Ellas, las olvidadas de siempre

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Hay mujeres que consuelan a los guerreros, ahí están en el mundo nahua las ahuainanime o la meretriz del mundo romano que también dispensa su entrega por dinero o por estar junto al poder, como Kallixeina al lado de Alejandro Magno. También se encuentran quienes nada más buscan la alegría y el baile, y simultáneamente procurar solaz y solazarse, claro, con el otro que siente lo mismo que ella, digan si no son de esa forma “las milongueras” argentinas y uruguayas.


Cuántos cantos hay en su honor. Imposible citarlos más que con la memoria intempestiva del corazón desguazado. “Oye salomé, perdónala, perdónala…” en los lares de mala muerte, o la Aventurera al ritmo del poeta. Los menos jóvenes a las “Aves de paso” (como pañuelos cura fracasos…). Son golfas así no más, o suripantas (y antes andariegas) en el ánimo despectivo del mexicano y su doble moral, es decir, quien las insulta y las usa –esa es la palabra– y no a quien las venera o solo les guarda sobria gratitud en su recuerdo.


“… tan falso fue tu amor, me has engañado…”


Mujer de belleza insolente, descarada y drolática. Omniabarcante como la lujuria y el perdón por la lujuria desfogada. Allá en las dimensiones árabes una farota así no más, o hetaira desde los griegas. Ella, la de las piernas ebúrneas, el sexo húmedo y la sonrisa radiante siempre dispuesta para espolear el deseo, o esa otra catalana que está sentada a horcajadas en el piso mostrando desde las bragas transparentes su enorme bestia apetitosa, y qué decir de las anabolenas, elegantes incluso y displicentes a veces frente a quienes nos rendimos ante ellas sin ningún cálculo, lánguidos de amor junto con nuestro huérfano quijote.



Bagasas les decían, en ese tono despectivo que constata el pecado de quien se abandona al deseo; desconozco el origen del término del mismo modo en que reconozco que no supe el origen de aquellas otras mujeres que me dieron consuelo pero que recuerdo siempre, más aun porque no se llamaron como yo quisiera sino con el nombre pronunciado por ella durante una bocanada de humo de tabaco y otros sortilegios de la noche que nos hicieron amantes.


“Sin ti, no podré vivir jamás…


y pensar que nunca más


estarás junto a mí”.


“No hay mayor desgraciado que el que cambia su forma de pensar para complacer al resto”, señaló el Marqués de Sade. Ni antes ni en estos lares distorsionados por esos que pretenden dictar a los otros hasta a quiénes y cómo destinar los besos; ni antes ni ahora repito, puede el hombre de bien dejar de decir hermosa a la cendolilla que es la joven que junto con éste ha perdido el juicio entre los meandros de la piel, sí, a esa mujer olvidada que como las barraganas no merecen ser parte de las familias de la vergüenza y el pudor; es la zorra, pelandusca o, simplemente, la ramera que debe aherrumbrar las ilusiones como ese castigo que merece la concupiscencia. El sino es casi contundente: ella también es, además de los sinónimos que he dicho, una cualquiera sobre quien solo hay que encaramarse y olvidar.


Hurgamanderas, vale decir, quienes se fijan y escudriñan en nuestros asuntos como nadie, y porque así lo queremos y para eso pagamos. Rabisalsera también; me gusta el término que es para acuñar alegría y desparpajo que así les decían a ellas en esos tiempos en que hasta la carcajada estaba destinada nada más para los hombres. Quillotra también me gusta, es la que consciente el devaneo sin formalismo alguno, por ejemplo el matrimonio y que no espera más que la presencia y la paga de quien así equilibra el espíritu en su familia.


Como sea ya lo he dicho, a mi me gusta llamarles putas (si no les ofende claro) y porque esa palabra es también un reto para las buenas conciencias.


Hablo de las mujeres libres, que conste. Quienes decidieron desafiar la decencia y la moral y optaron por trabajar con su sexo; también incluso a disfrutarlo. Y lo hago ya dos veces al ser hoy “El día internacional de la trabajadora sexual” y no solo no veo en las redes la intensidad con la que se llora al hombre o la mujer que a los noventaitantos años murió, ni observo a los usuarios volcados como cuando difunden noticias falsas o denuncian el maltrato animal (purificando su consciencia o exhibiendo su consciencia pura). Tampoco veo a los políticos aludir al tema como lo hacen cuando un equipo de futbol consigue el campeonato o el deportista de los olímpicos una medalla. Ellas tampoco en esto tienen visibilidad, están arrumbadas y por ello, sin duda, muchas de ellas utilizadas por padrotes o chichifos y otros hilos de la esclavitud; ese es el sufrimiento en el que ellas se encuentran, escondidas en el armario de nuestra doble moral.

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