Con todo y las diferencias que se han venido manifestando en general, estamos bajo un ámbito en el que prevalecen las libertades.
Sin embargo, no pasa por alto que a menudo aparecen presiones, intimidaciones y sacudidas que la inhiben y someten. Un actor cada vez más importante y peligroso es la delincuencia organizada. El ejercicio del periodismo en muchas comunidades se ha condicionado por la violencia, la intimidación y los sistemáticos ataques a los periodistas. Recordemos las oprobiosas cifras, México es el tercer país del mundo en que más se agrede a periodistas y el primero en América.
El Estado no ha creado condiciones favorables para el ejercicio del periodismo. Mientras existan comunidades en que no se pueda ejercer la profesión, la responsabilidad recae en los gobiernos que son quienes deben crear condiciones. No se trata de excepcionalidad alguna, se trata de que cualquier actividad en sociedad tenga condiciones para su desarrollo.
Otro de los escenarios en que está el debate sobre la libertad tiene que ver con la idea de que el gobierno tiene en la Fiscalía una especie de elemento a utilizar ante quienes piensan de manera crítica, con todo lo que esto implica.
La idea de “quien nada debe nada teme” ha sido una constante, porque buena parte de los sectores políticos y empresariales han desarrollado sus actividades en medio de las cadenas de corrupción y si alguien tiene información sobre ello es el mismísimo Presidente.
Los tienen en la mira porque efectivamente tienen “cola que les pisen”. Se dice entre juguetona y seriamente que cuando se pone a votación en el Legislativo alguna decisión importante aparece como fantasma por los pasillos la imagen del director de la UIF.
El Presidente conoce desde tiempo atrás todas las debilidades y ahora la tiene con una no tan autónoma Fiscalía que todo indica le permite a través de las mañaneras soltar información que a más de alguno lo puede llevar al silencio o a mejor salirse del radar.
Lo cierto es que venimos de componendas profundamente oprobiosas, las cuales da la impresión de que no se han ido del todo. Los niveles de corrupción han sido tan altos y descarados que pareciera que no hay manera de que políticos y empresarios no hubieran participado de ellos.
Al Presidente le queda claro que la corrupción es, al mismo tiempo, una lucha legítima por tratar de cambiar el estado de las cosas, pero también es una forma de intimidar y someter a aquellos que igual pueden tener ciertos negocios que ser sus opositores. Los involucrados en estas cadenas lo saben y han pasado indistintamente de optar por el silencio o de plano buscar negociar o acercarse.
Estos escenarios también pasan por las estructuras de los medios. Sin embargo, algunos de éstos tengan o no “cola que les pisen” han decidido mantener la crítica y por lo mismo son sistemáticamente señalados. Son terrenos en donde no queda claro dónde empieza la libertad o dónde la libertad sirve para confrontar al gobierno y en última instancia para lo que sirve es también para defenderse de las innumerables referencias de los miércoles. La libertad está entre nosotros, pero también en muchos casos existen amenazas y condicionamientos para ejercerla.
Suele suceder que quien es señalado queda expuesto bajo el anonimato de las redes en donde se gestan ataques indiscriminados que de alguna manera pueden llevar a la libertad de expresión por los terrenos de los riesgos y condicionamientos.
El Presidente en algo tiene razón en “quien nada debe nada teme”, a lo que se suma que muchos “tienen cola que les pisen”, lo que pasa es que ahora en algunos casos se las están pisando y el Presidente se anda dando vuelo.
RESQUICIOS
Nos dice la destacada Dra. Susana López Charretón, de la UNAM, que uno de los problemas que ya tenemos con las acusaciones contra los científicos es que la comunidad se está dividiendo y confrontando y esto traerá consecuencias.
Este artículo fue publicado en La Razón el 29 de septiembre de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.