Existen bases concluyentes para colocar al norte del país como una zona con mejores condiciones económicas que el sur.
Desde la cercanía con EU hasta un gran desarrollo industrial que ha permitido crecimiento, generación de empleos, creación de instituciones educativas que han permitido círculos virtuosos a través de los jóvenes.
Hace unos días conversamos con Ken Salazar, embajador de EU en México, quien nos decía que en los diagnósticos de su equipo y en los que le habían presentado funcionarios del gobierno existía una constante, “el sur de México ha sido olvidado”.
La idea de que el norte trabaja para el sur es lamentable, porque en esta zona del país se ha logrado ir sobreviviendo en medio de condiciones adversas que incluyen la corrupción, la pobreza, la explotación, la concentración de la riqueza y particularmente la violencia.
El país como un todo tiene un marcado desarrollo desigual. Si bien en el norte hay condiciones favorables también es cierto que la pobreza sigue presente en algunas ciudades, lo que ha llevado a que se presenten hechos de violencia derivados de la misma situación económica y de la presencia de las bandas del narcotráfico.
Lo que es un hecho es que, más allá de condiciones económicas y sociales diferentes, lo que está siendo una constante en todo el país es la violencia. La idea de que el norte y el centro son más violentos que el sur no permite tener un diagnóstico preciso de los altos índices de violencia en todo México.
En el sur existe una violencia cotidiana y latente por muchas razones como usos y costumbres, violencia intrafamiliar, feminicidios y en general por un marcado proceso de agresión contra las mujeres.
La violencia que se vive en el sur quizá no es tan manifiesta ni visible como lo que pasa en el norte y el centro, pero es un hecho que se vive bajo condiciones de adversidad que rompen la convivencia social, a lo que se suma una variable fundamental para entender y atender uno de los grandes problemas, la pobreza.
Las recientes mediciones sobre la violencia quizá no han tenido los necesarios elementos para poder escudriñar en zonas que permitan conocer las condiciones reales de lo que sucede. Todo instrumento que se aplique debe considerar que las realidades de los muchos Méxicos obligan a analizar las cosas de manera distinta y abordarse de manera diferenciada.
No es lo mismo aplicar un cuestionario o desarrollar una investigación en el norte que en el sur. Dicho de otra manera, no se le puede preguntar lo mismo a quienes viven en el norte que a los que viven en el sur; son realidades y entornos distintos.
Nos decía Olga Sánchez Cordero que la violencia en todo el país se ha “normalizado” sobre todo en el sur, lo cual debiera llevar a consideraciones distintas de lo que sucede en el norte, el centro y lo que pasa en el sur: “En algunas comunidades, nos dice, proliferan embarazos de adolescentes, en muchos casos son producto de violaciones que se llegan a dar al interior de las familias lo cual llega a verse como parte de sus vidas… agreguemos a todo esto el terrible tema de la venta de niñas”.
Para tener el pleno diagnóstico de la cada vez más lacerante y muy a menudo imparable violencia se debe tener un diagnóstico que vaya más allá de la delincuencia organizada. Lo que pasa en muchos lugares está terminando por ser un detonador de la normalización de la violencia.
En muchas ciudades del sur se viven situaciones al extremo. Tengámoslo claro que para ver al país como un todo se debe entender que vivimos diferentes realidades a las cuales hay que sumar la migración; esto somos y en esto andamos.
RESQUICIOS
En afanes de transparencia estaría bueno que se hiciera un corte de caja y nos dijeran dónde anda el dinero que Emilio Lozoya y Alonso Ancira “regresaron” para correr por su vida, y quién se queda con las acciones de Radiópolis que entregó Cabal Peniche para que no lo metieran a la cárcel.
Este artículo fue publicado en La Razón el 19 de octubre de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.