En el día tras día (21) (El regreso a tiempo)

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Tiene lógica que se quiera echar a andar el país lo más pronto posible. A algunos les está dando por presionar e incluso lanzando el absurdo reto al coronavirus, como si pudieran evitarlo y hasta derrotarlo.

La dinámica del país no da para parar como lo estamos haciendo, a pesar de que estemos obligados a ello, las consecuencias están siendo brutales y ya alcanzan a buena parte de la población.

El lapidario desarrollo desigual nos ha vuelto a evidenciar el país que somos, a todos nos afecta el coronavirus, pero quienes más lo padecen son los que menos tienen, no sólo en sus economías.

Un gran número de personas quisieran quedarse en sus casas, pero es materialmente imposible, reiteremos que quedarse significa no comer para millones de familias.

La prisa por regresar es un enorme dilema. El debate se establece entre la economía y la vida y en la medida que van pasando los días todo se va agudizando, lo que ya incluye a las relaciones personales y familiares.

No es lo mismo pensar el regreso en términos de la urgencia de millones de personas que verlo y pensarlo desde una oficina con todos los privilegios, en que sus dueños si algo quieren es no perder dinero. Se llega a poner convenencieramente a sus trabajadores por delante, hablan incluso de que “le den gracias a Dios de que tienen trabajo”.

En medio de la inédita crisis mundial, carece de lógica el hecho de que algunas empresas sigan trabajando como si nada estuviera pasando, se pierden de vista los riesgos y lo que está de por medio y prevalece de manera lamentable es la avaricia, para decir lo menos, poniendo por delante justificaciones profundamente cuestionables.

Se niega lo que está a la vista de todos, los miles de muertos y contagiados en todo el mundo y en nuestro país, sin soslayar lo que verdaderamente pudiera estar pasando debido a las muchas maneras de medición que se han presentado sobre el número de personas fallecidas, contagiadas y sospechosas.

Desde el inicio de la pandemia han surgido una infinidad de opiniones e interpretaciones, además se nos han aparecido especialistas por doquier. El Presidente ha sido un factor importante en ello; recordemos que al inicio no le dio la suficiente importancia, no establecía la sana distancia y continuaba con sus giras por el país.

Si algo no quería con cierta razón era parar por las consecuencias que esto traería; sin embargo, esta relajación inicial pudo haber salido cara, el tiempo nos dará el justo medio de las cosas. En medio de este proceso hubo quien retomó las acciones e interpretaciones del Presidente.

Les gana la prisa, siendo que el coronavirus tiene sus propios tiempos y espacios, adelantar etapas en su desarrollo es retarlo, menospreciarlo y entrar en terrenos de riesgos aún mayores de los que ya estamos padeciendo.

Diferentes especialistas nos insisten que estamos entrando a la etapa de mayor riesgo, lo dice también el afamado vocero quien ha sido sacudido, sometido y desacreditado por los “amigos” del Presidente quedando todo en un “no pasó nada”.

No se pueden saltar fases. Querer salir antes de tiempo es provocar consecuencias muy graves, es caer en el riesgo de que el virus no se vaya y que pueda reaparecer, como pasa en China.

Cada vez aparecerán más voces pidiendo el regreso. Echemos un sprint final y antes de ello no tiremos por la borda la prudencia y el camino andado.

Distingamos entre quienes quieren el regreso por sus capitales y quienes lo quieren para vivir.

  RESQUICIOS.

Grandes historias se han escrito en el futbol por el ascenso y descenso. Dramas auténticos que hoy sólo quedarán en la memoria futbolera, porque los dueños han decidido cancelar la esperanza, todo indica que quieren una liga única con la MLS. Se cierra el paso a dos equipos que construyeron el futbol mexicano, Zacatepec y Atlante.


Este artículo fue publicado en La Razón el 22 de abril de 2020, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

Autor

  • Javier Solórzano

    Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.

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