Hace algunas semanas fuimos testigos de un acontecimiento que ha sido recurrente en los últimos años, el uso deleznable de nuestro pasado y la facilidad y ligereza con que juzgamos personajes y acontecimientos, nos referimos a la develación de un mural por parte del Presidente Municipal de Culiacán Jesús Estrada Ferreiro, titulado “Cuarta Transformación”, donde se incluye a López Obrador al lado de Miguel Hidalgo, José María Morelos, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.
Ya hemos asegurado en otros espacios, la necesidad de hacer de la historia un conocimiento creíble y al alcance de todos; señalar a quienes manipulan la historia nacional y la acomodan a modo para justificar su existencia política, ello no ha sido exclusivo del actual presidente, ni tampoco es propio de México, pero resulta necesario hacer hincapié que es inaceptable engañar de esa manera a los mexicanos, sobre todo porque los usos políticos de la historia terminan por caer por su propio peso; pensemos en cuantas grandes celebraciones nacionales han terminado en el olvido; por ejemplo el 2 de abril, durante el porfiriato fue celebrado como fiesta nacional y formaba parte del calendario cívico, de acuerdo con la historiadora Lara Capos Pérez, recordaba el día en que Porfirio Díaz, al frente de la división del Oriente, había roto el sitio que el ejército imperial tenía sobre la ciudad Puebla en 1867, dando fin con ello al periodo de intervención francesa. Este episodio, que el general Díaz recordaría posteriormente como “uno de los más importantes que sostuve durante la guerra”, se convirtió con el paso del tiempo, en el sustento fundamental de su legitimación de origen, ya que en aquella ocasión -como repitieron hasta el hartazgo sus panegiristas- el general había salvado a la nación del invasor extranjero.
El 2 de abril ha dejado de formar parte del calendario cívico de los gobiernos posteriores a la Revolución Mexicana, además ha dejado estar en la memoria de los mexicanos, la historia no la hacen los políticos, se reconstruye en otros ámbitos, que van más allá de los deseos de políticos y gobernantes.
Tampoco es cierto, como aseveraba Justo Sierra, no hay mejor forma de enseñar la historia nacional que a través de la festividad de fechas memorables; tampoco que la historia absuelve a unos y a otros no; ni la historia es la maestra que nos enseña la historia patria.
El vergonzoso acto en Culiacán deja al desnudo la pobreza intelectual de los políticos, atentando contra nuestra capacidad de discernir los engaños y la manipulación de la historia nacional.
Por lo anterior y por lo ya señalado, insistimos que precisamos comprender que:
- Se ha hecho tanto manoseo de la historia nacional que resulta indispensable impulsar la divulgación de la historia a los mexicanos; somos testigos de infamias como la esgrimida por el actual gobierno que se autonombra “la cuarta transformación”, como si una persona tuviera en sus manos la hechura e interpretación definitiva de la historia mexicana.
- La divulgación de la historia, en sus diversas temáticas, nos permitirá la comprensión de nuestro pasado, pero también la búsqueda de una identidad que nos lleve a una convivencia evitando la confrontación intestina sin razón, como la sostenida por el actual gobierno.
- Precisamos evitar las descalificaciones sin sentido ni sustento de personajes, pero tampoco es posible justificar acciones que es necesario señalar e insistir en recordarlas.
- La historia, como se ha dejado claro, no es un cúmulo de acontecimientos ni es una lucha entre buenos y malos, entre héroes y villanos, ni mucho menos entre chairos y fifís. Desafortunadamente la lucha entre liberales y conservadores llevó a México a una lucha intestina con costos altísimos en vidas humanas y en recursos económicos, sin considerar el terrible atraso en que nos sumimos durante buena parte del siglo XIX.
- Precisamos tener mucha claridad con respecto a que la historia, como puntualizó el filósofo mexicano Luis Villoro, la hacen hombres de carne y hueso. Seres humanos con errores y aciertos y ello no demerita su papel importante en los procesos históricos.
- Recordando al extraordinario historiador y filósofo mexicano Edmundo O’Gormán, cuando escribe México, el trauma de su historia (1977), donde señala la necesidad de identificar falsos dilemas, como la lucha de liberales y conservadores del siglo XIX, que han dañado profundamente a México y requerimos analizarlo.
- En este último motivo, sentimos un deber insistir que la historia no es propiedad de nadie, ni de gobernantes ni especialistas que no la divulgan, quienes no permiten que nos apropiemos de ella.
El mal uso de la historia no ha llevado a la glorificación de unos y la descalificación de otros, lo que nos regresa a una visión errónea, donde solamente tiene cabida en bien y el mal, de acuerdo a los parámetros ideológicos, en este caso, de AMLO.
Finalmente, estamos en un momento fundamental de nuestra historia y requerimos asumir con responsabilidad nuestro actuar, debemos de recuperar nuestra historia y divulgarla ampliamente, no dejarla en una casta académica divina que cree tener la verdad absoluta, ni en los políticos que hacen un uso perverso de ella.