrador será evaluado a futuro entre otros elementos por quien sea el próximo presidente. Quien llegue será con la venia del mandatario y deberá entender que debe cuidar al tabasqueño.
Como fuere, en Morena las cosas terminarán por arreglarse a como dé lugar vía Palacio Nacional, llegado este momento ya se verá hasta dónde alcanza la inconformidad de quienes eventualmente sean excluidos.
La oposición está ante una oportunidad. Su gran apuesta, han dicho, es la Presidencia, pero hay mucho más electoralmente en juego. Un buen número de gubernaturas estarán en disputa, va a cambiar todo el Congreso y se van a renovar una gran cantidad de presidencias municipales.
Estará la posibilidad de un nuevo equilibrio de poderes. Una elección como la del 2018 difícilmente se va a repetir, López Obrador fue candidato durante 12 años, lo cual le permitió integrarse al imaginario colectivo a la vez que se convirtió en una alternativa entre el desgaste y la esperanza de cambio.
El gran reto para la oposición es que se mantenga cohesionada en tiempos en que al interior del PRI y el PAN se están presentando rudos debates que los van llevando a confrontaciones y cuestionamientos, el tema pasa por sus liderazgos.
El caso del PRI es el más serio. Por más que el tricolor sea una mala marca, conserva influencia y peso en algunas zonas del país, no se puede descartar por lo que significa el número de votos que puede llevar a la alianza.
Las declaraciones de su presidente Alejandro Moreno en el sentido de que se armen las familias para defenderse lo que han provocado es que tanto el PRD como el PAN se deslinden y tomen distancia; las armas las carga el diablo y son por principio un riesgo.
Sumemos que las y los expresidentes del partido quieren quitar del cargo al afamado Alito. Todo apunta a que por más que el campechano quiera terminar su mandato trae poco tiempo de vida política, es un asunto que pasa por lo que queda del PRI y lo que le puede pesar a la alianza.
La suerte no está echada, pero mientras la oposición no dé señales de vida las “corcholatas” estarán más preocupadas por lo que pase entre ellas, que por lo que se les aparezca enfrente.
RESQUICIOS
Si no se entiende que la muerte de migrantes es un asunto de responsabilidad compartida seguiremos en los absurdos dimes y diretes de que, si el tráiler salió de México, si la frontera es porosa, si se abordará el tema en el encuentro de presidentes, más todo lo que se les ocurra. El problema es que no hay políticas migratorias que definan, entre otras cosas, a la migración como un derecho humano.
Este artículo fue publicado en La Razón el 30 de junio de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.