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jueves 19 septiembre 2024

El poder del perro

por María Cristina Rosas

El perro es el mejor amigo del hombre. Sin embargo, no siempre el hombre es el mejor amigo del perro. El perro (Canis lupus familiaris) ha acompañado a los humanos desde hace aproximadamente 15 mil años, siendo domesticado por las sociedades en apoyo a la cacería. Descendiente del lobo (Canis lupus) es considerado una deidad en la provincia de Guizhou, República Popular China, donde los lugareños le organizan una ceremonia en el marco de las cosechas de arroz. Los aztecas veneraban al Xoloitzcuintle (también denominado perro pelón mexicano) que protegía a los vivos y guiaba a las almas de los muertos para que transitaran por Mictlán, el inframundo. En el hinduismo, el perro es el guardián de las puertas del cielo. En Nepal, a lo largo de un día cada año, se venera a los perros de las familias, pero también se acoge a los callejeros y se les celebra con flores y comida. En el antiguo Egipto eran tan apreciados que cuando fallecían, sus dueños se afeitaban la cabeza en señal de duelo y aflicción además de que al morir sus amos los canes eran momificados y enterrados junto con ellos. Debido a la presencia del perro en tantas civilizaciones y la cosmogonía que las circunda se ha dicho siempre que todos los perros van al cielo.

Con lo anterior se corrobora que los perros tienen un valor histórico, antropológico, cultural y social -además de afectivo, claro está. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para ellos. Se calcula que existen unos 900 millones de canes en el planeta, de los que el 70 por ciento viven abandonados sufriendo toda clase de maltratados y vejaciones. Esta situación no es nueva. Los Xoloitzcuintles, por ejemplo, que, se sabe, eran consumidos por los antiguos mexicanos, enfrentaron el rechazo de los conquistadores españoles hacia ellos, por considerar paganismo su adoración. Los frailes posiblemente iniciaron el hostigamiento contra los canes por razones religiosas, al restringir el consumo de su carne. La corona española, por su parte, dispuso que se eliminara a los perros nativos, por lo que fueron envenenados. En Grecia, la práctica de envenenar perros y gatos callejeros es ancestral y pervive e incluso se exacerbó con el advenimiento de los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004. En la RP China, el tráfico ilícito de perros es común, y muchos son arrancados de sus familias para venderlos en granjas donde se les cría y engorda con fines comestibles, en condiciones deplorables. Casos como esos y muchos otros, cada vez son más divulgados. Las redes sociales están plagadas de imágenes del maltrato a los perros -y otras especies, claro está- y de organismos, mayormente de voluntarios o no gubernamentales que muestran el trabajo de rescate y sanación -cuando esto es posible- de lomitos lastimados, heridos, abandonados, golpeados, etcétera.

Zoon economicus

La empatía, inducida o no, que se observa en las sociedades de hoy por los perros y otros animales no humanos, tiene beneficios de varios tipos para terceros, no necesariamente para los peludos. En esta oportunidad se abordarán dos aristas de ellos: los económicos y los políticos.

En el terreno económico, muchas empresas usan la etiqueta pet friendly invitando a los empleados a llevar a sus animales de compañía al trabajo. Consideran que ello genera empatía con los clientes e incrementa las ventas. Hoy como nunca, las corporaciones viven de su imagen. Kimberly-Clark México ha usado adorables cachorros de labrador en las envolturas y publicidad de sus productos de papel higiénico, toallas de cocina y servilletas marca Pétalo, logrando que los consumidores las elijan sobre aquellos que cumplen la misma función y hasta son más baratos: todo por un simpático y adorable puppy. Aquí no importa a cuántos cachorros los forzaron a hacer montones de tomas para los promocionales de Pétalo, como tampoco si se incurrió en maltrato animal durante el rodaje o la elaboración de los mismos. El sector turístico también ha incorporado lo pet friendly a los servicios de hospedaje y cada vez es más frecuente encontrar restaurantes que dan la bienvenida a personas con sus peludos. 

La industria del cine se ha beneficiado ampliamente de los canes, desde los tiempos de Charles Chaplin al día de hoy. En la animación, los canes han sido protagonistas o bien acompañantes fieles de otros célebres, como ha sido el caso de Pluto, Canito, Droopy, Lindo Pulgoso, Snoopy, Sparky, Milú, Huesos, Astro, Goofy, Oddy, Marmaduk, Scooby Doo, Pongo, Perdita, etcétera. Aquí muchas el maltrato animal es la narrativa recurrente, la cual es castigada vigorosamente o romantizada –i. e. La dama y el vagabundo, 101 Dálmatas, etcétera. En las películas y series de acción viva hay corto y largometrajes memorables como Vida de perros (cortometraje de Charles Chaplin de 1918), Marley y yo (2008), La máscara (1994), Mi vida como perro (1985), Benjie (1984), Lassie (1943), Siempre a tu lado (2009), La razón de estar contigo (2017), Mis huellas a casa (2019), Socios y sabuesos (1989), Mejor imposible (1997), La verdad sobre perros y gatos (1996), Beethoven: uno más en la familia (1992), Amores perros (2000), Dog: un viaje salvaje (2022), Superagente K9 (1989), etcétera. Es muy difícil no enternecerse con la historia de Hachiko, en Siempre a tu lado, o derramar algunas lágrimas en Marley y yo o bien en La razón de estar contigo, pero…

Generalmente al final de los largometrajes o series de Hollywood figura la leyenda de que “ningún animal fue maltratado durante el rodaje”, si bien esto no es del todo cierto. Durante la realización de la película La razón de estar contigo de Lasse Halström se documentó a través de videos efectuados durante el rodaje, cómo Hércules, un pastor alemán, fue obligado a realizar una escena en el agua a pesar de que el perro tenía miedo, e incluso fue sumergido contra su voluntad mientras se escuchan voces de varias personas en el set que exigen rescatarlo y parar la filmación. Ello generó una tremenda controversia dado que la American Humane Association responsable de certificar que no haya maltrato animal en las filmaciones culpó a su representante en el rodaje a quien suspendió. Sin embargo y no obstante el deslinde de Ambling Entertainment y Universal, todo parece indicar que se cometen atropellos contra los canes -y no sólo contra ellos- en las filmaciones.

La participación de estos y otros animales en producciones, dejando de lado por un momento el maltrato, han resultado benéficas para las empresas. Marley y yo, con un presupuesto de 60 millones de dólares recaudó 247. 8 millones en taquilla. La razón de estar contigo se realizó a un costo de 16 millones de dólares, pero ganó 46. 7 millones en taquilla. La máscara donde, si bien Milo –su verdadero nombre es Max- acompaña a un atolondrado Stanley Ipkiss (Jim Carrey) en su transformación de mediocre empleado bancario a un extrovertido personaje vestido de manera estrafalaria que tiene el poder de transformar su entorno en La máscara- fue un blockbuster que costó 18-23 millones de dólares y recaudó 351 mlllones en taquilla. Los animales en el cine venden, aunque en la meca del cine no pueden aspirar a ningún premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. En el Festival de Cannes, Francia, en cambio, sí existe un galardón a la mejor actuación canina en animación o acción viva desde 2001. Por ejemplo, en 2011, Uggie, el perrito que acompañó a George Valentin (Jean Dujardin) en El artista, se llevó el Palme Dog.

Premios y producciones aparte, los perros, al igual que otros animales de compañía han generado un mercado que produce alimentos -desde los más básicos hasta premium-, vitaminas, medicinas, ropa, camas, juguetes, cosméticos, localizadores, cámaras de monitoreo, aplicaciones sobre salud y cuidado animal, y otros artilugios antes impensables, para ellos. Existen celebridades que se han montado en el cuidado de los animales, como César Millán, quien enseña a televidentes y usuarios de plataformas, cómo tener, cuidar y elegir una mascota. Los infaltables perrines chihuahua en el bolso de Paris Hilton son una suerte de marca registrada e imagen pública de la heredera del imperio hotelero. La industria también produce muchos empleos directos: las y los paseadoras/es de perros. En Guadalajara, la empresa Dog Dog Encaminando a tu Perro, ofrece los servicios de paseadores de canes, algo cada vez más apreciado dado que en mucho hogares el tiempo disponible es limitado y los peludos demandan atención. Otro tanto ocurre con los servicios de estética o grooming. En la medida en que el perro pasó de ser mascota a animal de compañía, dejó de ser objeto y se convirtió en sujeto de derechos -muchos países han legislado para protegerlos a ellos y otras especies, del maltrato animal- cuyo bienestar es fundamental, por lo que el gasto en su alimentación, aspecto, paseos y salud se ha elevado en consecuencia, lo que beneficia a las corporaciones que ofertan todos los servicios descritos y muchos más. La decisión de l@s millenials de postergar la maternidad/paternidad abona a este fenómeno: en encuestas se ha documentado que muchos de ellos consideran que la mejor manera de prepararse para cuando lleguen los hijos, es contar con un animal de compañía. Muchos otros simplemente no quieren explorar la maternidad/paternidad y optan por depositar sus afectos en los peludos u otros animales no humanos. No es algo del todo nuevo si bien se acentúa en las generaciones más recientes. Otro hecho a destacar es que, con el envejecimiento de la población de todo el mundo, cada vez se torna más necesario contar con perros de apoyo ante diversas afecciones de las personas por lo que hay empresas especializadas en esas lides.

Zoon politikon

Las figuras políticas siempre están en el ojo de la tormenta. El ejercicio del poder no es sencillo y muestra a presidentes, ministros, empresarios u otros líderes, como tomadores de decisiones, en general, rudos. Cuando Barack Obama aparecía con Bo, ese simpático perro de agua portugués, generaba la imagen de ser alguien normal, sensible y las personas, incluyendo sus detractores, se identificaban con él. Cuando Vladímir Putin abrazaba y besaba al cachorro Verny, un hermoso pastor centroasiático, regalo de cumpleaños del presidente de Turkmenistán, su dureza fue puesta en duda por las audiencias -especialmente antes de que decidiera hacer su operación militar especial en Ucrania-, mejorando así su imagen pública. George W. Bush hizo del terrier escocés Barney el protagonista de su administración, de manera que en sus dos mandatos se habló mucho del peludo y sus andanzas en la Casa Blanca mientras su amo decidía hacerle la guerra a Irak en 2003. Winston Churchill, apodado él mismo Bulldog, tuvo en su adolescencia un can de esa especie, pero ya como primer ministro su compañero fiel fue Rufus, un caniche marrón que lo acompañó durante sus lides en la segunda guerra mundial. ¿Qué decir de los famosos corgi de la hoy occisa reina Isabel II? Gracias a ellos, la imagen de la Casa de Windsor superó algunos de sus momentos más bochornosos. 

En el mundo de lo políticamente correcto, tener un perro es necesario. Aquí no es tan importante el bienestar animal como los beneficios que reporta a sus dueños. En Estados Unidos, sin ir más lejos, todos los mandatarios con la excepción de Donald Trump, han tenido animales de compañía, en especial perros. George Washington, el primer presidente de esa nación, llegó a tener 12 peludos y se declaró amante de ellos por lo que parece haber iniciado esta importante tradición. “Si quieres tener un amigo en Washington, busca un perro” reza una conocida frase atribuida a Harry Truman. Algunos perros de los presidentes del vecino país del norte cuentan con páginas de fans en redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram; libros, películas, además de que presumen miles de seguidores. Al tornarse en influencers estos peludos parecerían llevar el debate público a otros terrenos, lejos de las controversias y las críticas que son propias de los juegos de poder y de guerra en que se involucran sus amos.

Después de todo, en Estados Unidos 69 millones de hogares poseen al menos un perro. Desde 1991 el labrador es el perro preferido -lo que explicaría el éxito de una película como Marley y yo. ¿Cómo ignorar, desde la alta política, el valor potencial de los peludos para ganar la aprobación de las audiencias? Se trata nada más y nada menos que del poder del perro. Una publicación tan seria como New York Magazine dedicó un extenso artículo para preguntar a sus lectores en 2019 qué perro se vería mejor en la Casa Blanca, justo en el marco de las elecciones primarias del partido demócrata. Elizabeth Warren, Pete Buttigeg, Kirsten Gillibrand, John Hickenlooper y Joe Biden aparecen con fotografías donde muestran a sus peludos aparentemente en la idea de que el electorado elija al perro -con todo y dueño, claro está- que más le guste para habitar en la Casa Blanca. 

Existe en Washington D. C. un museo dedicado a los animales no humanos que han acompañado a los mandatarios. Con todo, no deja de ser irónico que en la capital de ese país se tenga la tasa más baja de tenencia de perros de todo el país: apenas del 22. 5 por ciento. Pero… ¿poseer canes hace a los mandatarios de Estados Unidos u otras partes del mundo, mejores personas? Ellos así quieren ser vistos. Claro que también los tiranos han tenido perros: Blondi, la pastor alemán favorita de Hitler, era tan apreciada por este personaje, que se la llevó al búnker a morir con él en el desenlace de la segunda guerra mundial. Nicolae Ceausescu fue fotografiado varias veces con su labrador negro Corbu, quien lo acompañaba a eventos públicos y gozaba del afecto del dictador. ¿Todos los perros van al cielo, incluso Blondi y Corbu? Seguramente sí, aunque sus amos deben estar en las antípodas. Después de todo, no tiene la culpa el perro sino el que lo hace su animal de compañía.  

¿Por qué perros y no, por ejemplo, elefantes, hipopótamos -como en el caso del narcotraficante Pablo Escobar- o leones -que fascinaban a Benito Mussolini e Idi Amin? Teodore Roosevelt tenía una serpiente, en tanto Andrew Jackson adoptó un loro al que enseñó palabrotas. John Quincy Adams albergaba un cocodrilo en uno de sus baños -no en el inodoro, claro está. Los perros, sin embargo, son algo normal en los hogares. La tenencia de otras especies no sólo es un delito en muchos lugares, sino que proyecta una imagen de irresponsabilidad de sus dueños. De ahí que los peludos se abrieran paso en los círculos políticos como animales que hacen ver a sus amos ambientalmente responsables.

La manera en que los políticos, dictadores o no, se relacionan con los peludos impacta en la percepción de las personas. Para un presidente en silla de ruedas como Franklin Delano Roosevelt, la imagen de Fala, un terrier escoces que se convirtió en una verdadera celebridad, ayudó a mitigar la imagen de fragilidad del presidente, llevando a que las miradas se posaran en ese perrito que jugaba en la Casa Blanca y a quien su amo llevaba incluso a reuniones con líderes mundiales como Winston Churchill. También posibilitó que diversas decisiones que tuvieron que tomarse de cara a la segunda guerra mundial, fueran menos escrutadas o impugnadas por la población, la que seguía fascinada las aventuras de Fala, a quien los estudios cinematográficos hasta le hicieron una película. En 1944, Roosevelt se refirió a los ataques que recibía de los republicanos hacia su gestión, y aseguró su reelección cuando desmintió que Fala hubiera sido abandonado por accidente durante un viaje a las islas Aleutianas. El perrín recibía más correspondencia que muchas figuras públicas e incluso se le asignó una secretaria para que respondiera las misivas. En el monumento a Roosevelt en la capital estadunidense se aprecia una estatua de Fala a los pies de la del mandatario y es el único caso de un can presidencial inmortalizado de esa manera.

Un caso por demás fascinante es el de Belka y Strelka, dos perritas soviéticas que fueron enviadas al espacio ultraterrestre a bordo del Sputnik V el 19 de agosto de 1960 -no está de más señalar que hoy Rusia tiene la población canina más grande de toda Europa Oriental, con 12 millones de peludos. A diferencia de su antecesora, Laika, cuya misión en el Sputnik II se sabía que era un viaje sin retorno, Belka y Strelka volvieron sanas y salvas a la Tierra. No sólo eso. Una de ellas, Strelka, tuvo seis cachorros con un perro de nombre Pushok, que también había participado en diversos experimentos alusivos a la carrera espacial soviética, si bien no fue enviado al espacio -siempre se prefirió a las hembras porque a diferencia de los machos no necesitan levantar la patita para orinar, tema importante considerando que las cápsulas espaciales eran reducidas. Pues bien, uno de los cachorros de Strelka recibió por nombre Pushinka y fue obsequiada por el líder soviético Nikita Kruschov a la familia Kennedy durante una importante cumbre en Viena. El clima político era de fuerte tensión entre las dos potencias y de alguna manera el regalo buscaba destensar un poco la situación.

Pushinka fue escrupulosamente revisada por el servicio secreto estadunidense. Una vez verificado que era una simple perrita, hizo amistad con Charlie, un can de los Kennedy y tuvieron varios cachorros. John F. Kennedy, se sabe que tenía una salud quebrantada: de niño enfermó de varicela, escarlatina y ya como mandatario también debió entrar al quirófano por su recurrente dolor en la espalda. Enfrentaba hipotiroidismo. Tras su asesinato se supo que también padecía la enfermedad de Adison. Tenía muchas alergias y ello le dificultaba tener perros, pese a lo cual aceptó el regalo de Kruschov: no hacerlo, habría tenido terribles consecuencias para las relaciones bilaterales. Pushinka aparece con la familia presidencial en varias imágenes y ha sido una muestra de amores perros de la descendiente de una genuina heroína espacial -y por qué no también, especial. La diplomacia de los perros, una vez más triunfó sobre los escépticos.

U.S. President George W. Bush sits in his pickup truck with his Scottish Terrier dog Barney

Barney, el célebre terrier escocés de George W. Bush fue quien verdaderamente salvó su presidencia. Como se recordará Bush fue declarado vencedor en los comicios presidenciales del año 2000 de manera polémica frente al candidato demócrata Albert Gore. No sólo eso: a Bush le correspondió dar la cara frente a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, desarrollar las hostilidades contra Afganistán por ser presunto refugio de terroristas y, por si fuera poco, llevar a cabo una guerra contra Irak a partir del 20 de marzo de 2003 conforme a premisas equivocadas -la existencia de armas de destrucción en masa en el país árabe. La creación de un costoso ministerio para velar por la seguridad de los estadunidenses y el subsecuente incremento del gasto militar bajo su administración, pasaron de largo para millones de estadunidenses quienes absortos observaban las aventuras de Barney.

Este perro, sin embargo, no era del agrado de todo mundo. Solía morder a los periodistas -según Laura Bush porque no le gustaba el acoso de los paparazzi- e incluso a miembros del staff del presidente. Karl Rove, jefe de gabinete de Bush llegó a afirmar que Barney era un “tumor.” Peor aún fue el disgusto de Bush cuando en un encuentro con Vladímir Putin se hizo acompañar por Barney e irónico, el presidente ruso le dijo: “¿eso es un perro?.” Aquí el poder suave del perro colapsó. En una visita del líder estadunidense a Moscú, Putin presumió a su amada labradora negra Koni –la misma que aterrorizó a Angela Merkel-, de quien exclamó, comparándola con Barney: “es más grande, más fuerte y más rápida.” Incluso Putin fue tan lejos como para afirmar que Barney hacía que Bush luciera “afeminado.” 

Alberto Fernández cuando realizaba su campaña por la presidencia de Argentina en 2019, introdujo a Dylan, un hermoso collie a las audiencias en sus spots publicitarios. Lleva ese nombre en honor a Bob Dylan, de quien Alberto Fernández es fan. El perro, de la misma raza que el célebre Lassie, se convirtió en una enorme sensación, con miles de seguidores en su cuenta de Instagram. Sin duda fue un factor clave para incrementar la popularidad de Fernández y convertirlo en el actual inquilino de la Casa Rosada. Dylan es el padre de Prócer, que también permanece con la familia presidencial y fue llamado así por un episodio de Los Simpson en que la familia se deshace de Huesos y lo cambian por un collie. En fin, que el nombre del descendiente de Dylan fue sugerido por el hijo de Alberto Fernández. En Argentina, donde Los Simpson son inmensamente populares, seguramente que el nombre del peludo estuvo fríamente calculado. Hoy cuando Fernández ha anunciado que buscará la reelección en los comicios del próximo mes de octubre, no se sabe si empleará una estrategia similar con sus canes. Su popularidad en estos momentos no le ayuda: seis de cada 10 argentinos consideran mala su gestión y no se sabe si sus fieles amigos collie podrán revertir esta tendencia.

Historias y anécdotas como las descritas, abundan. E incluso cuando los políticos tratan mal a los peludos, eso les beneficia. Lyndon Johnson recibió duras reprimendas de parte de la citada Humane Association y activistas defensores de los derechos de los animales no humanos cuando en 1964 tomó a su beagle He por las orejas, llevando a que el pobre can chillara. Johnson alegó que el perro no estaba sufriendo y que era bueno tomarlo por las orejas para que el peludo pusiera atención. Este episodio le permitió que la opinión pública lo criticara por maltrato animal un tiempo, mientras él veía la manera de resolver temas tan espinosos como la guerra de Vietnam. Con todo, también tuvo que encontrar tiempo para disculparse por lo sucedido e incluso se convirtió en miembros de la Humane Association. Por cierto, Johnson era amante de los perros. ¿Por qué molestó a su beagle de esa manera? Ese es un secreto que Johnson se llevaría a la tumba.

Cuando Vladímir Putin mostró a Angela Merkel a su célebre labradora negra Koni, acaparó los titulares de todo el mundo con opiniones de condena y enojo. Merkel, quien años atrás había sido mordida por un perro, tiene fobia de los peludos, cosa que Putin presumiblemente sabía. Pero él como es un rudo, llevó a Koni para molestarla. Putin afirmó que desconocía esas fobias de la canciller germana. En los medios occidentales, Koni fue insultada de manera profusa: la llamaban “bestia”, “salvaje” y poco faltó para que la catalogaran como animal salido de las entrañas del infierno. Previo a este incidente, Koni ya era una celebridad en Rusia. De hecho, cuando fue lanzado el sistema de geoposicionamiento global Glonass en 2008 como alternativa al GPS de Estados Unidos, los empresarios que explicaban al presidente ruso cómo operaría el sistema colocaron un collar a Koni mismo que sería utilizado para monitorear a la perrita desde el espacio evitando que se perdiera. Pero regresando al episodio con la canciller germana, Putin logró su objetivo: logró que la mujer a la que la revista Forbes consideró por 15 años la más poderosa del mundo, mostrara temor y se le percibiera frágil. La propia Merkel reconoció que esa habría sido la intención del mandatario eslavo con este suceso.

En mayo de 2022, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenski, acompañado del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, entregó un reconocimiento a Patrón, un avispado Jack Rusell terrier, por haber detectado unas 200 minas colocadas por el ejército ruso en territorio ucraniano. La raza de Patrón es pequeña y el acto protocolario fue visto como un mensaje a un Putin que gusta de perros de razas grandes, si bien evidentemente, la presencia del can ante los medios de comunicación, con la complicidad de Trudeau, le hizo buena prensa al mandatario ucraniano.

En cualquier caso, la centralidad de los animales de compañía de los políticos, por más empático que ello pueda ser, sugiere que el debate público se central en los peludos y no en las políticas del gobernante en turno. ¿Qué más da si Koni fue llevada como arma disuasoria por Putin para intimidar a Merkel? El asunto más importante era la agenda bilateral Rusia-Alemania. Sin embargo, todo el recuento de la reunión que registraron los medios fue sobre Koni y el susto de Merkel. ¿Importa si Dylan responde a nombre de su amo por la acusación de que el entrenador del can, Ariel Zapata, habría sido favorecido por Fernández con un cargo en el Ministerio de Seguridad? En esta caso pareciera que el titular del ejecutivo trivializa las acusaciones que se le hacen y usa a Dylan para responder a ello si bien se salió con la suya al llevar el debate a los terrenos de si un perro desde una cuenta en Instagram debe ser usado como vocero de la presidencia. Y de nuevo aquí se creó una bola de nieve que generó una distracción “benigna” para un vapuleado jefe de Estado.

La relación entre las personas y sus animales de compañía ha cambiado. Hoy se tiende a visualizarlos como humanos cuando ello altera su ciclo de vida. Los psicólogos señalan que lo que un perro necesita es disciplina, salud y socialización. Con todo, se han identificado tres principales tipos de relaciones entre humanos y los canes: a) la relación equilibrada en que el perro mantiene su esencia y se cubren sus necesidades básicas, por lo que el dueño recibe como recompensa la compañía, el festejo cuando llega a casa y el perrín mueve la cola; b) la relación donde el dueño da al animal no humano el trato que le prodiga a otros humanos, lo que hace posible la convivencia dueño-perro pero hay un deterioro dado que es el can quien empieza a tomar el control; y c) donde el peludo está fuera de control y se torna dominante y agresivo. El uso, en la política, de los peludos, altera su conportamiento. Por eso Barney mordía a las personas -seguramente estaba harto. También por ello Major, el pastor alemán de Joe Biden, mordió a un guardia de seguridad de la Casa Blanca y lo tuvieron que llevar de vuelta a Delaware. Fido, uno de los perros que tuvo Abraham Lincoln, no se adaptó a la azarosa vida presidencial de su amo y fue entregado a un amigo de la familia. Tan trágica como la muerte de Lincoln lo fue la de Fido: se cuenta que un día el perrito posó sus patas en un hombre borracho, quien lo apuñaló. Se cuenta que Churchill quedó destrozado cuando Rufus murió atropellado, lo que llevó a que consiguiera un reemplazo, Rufus II. En todos estos casos el bienestar animal no parece figurar en la ecuación, ni en los tiempos de Lincoln como tampoco ahora.

Como se comentaba líneas arriba, Donald Trump ha sido el primer presidente de Estados Unidos en no tener un perro, a pesar de que recibió ofertas de empresarios y amigos para albergar a un can que lo hiciera ver menos… ¿bestia?. Este hecho, el que no hubiera peludos en la Casa Blanca en la presidencia del controvertido mandatario, fue explotado hasta el hartazgo por sus adversarios políticos. No ayudó mucho, cierto, que en más de una oportunidad, Trump se refirió a quienes a lo largo de su presidencia lo atacaban como “perros” de manera peyorativa e insultante. Con todo, en el marco de las primarias del partido demócrata, la pasarela de perros de los posibles candidatos a la presidencia fue, en buena medida, una contundente respuesta a Trump. También lo fue la consigna de Biden de “¡Llevemos de vuelta perros a la Casa Blanca!”, una bandera política que, de nuevo, devaluó el debate público.

Esta infantilización de la política donde se vuelve más importante si se tiene o no un perro en la Casa Blanca o en la Casa Rosada o en el Kremlin, o en Downing Street responde sí a la crisis de las instituciones y al disgusto de la población con los políticos, a quienes, en términos generales, no se les considera de fiar. Pero también es una manipulación de la opinión pública propiciada por las figuras políticas, para llevar las cosas a terrenos donde puedan manejar las narrativas. Si lo importante es tener un perro en la Casa Blanca y se hacen encuestas y debates sobre qué raza o especie sería la más apreciada por la población, se está dejando de hablar de otros temas como la salud pública, el gasto militar, la inflación, la quiebra del Sillicon Valley Bank y otras tantas cosas que impactan en el día a día de las personas.

Canada’s Prime Minister Justin Trudeau and Ukraine’s President Volodymyr Zelenskiy applaud service dog “Patron” during a news conference

Hoy los perros son una marca, una manera en que los dueños socializan con la comunidad, algo especialmente notorio en los terrenos de la alta política. Es como los tratamientos que recomiendan los psicólogos para poder comunicar a las personas que padecen algún tipo de trauma utilizando perros terapéuticos. Sólo que la premisa de los políticos de que el electorado presenta alguna discapacidad que le impide pensar, es incorrecta. El necesario diálogo y discusión entre gobernantes y gobernador es sustituido por tuits en que los animales de compañía de los políticos “expresan” su opinión sobre temas desde triviales hasta acusatorios contra sus amos. Así, se abre un abismo en torno a los temas importantes, el por qué se llegó a una u otra decisiones, el cómo enfrentar los problemas nacionales e internacionales. La noticia de que Major mordió a un guardia de seguridad, seguramente desplazó de los titulares tópicos como el consumo de estupefacientes o la tenencia de armas de fuego por parte de la población estadunidense. La muerte de Barney produjo una avalancha de condolencias a la familia Bush. La invasión de Irak, que para muchos constituye un crimen que merece un castigo ejemplar a George W., Cheney y la camarilla que lo acompañó y aconsejó durante su gobierno. A la fecha, sin embargo, no obstante, ese lapsus en que Bush afirmó que un solo hombre tomó la decisión brutal e injustificada de masacrar a un país inocente como Irak -cuando se refería a Putin y a la invasión de Ucrania-, no se ha producido el juicio político por la costosa contienda bélica que hoy tiene a EEUU en una situación de franco declive en su liderazgo internacional. Ese es un debate que debería tener la sociedad estadunidense, pero Barney siempre fue más importante, en vida y al morir. 

Al final del día, las decisiones de los políticos afectan las vidas de millones de personas, pero, como se ha visto cada vez más usan a sus animales de compañía con fines estrictamente personales. Cierto, en muchos de los países aquí referidos, se han gestionado iniciativas de ley sobre el bienestar animal y por supuesto hay que aplaudirlas. Sin embargo, el uso y abuso de la imagen de perros, gatos u otros animales de compañía en las altas esferas políticas es una realidad. ¿Qué beneficios tiene para Barney, Bo, Fido, Fala y otros tantos peludos célebres esa sobreexposición mediática? ¿No sería necesario protegerlos de esa manipulación informativa de que son víctimas? ¿No constituye eso, al final del día, maltrato animal? Pero eso no es primordialmente lo que tienen en mente celebridades políticas, empresariales u otras cuando suben a sus redes sociales una imagen donde juegan felices con su perro.

* El presente es un avance del libro de la autora intitulado Animales fantásticos (y dónde encontrarlos). Diplomacia pública y el poder suave del reino animal, de próxima aparición.

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