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sábado 21 diciembre 2024

El Presidente duerme tranquilamente

por Luis de la Barreda Solórzano

El Presidente nos ha hecho saber que el tribunal que lo juzga es su conciencia y que él tiene la conciencia tranquila, pues si no la tuviese no podría gobernar, descansar ni dormir.

El sueño es uno de los dones más preciados. Shakespeare lo llamó “baño reparador del duro trabajo, bálsamo de las almas heridas, segundo servicio en la mesa de la gran naturaleza, principal alimento del festín de la vida” (La tragedia de Macbeth). Fernando Savater invoca, en De los dioses y del mundo, “al dios que privó de sueño al asesino Macbeth, para enseñarle qué es lo que realmente mata quien mata a otro hombre”.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente cuando en el país la estadística oficial reporta más de un millón de contagiados y más de cien mil muertos por el coronavirus (cifras muy inferiores a las verdaderas), la tasa de homicidios dolosos ha roto todos los récords desde que se lleva registro y nueve de cada diez quedan impunes, diez mujeres en promedio son asesinadas cada día, y se está ejecutando a alcaldesas y alcaldes que habían solicitado protección sin obtenerla.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente cuando niños con cáncer se han quedado sin los medicamentos indispensables para seguir luchando por su vida y muchos tratamientos médicos se han interrumpido por la desaparición del Seguro Popular, que beneficiaba a los más pobres y contaba con un fondo para los gastos catastróficos.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente cuando la economía va en caída libre, el desempleo se ha disparado, muchas pequeñas empresas han quebrado porque no tuvieron el necesario apoyo gubernamental para atenuar los efectos de la pandemia, a miles de servidores públicos se les ha despedido injustificadamente o se les han reducido sus ingresos, y ha aumentado el porcentaje de habitantes en situación de pobreza y de pobreza extrema.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente después de eliminar 109 fideicomisos, entre los cuales estaban los de cooperación internacional en ciencia y tecnología, innovación tecnológica, desastres naturales, investigación ambiental, cambio climático, víctimas, protección a defensores de derechos humanos y periodistas, investigación para educación, cine y deporte de alto rendimiento.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente tras haber terminado con las estancias infantiles que permitían a cientos de miles de mujeres y miles de hombres trabajar o estudiar dejando a sus hijos pequeños en sitios en los que se les cuidaba, se les alimentaba, se les educaba y donde podían convivir con otros niños.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente después de su inaudita decisión de cancelar la obra del nuevo aeropuerto internacional, que resultaba autofinanciable, generaría cientos de miles de empleos y era necesaria para el país, decisión en virtud de la cual se tiraron a la basura miles y miles de millones de pesos no sólo por lo ya invertido, sino por las indemnizaciones que hubo que pagar.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente después de que su gobierno capturó a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, sometió a la mayoría de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha erosionado a los organismos autónomos constitucionales y está devastando a la industria farmacéutica nacional.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente después de ver el video de su hermano Pío recibiendo paquetes de dinero para reforzar las operaciones de Morena en Chiapas.

Qué bueno que el Presidente pueda dormir tranquilamente tras decidir que fueran las poblaciones más pobres de Tabasco las que se inundaran y contemplar a los habitantes con el agua al pecho desde un helicóptero (no como los presidentes fifís, que se mojaban los pantalones recorriendo las zonas afectadas).

Quizá no duerman todas las noches con la misma placidez quienes han sufrido las consecuencias de las acciones y las omisiones de su gobierno. Imagino, por ejemplo, el insoportablemente angustioso insomnio del padre cuyo pequeño hijo se ha visto privado de la medicina indispensable para que no se rompa el frágil hilo del que pende su vida. Pero el Presidente nos ha informado que él duerme tranquilamente. La nación también puede estar tranquila.


Este artículo fue publicado en Excélsior el 19 de noviembre de 2020. Agradecemos a Luis de la Barreda Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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