La invasión de Putin a Ucrania estuvo acompañada desde el principio por un discurso destinado a justificar la agresión y responsabilizar a las víctimas de extender el conflicto al no rendirse. Como si quien ataca continuamente no fuera el principal responsable de la extensión de la guerra. Se apoderarían de Ucrania en tres días y, de ese modo, evitarían un conflicto a largo plazo. Finalmente, es mejor dejar que un dictador pisotee un país rápidamente. No va a buscar extender el conflicto a otras regiones, a pesar de que todas las veces que dijo que no lo extendería, rompió su palabra. Ni se te ocurra buscar garantías que aseguren tu protección, porque te acuso de agresor y me apresuro a dar el primer golpe antes de que te puedas proteger.
No es difícil creer esta versión, especialmente cuando estás tan poco informado que asocias a Putin con el comunismo en lugar de asemejarlo a la ultraderecha conservadora, pero los ucranianos no estaban tan perdidos como muchos en las redes, que esperaban una victoria rápida del autoritarismo. Los seres humanos no se rinden tan fácilmente ante un oponente abusivo, y la verdad es que el 20% del territorio que lograron ocupar los rusos al principio es exactamente el mismo porcentaje —incluso un poco menor— que ocupan tres años después. Se subestimó enormemente la fuerza del ejército ucraniano y el apoyo que recibiría de Occidente.
Incluso, la verdad es que Europa y Estados Unidos tienen un poderío económico tal que podrían haber ayudado más. Actualmente se podría estar negociando una paz que favorecería los intereses ucranianos en lugar de favorecer prácticamente todas las peticiones que hizo Rusia durante el primer año de la guerra. Al grado de que el presidente Trump está más cerca de regalarle a Rusia todo el territorio conquistado que de buscar recuperarlo. Más aún, si alguien pone en riesgo el proceso de pacificación, es precisamente Trump, basado en esta “diplomacia” irrespetuosa, mucho más cercana a la imposición y que a menudo pareciera promover la ruptura. Por supuesto, la ruptura se da con quien Trump percibe como débil, ya que a Putin no lo toca ni con el pétalo de una rosa.
Zelensky, sin embargo, no es para nada débil y, a pesar de un enfrentamiento de dos contra uno en el que los mandatarios estadounidenses le gritaban, se mantuvo firme en la necesidad de establecer garantías de seguridad para que una supuesta paz no termine en que, poco después, Ucrania sea pisoteada, determinado a garantizar la soberanía sin comprometer intereses a largo plazo, ante un Trump que no busca más que el aplauso a corto plazo, en detrimento de la confianza que requieren los aliados y de la coordinación necesaria para generar las acciones de disuasión imprescindibles para evitar que se extienda el conflicto.
En un contexto en el que cada vez más empieza a parecer que los enemigos son dos: primero Putin y luego Trump, cuya retórica está completamente alejada del respeto y la mesura. Dejando claro, además, que el presidente de los Estados Unidos busca obtener ventaja de un “aliado” que se encuentra en una posición complicada.
Si les soy sincero, pienso que lo mejor que puede hacer Europa es, en efecto, tomar las riendas del asunto, promover la unidad y confiar en que su abrumadora ventaja económica puede generar un apoyo suficiente y veloz para Ucrania, generar disuasión y promover una paz que no termine con todo el este de Europa en ruinas. Incluso sin contar con Estados Unidos, de quienes dependen en demasía. Europa tiene la fuerza suficiente y aunque comprendo que en política muchas veces es necesario comunicarse con todos, tienen que dejar de considerar a Estados Unidos como un aliado, se trata de una figura importante en la esfera internacional con la que se mantiene comunicación, pero en la que, por supuesto, no se puede confiar.
Sin embargo, conociendo cómo funciona la política de este lado del charco, no serían firmes con Donald Trump, ni aunque este los humillara aún más de lo que hizo el vicepresidente JD Vance en Múnich. Tienen miedo, y es entendible, porque tienen la guerra más cerca. Muy probablemente se agacharán en busca de mantener el apoyo de Estados Unidos y, en cierta medida, harán lo que sugiero, pero de forma mucho más lenta y cobarde. Claro que no pretendo que se rebajen al nivel de Trump, pero ayudaría que se extendiera en Europa la fortaleza de Zelensky y de Macron —firmeza sin gritos ni confrontación— pero se necesita mucho más valentía en este tipo de negociaciones hostiles, en las que un participante abusivo no respeta a aquellos que percibe como débiles.
En fin, en lo que corresponde al deplorable show del que fuimos presentes el día de hoy, no me queda más que decir que, siempre han sido muchos los que no creen en la supuesta superioridad moral estadounidense, pero ahora son aún más. Y, en sus gritos ahogados, Estados Unidos no está haciendo más que perder aliados en un sistema que todavía esta globalizado y si lo que buscan es que continúe su supremacía, no hacen más que acelerar el declive de su influencia en el mundo y de su papel como principal potencia. En efecto, apenas pueden con sus propios problemas, y mucho de lo que está ocurriendo no se debe solamente al nacionalismo, sino a que los nuevos balances de fuerzas entre actores internacionales, como Rusia y China, han generado un nuevo orden mundial en el que Estados Unidos, como la policía —muchas veces abusiva— del mundo, cada vez tiene menos cabida.
Está bien y está mal, pero este nivel de inestabilidad y de retórica tan destructiva en un tema tan delicado como la guerra es muy peligroso. Mantener al mundo relativamente alejado de los conflictos entre naciones en este nuevo reacomodo de fuerzas va a ser un desafío abrumador.