Por esas gentes que obran siempre en nombre de causas vanas y altisonantes.
Julio Torri
Trump es de derecha y neoliberal y AMLO nunca se atrevió a criticarlo. Fue su “cadenero” migratorio. El fascista –acaba de confirmarse que lo es– intentó reelegirse y el presidente mexicano lo apoyó. Apoyo mustio, velado, simulador, hipócrita, callado escupitajo a la “amada” doctrina Estrada. Trump mintió sobre un fraude en su contra y la “víctima” López Obrador le creyó o intentó impulsar su trenecito “Los Fraudes que he Sufrido” con el tren autoritario gringo. Historias de míticos vagones, vagancias y vaguedades. Biden ganó, porque sí ganó, la presidencia y un imprudente frecuente, mal vestido de Prudencia, no lo felicitó por semanas. Lo felicitó demasiado tarde. No, no fue política prudente: nadie en sus cabales puede creer que Trudeau o Merkel sean gobernantes de imprudencias, ni que Xi o Putin no quieran hacer lo que les conviene. O es antitrumpismo o es cálculo político. ¿Qué es en el caso de López Obrador? Porque después vino el asalto al Capitolio y no condenó la violencia de derecha extrema –de regreso al “amor” a la doctrina Estrada-, pero sí condenó la “censura” de Mark Zuckerberg a Trump… Esta vez Zuckerberg no olvidó la defensa de la democracia y López Obrador sigue olvidando aplicar en la realidad nacional un poco más de su romántica defensa de la libertad de expresión trumpiana. El fascista provoca una revuelta/sedición (no la Revolución) y acaso haya intentado provocar una insurrección no local (una Rebelión), y el jefe del Estado mexicano calla. Colaboradores de Trump renuncian para no desprestigiarse aún más y AMLO no deja de necear. ¡Todo mal!
Hay que preguntarse por qué. ¿Por qué tanta defensa a Trump? Es claro: no es inteligencia superior ante un tipejo “buleador” y poderoso, pues hay algo que se llama dignidad y puede llevarse bien con la estrategia, tampoco es superior racionalidad de Estado, pues el TMEC no es divino ni es el único caso… ¿Es solamente un presidente ofuscado y torpe? ¿Hay eso y algo más? Hay algo más: trumpismo. Coincidencias, afinidades, simpatías, entre ambos personajes.
Hay similitudes, digo, y hechos equivalentes no escasean:
-Su desprecio por el combate al cambio climático. Lo probó en carne propia Víctor Toledo, ese que pasó de los elogios babeantes a la crítica realista. El sofista “mañanero” dice que las energías limpias son un sofisma y quiere –con don Bartlett- comprar más carbón.
-Haber minimizado la peligrosidad de la pandemia y haber actuado irresponsablemente. Aunque junto a Trump quedó un Fauci mientras que Gatell quedó por debajo de AMLO. Por un lado, el político que enfrenta al científico que lo resiste, por el otro, el científico que deja de serlo porque se somete al político que lo condiciona. Recordemos que no son 135 mil los mexicanos muertos por Covid-19, son más o menos 400 mil.
-El rechazo burlón e ignorante a la ciencia. Reflejado en el enfoque original sobre la pandemia y en el presupuesto federal, mal tapado con el discurso mentiroso de la austeridad.
-Hacer de la mentira y la división artificial unas de las bases de la política. Mienten Mario Delgado y todos quienes dicen que “la mañanera” es ejemplo de transparencia y rendición de cuentas.
-La caricaturización de los medios críticos como enemigos del pueblo. Es decir, una política mediática para construir y destruir enemigos políticos. A un no-fanático no se le escapa que López Obrador critica exagerada y populistamente a todo medio no adicto, a fin de provocar autocensura o alineamiento.
-El engaño de no subir impuestos a los ricos (a los más ricos, no me refiero a las clases medias) “argumentando” que lo correcto es no subirlos a nadie. López Obrador critica a los ricos en las abstracciones de la retórica, ataca a los empresarios no por ser empresarios sino por ser críticos y sobre ellos usa lo fiscal como arma política, no como instrumento de justicia. Por cierto, cobrar más a los que más poseen no sólo no tiene por qué ser cobrar más a las clases medias y bajas sino que no cobrar más a nadie es necesariamente seguir ayudando a los más ricos. Azcárraga, Slim y Salinas Pliego –sobre todo Salinas Pliego- están muy tranquilos: nunca han recibido, por su riqueza extrema y falta de austeridad patrimonial, los regaños moralinos y dizque izquierdistas que el presidente ha dado a empresarios mucho menos ricos pero críticos como Gustavo de Hoyos. Ellos tienen inmunidad de regaño y beben de la misma tasa fiscal… –esencialmente la misma de la era neoliberal supuestamente superada.
-Acusar fraude electoral sin pruebas y no aceptar la derrota como debe ser.
–Deteriorar al régimen democrático. En el caso de Trump, su acción deteriorante, que se extiende hasta el referido asalto al Capitolio y a su inasistencia a la “inauguración” de Biden, no alcanzó a destruir la democracia pero la desconsolidó: no puede ser la consolidación una situación presente, un hecho vivo y en curso, si el mismo presidente de la república no acepta las reglas democráticas básicas, las golpea. En el caso de AMLO, el deterioro que provoca o ejecuta hace imposible una consolidación democrática que no se había dado y pone en entredicho la supervivencia de la democracia como régimen.
Ni Trump ni AMLO son de izquierda. Tampoco liberales. Trump no es “mocho”, López Obrador sí. Ambos tienen en su haber presidencial políticas económicas neoliberales. El TMEC es de solicitud y satisfacción trumpianas, de aceptación y defensa obradoristas. Ambos son nacionalistas, populistas y autoritarios (ingredientes necesarios del fascismo). Trump es de lleno un populista de derecha, AMLO es un priista conservador revuelto con populismo y derecha; es la derecha priista o el priismo más conservador en décadas. Trump es un fascista nuevo, López Obrador puede llegar a serlo…