Partamos de lo obvio: no se ve cómo puedan cambiar las preferencias con el tercer y último debate de esta noche, en Mérida.
Los antecedentes definen que por más que uno de los candidatos sea marcadamente ganador del debate, las preferencias electorales no cambian sustancialmente; los especialistas hablan de un máximo de entre 3 y 4 por ciento.
El formato del debate sugiere la posibilidad de que los candidatos no sólo se dediquen al interminable mundo de las promesas, sino que se vean obligados a entrar al terreno de los “cómos”. La utilidad y valor de los debates está, en buena medida, en la voluntad política de confrontar ideas y proyectos entre los participantes.
El tercer debate cierra una de las etapas centrales de las campañas. Lo que va a pasar a partir de ahora es que Ricardo Anaya y José Antonio Meade van a echar su resto; de hecho, de seguro lo van a empezar a hacer esta misma noche.
Van a tratar de apoderarse del segundo lugar, hoy en manos de Anaya, para tratar de hacer lo que parece simple y sencillamente imposible: alcanzar y rebasar a López Obrador. Las encuestas están definiendo escenarios; si bien las mediciones pudieran ser eventualmente cuestionadas es un hecho que la percepción social está aparejada con los números. Caben los milagros, pero en este caso no se ve por dónde aparezcan.
Sin embargo, queda claro que esto no se acaba hasta que se acaba y que todo lo que muestran las encuestas y las percepciones se tendrá que ratificar el 1 de julio. Por un lado, habrá que ver si los que se han manifestado a favor de López Obrador lo ratifican en las urnas; y por otra parte, habrá que ver lo más importante: si van a votar.
En el debate de hoy, los moderadores van a jugar un papel estratégico. El segundo debate debió dejar enseñanzas a todos. En el análisis, por parte de diferentes investigadores y agencias, se detectó que fue excesivo el protagonismo de los moderadores.
A esto se sumó que la participación del público no fue ni influyente ni incluyente; quedó la impresión de que no sabían cuál era su turno ni la pregunta que les tocaba. Acabaron siendo una especie de convidados de piedra.
Esta noche, las redes podrían hacer diferencias. Por ahí pueden pasar muchas opiniones y preguntas que podrían darle al debate una viabilidad distinta. La clave va a estar en la selección y organización previa; es una tentación para los seguidores de los candidatos echar a andar la cargada, vía las redes. Todos hemos visto que lo han venido haciendo.
No van a cambiar mucho las cosas esta noche. Los candidatos están obligados a dar razones y elementos concretos en temas como la Reforma Educativa. Así como no tiene sentido derogarla, tampoco lo tiene defenderla a ultranza.
Es la noche en que los candidatos van a tener la última oportunidad de que se vean ante la sociedad, ante su adversarios.
En una de esas, algunos que vean el debate deciden hoy mismo su voto.
RESQUICIOS.
Así nos lo dijo ayer José Luis de la Cruz, economista: Todo lo que estamos viendo, en términos económicos, es parte de una misma historia. Trump privilegia los intereses muy particulares de EU, sin importarle si trastoca los cimientos del comercio mundial.
No está ponderando las graves presiones que está provocando. Ángela Merkel, canciller alemana, expresó lo que piensa acerca de lo que está pasando: Gran Bretaña y EU ya no son confiables.
A México no le ha quedado de otra que reaccionar como lo ha hecho en materia arancelaria; lo que bien se pudo hacer antes.
Lo que quiere Trump son acuerdos bilaterales, siempre y cuando no consiga un TLC como lo quiere. México y Canadá han logrado mantenerse cohesionados; su problema, por decirlo de alguna manera, es que en medio tienen a EU. No les queda de otra que buscar el mejor arreglo posible. Una de las soluciones empieza con atacar y desarrollar el mercado interno.
Este artículo fue publicado en La Razón el 12 de junio de 2018, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.