Venga de donde venga la crítica lo más conveniente para el Gobierno es revisarla, atenderla y valorarla, más en un momento como el actual en donde por diversas razones algunos asuntos pueden escaparse de sus consideraciones.
Es claro que mucho de lo que se le dice al Gobierno en redes y medios no le gusta. En ocasiones tiene razón porque se han desatado un conjunto de críticas que tratan de desacreditarlo antes que invitar a la reflexión. Sin embargo, en Palacio Nacional deben saber distinguir y valorar la crítica sin desdeñarla en automático.
Estamos en un momento en donde si algo nos urge es la “serenidad y paciencia”, más allá de filias y fobias. El Gobierno está ante la coyuntura más compleja que presumimos tendrá a lo largo del sexenio.
Es el legítimo rector de la sociedad y lo que haga o deje de hacer trasciende de manera realmente importante y significativa. Tiene altos niveles de credibilidad y confianza entre la mayoría de la población.
En lo general hay un consenso respecto a que el Gobierno ha actuado de manera correcta ante el virus. Las discrepancias están en los tiempos de aplicación de algunas medidas y la actitud y acciones que ha tomado el Presidente, lo cual ha provocado diferencias entre lo que su equipo informa y pide a la población y lo que él hace.
En medio de medidas cada vez más drásticas y justificables, el mandatario ha anunciado que tendrá una gira de trabajo por Sinaloa, entre otros estados, el próximo fin de semana. Los temores de los ciudadanos van creciendo a grado tal que podríamos estar ante un hecho singular: podría ser que los ciudadanos tomen distancia física del Presidente u opten por no asistir a los actos en donde esté.
No hay duda del consenso que existe respecto a que es el momento de atender todo lo que propongan los especialistas, y bajo esta premisa es fundamental que el Presidente también lo haga. Cada vez está siendo más difícil el papel del afamado vocero López-Gatell. Da la impresión que por un lado trata de colocar las cosas a modo del Presidente, y por otra parte manda mensajes en los que convoca a los ciudadanos a actuar bajo medidas necesariamente cada vez más estrictas.
No quedó claro, por ejemplo, el porqué no se aceptó la aplicación de la fase dos, dictada por la OMS el lunes en la tarde, la cual si fue asumida el martes en la mañanera. No tiene mucho sentido detenerse demasiado en el tema, pero se termina suponiendo que se quería tomar la decisión en presencia y espacio del Presidente.
Igual pasó con la propuesta de la Jefa de Gobierno, quien pidió el pasado fin de semana no salir o salir lo menos posible a la calle, lo cual enfrentó declaraciones del Presidente totalmente opuestas al convocar a salir y no quedarse encerrados.
La paradoja de lo que estamos viviendo es que por un lado va creciendo el reconocimiento de la estrategia del Gobierno, pero por otro lado la imagen del Presidente fuera del país está siendo cada vez más criticada, señalada y a menudo cargada de escarnio.
La fase dos nos va obligar a tomar medidas aún más severas. Lo primero que tendremos que hacer es atemperar nuestros ánimos. Las redes siguen a todo lo que dan, están cargadas de confrontaciones, insultos y señalamientos que no nos ayudan a enfrentar el momento.
Este artículo fue publicado en La Razón el 25 de marzo de 2020, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.