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El populismo grangrena todo lo que toca. A las Universidades públicas, por ejemplo, con su desprecio a los méritos académicos y su condena a las estructuras de gobierno. Una variable de esto es cuando propone que, como si se tratara de ínsulas republicanas, los estudiantes elijan a sus autoridades a través del voto directo y secreto.

Las Universidades son un espacio de generación y difusión del conocimiento, esa es su razón de ser, su ethos, y los órganos de gobierno están orientados a preservar esa función. Ocurre con frecuencia, sin embargo, que guettos políticos o grupos de la alta burocracia, dominen sus principales funciones y la alejen de esos propósitos de principio. En mi opinión, la administración del Doctor Graue ayudó a consolidar esos guettos. Pero una cosa es eso y otra salir con el cómodo veredicto de que la salida, entonces, sea que los estudiantes voten. Imaginen a un tipo como Lord Molécula o Ricardo Sevilla votando en favor de John M. Ackerman para la Rectoría. No exagero, son capaces y, aunque la democracia admita que ciudadanos con cerebro de mosquito también voten y qué bueno que sea así, son los órganos académicos donde se procesan esas decisiones.

En otras latitudes hay órganos colegiados donde participan estudiantes pero en NINGUNA Universidad prestigiada del mundo, los estudiantes eligen a sus autoridades a través del voto. Los expertos me señalan que hubo la excepción en la Universidad Libre de Berlín pero que ya no es así.

Eso no significa que la actual estructura de gobierno sea la adecuada y que la Junta de Gobierno sea la instancia idónea para elegir al Rector. Desafortunadamente le ha faltado creatividad y decisión a los Universitarios para cambiar esa estructura y, en efecto, como dijera Guillermo Sheridan, darle a los académicos el lugar que merecen y necesita la Universidad.

Vivimos tiempos de polarización donde adquiere supremacía el tonto que grita en favor de que, como los estudiantes son mayoría, ellos elijan a sus autoridades. Así de insectos, así de pueriles. Sucede lo mismo con el otro extremo que pretende que las cosas se mantengan como hasta ahora.

Así las cosas, vale la pena subrayar el carácter autónomo de la Universidad y esperar que la Junta de Gobierno tome una decisión sensata. En mi opinión, los doctores Leonardo Lomelí e Imanol Ordorika son extraordinarias opciones universitarias. Pero insisto, por lo pronto hay que exigir que el gobierno no meta las manos en la UNAM.

Lo que no podemos hacer es evitar que haya bobos que crean que esto se resuelve mediante el voto estudiantil.

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