La mentalidad conspirativa es propia de la política en todo el mundo, pero al hablar de países, importa el porcentaje poblacional que “se va con la finta”. Entre otras prácticas, llega a suceder que el ambiente político se satura de axiomas tan forzados como falsos.
Producto químicamente puro de gobiernos autoritarios, con prensa controlada o poco profesional (fenómeno circular: el control lleva a una y otra cosa), el principio conspirativo es que “lo obvio es falso” y que todo el tiempo hay una trama oculta, pero los perspicaces “encueradores” de “complots” no pueden ser engañados: su nariz ultrasensible huele de inmediato cada “arreglo en lo oscurito”, todo trastupije armado en pasillos de luz mortecina. Imposible que les vean la cara.
¿Y de qué sirve el INE?
El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) odia al Instituto Nacional Electoral (INE) como institución y aborrece a sus consejeros, comenzando con el presidente del Consejo General. La razón es simple: no lo puede controlar.
No lo puede controlar, pero sí hace intentos repetidos para desprestigiarlo. Y con eso, pone en duda el trabajo del INE: organizar elecciones con resultados confiables en lo general.
En ese ambiente turbio generado desde Palacio Nacional surgen todo tipo de patrañas. Recientemente, en diversas publicaciones, han surgido versiones algo pantagruélicas de que “ya hay un arreglo” entre el PRI y AMLO: que se “entregará Hidalgo” al tricolor a cambio del voto priista en el Congreso para aprobar la (contra) reforma eléctrica. En algunos casos, se añade Durango “al arreglo” y sin pudor… hasta Oaxaca.
Veamos: una venta o un trueque solo puede darse entre propietarios de un bien. En este caso, de un resultado electoral seguro por anticipado, con el que se “arregla” una cesión por un servicio, en este caso, un voto congresional.
Pero… ¿tiene seguro Morena un triunfo electoral en Hidalgo? Diríase que sí, que las encuestas, con 45 sobre 29 por ciento (Consulta Mitofsky), casi es seguro.
Pero… ¿Cómo se “arreglaría” una derrota de Morena?
El INE tiene el control legal y constitucional de todo el proceso electoral. No depende ni del presidente del Consejo General ni del instituto estatal.
Desde 1996, con las fuertes negociaciones en Gobernación, la oposición logró modificar las reglas de tal manera que, a nivel mundial, México tiene el sistema electoral más controlado y vigilado del mundo. También el más caro. Como dijo Santiago Creel: “Es el costo de la desconfianza”.
El sistema tiene “candados” duplicados y triplicados. El catálogo de “delitos electorales” llega, francamente, al surrealismo.
Los recursos de queja suelen llegar a los tribunales regionales y a la Sala Superior, donde siete magistrados votan libremente y, en repetidas ocasiones, contra los intereses del partido en el gobierno, el que sea.
Ciertamente —conviene señalarlo— AMLO, desde por lo menos 2006 y hasta 2018, se dedicó a violar, de forma impune, esos controles.
Puede decirse, paradójicamente, que el INE (antes IFE) optó por hacerse “de la vista gorda” para evitar un conflicto político “innecesario”.
Y por eso, en estos precisos momentos, viola todos los días los lineamientos en torno a la propaganda descarada tanto en Palacio Nacional como por Morena en las calles y medios, para “la revocación de mandato”.
Visto todo lo anterior, en el supuesto “arreglo”, de la “entrega de Hidalgo” a cambio del voto priista a favor de la reforma “bartlista”, surgen ciertas interrogantes.
Uno: ¿cómo se cambiaría un amplio margen de votos a favor de Morena?
Dos: suponiendo que se logra lo anterior, ¿cómo podría, digamos, Rubén Moreira, conseguir esos 56 votos de diputados priistas en la votación de la referida iniciativa?
Visto el asunto sin anteojeras conspiracionistas, pues… pregúntele a Félix Salgado Macedonio, quien se quedó sin candidatura mientras que AMLO poco o nada pudo hacer por su compadre.
(Una cosa es pisotear los límites a la propaganda, taimadamente discutibles, y otra muy diferente falsificar una elección al estilo, por ejemplo, de 1940, cuando el Alazán Tostado Gonzalo N. Santos tomaba casillas con su terrible ametralladora Thompson en ristre).