marzo 10, 2025

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Un grupo de mexicanos fue objeto de un letal ataque terrorista por el simple hecho de ser mexicanos. Sí, un ataque terrorista de un seguidor del presidente de los Estados Unidos. Habrá que repetirlo las veces que sea necesario para entender la gravedad del acto.

La condena en aquel país ha sido firme. Mientras tanto, en México la tragedia se ha utilizado como una nueva arena para la batalla política en la que nada tienen que ver las víctimas. Por un lado, senadores del PAN no tardaron en torpemente relacionar el discurso neofascista de Trump con la narrativa de clase de AMLO; por el otro, los esbirros del presidente en redes sociales acusaron a sus adversarios de “promover el odio”, equiparándolos a la ultraderecha estadounidense, por el simple hecho de ser críticos.

¡Vaya mezquindad! ¡Vaya forma de banalizar el discurso de odio contra nuestra nación!

¿No se nos ocurre que esto nada tiene que ver con la lucha por el poder político en México? ¿Que estamos ante algo mayor que se cocina en las entrañas del país en el que habita la segunda mayor población de mexicanos?

La pequeñez de la respuesta en nuestro territorio simplemente confirma la enorme lejanía, vaya, la indiferencia que tenemos con nuestros connacionales viviendo en los Estados Unidos. Demuestra que no tenemos la menor idea de la vulnerabilidad que afrontan. Evidencia que no existe sentido de urgencia ante el creciente sentimiento antimexicano que ya transitó de expresarse en afrentas verbales como el “go home” y el “build the wall”, a resonar en forma de balas.

En lugar de estar realizando comparaciones insostenibles para sacar raja política, deberíamos estar exigiendo a nuestro presidente una postura más firme frente al movimiento antimexicano y una estrategia puntual para defender a los nuestros.

Mínimamente el presidente Obrador debió acudir a El Paso a reunirse con las víctimas y encabezar actos de solidaridad. Se debió declarar luto nacional en nuestro país, alzar la voz en todos los foros posibles y exigir en la mesa de negociación con los Estados Unidos la protección legal y física de nuestros connacionales.

López Obrador obtuvo el 65% de los votos de mexicanos en el exterior. El apoyo que tiene en Estados Unidos es palpable cada vez que acuden miembros de MORENA a ese país. No obstante, el presidente no ha sido reciproco en su respaldo a esa comunidad, como lo evidencia el recorte al presupuesto otorgado a los consulados.

Desafortunadamente, no es solo un asunto de gobierno. Lo de El Paso también desnuda la indiferencia de los mexicanos en México con sus connacionales fuera. Un ataque terrorista contra mexicanos en Estados Unidos, creo yo, es equiparable a la tragedia de los 43 jóvenes desaparecidos en Iguala o a la de la Guardería ABC y, sin embargo, no hubo un alma que se manifestara en las calles. En México se percibe como un asunto del exterior y no como una afrenta directa a nuestra nación.

Guardando las debidas proporciones, diversos genocidios y crímenes de lesa humanidad comenzaron con discursos de odio similares y con ataques violentos aislados. Mucha gente se pregunta ¿por qué nadie evitó que los judíos comenzaran a ser estigmatizados? ¿cómo es que no se pudieron prevenir los genocidios de los tutsi en Ruanda o de los musulmanes en Srebrenica? En todos esos casos eran poblaciones vulnerables habitando Estados dirigidos por gobiernos hostiles; no había quién los defendiera. Para los mexicanos sí hay Estado y un gobierno que los represente, que, si no actúa con firmeza, pecará de cómplice ante la mayor amenaza que hemos afrontado como nación.

Podríamos empezar por entender que eso que llamamos nación ya no sólo habita en nuestro territorio y que debe ser protegida donde quiera que se encuentre.

Autor

  • Carlos Matienzo

    Politólogo por la UNAM y Maestro en Administración Pública con especialización en Seguridad por la Universidad de Columbia, Nueva York. Especialista en temas de seguridad y gobernabilidad.Twitter: @CMATIENZO

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