Decía Virginia Woolf: “El lenguaje es vino impregnado en los labios”. Cabe señalar que esa frase está llena del amor genuino y se la dijo a su amado esposo Leonard, pero la pronunció en alguna ocasión en la que descorchó una botella de un vino alemán simplón: un Blue Nun.
No obstante, esa frase no pierde su poder de amor más allá de la pobreza del vino que la inspiró y, si me lo permiten, erotismo.
«In vino veritas, in aqua sanitas» —para los que fuimos a escuela pública y tuvimos que infiltrarnos entre los ‘chacas’ para sobrevivir: “En el vino está la verdad; en el agua la salud”— Dijo Plinio el Viejo, no el nuevo, el viejo.
Tarde que temprano, si se tiene la conciencia de la existencia de uno mismo, ya sea por los caminos de la ciencia, el arte e, incluso, la filosofía y, no podía faltar, la religión, al final de ese conocimiento habrá vino.
Les aseguro que beber un Romanée-Conti no los hará iluminados, ni siquiera más sabios o les dará el conocimiento para demostrar que se puede viajar a en el tiempo tiempo a través de “los agujeros de gusano” en el espacio exterior. Vaya, no los hará ni nos va a hacer inmortales.
Beber vino es un ejercicio de humanidad, de no estar peleado con la felicidad, el placer y la poesía. Aunque no entendamos a plenitud cualquiera de esos tres conceptos.
Recuerdo que hace años, cuando comencé a beber vino, sentía una manera muy distinta de embriaguez a las que antes había conocido. Sentía que mis hombros se relajaban, en lugar de sentirme eufórico nada más, todo olía y sabía mejor, me sentía feliz y enamorado, aunque no tuviese una hermosa chica a quien amar en ese momento.
Por eso compartir una botella de vino, sencillo o sofisticado, para mí es decirle a esa mujer que me gusta: Te amo, me importas, confío en ti. Paso siguiente, comprobar la hipótesis de Woolf: escuchar a quien amas y besarla para confirmar.
El vino es un pedacito de amor infinito, al menos, en nuestra breve y finita existencia y humanidad en la historia del planeta, ya no digamos en el universo. No sé ustedes, pero yo amo a ese pedacito de amor infinito, se lo he dicho.
El lenguaje es vino impregnado en los labios…