La historia de la humanidad ha estado marcada desde su inicio por la eterna búsqueda de la libertad. Lograr la construcción de una sociedad justa, para un día, por fin alcanzar el progreso universal.
La globalización debiera ser el camino para lograr una vida permanentemente más justa para todos, sin embargo diferentes hechos históricos han constatado que por más que hemos tratado de alcanzar la libertad, siempre existen condiciones que la ponen cada vez mas compleja.
Guerras, enfermedades y hasta el propio avance tecnológico, han construido momentos en que los seres humanos hemos tenido que aprender que el miedo, no debe ser el freno de la evolución, sino un motor para vencer obstáculos, como hoy lo es la pandemia en una sociedad hiperconectada.
Así como después de la primera y la segunda guerra mundial, al terminar nuestra lucha contra un poderoso enemigo, un virus implacable, (si es que ese día llega), seguiremos buscando motivos para vivir libres de una nueva pandemia: la ansiedad.
Estamos confinados también en nuestra propia mente, y preparándonos para superar el síndrome de la cabaña, afección psicológica que ha afectado a muchos, sumiéndolos en depresión y en un aislamiento mucho más profundo que la agorafobia, más allá de eso, el lograr salir del propio laberinto mental, aparentemente controlado.
La tecnología si bien nos empodera y permite seguir con nuestra vida cotidiana, también es un obstáculo hacia nuestra independencia. Como seres hiperconectados hemos encontrado en ella una forma de supervivencia ante el confinamiento, aunque también se ha convertido a un rival invisible, que, como el coronavirus, reestructura nuestra privacidad, y nos lleva a la despersonalización, uno de los muchos síntomas que acompañan a la ansiedad, pero ahora de un modo digital.
Cuando finalmente logremos estar todos vacunados, las reglas del juego de la vida y la globalización serán otras. El trabajo estará marcado por la incertidumbre laboral, la ubicuidad y los espacios abiertos; la escuela será bajo un modelo híbrido de estudio, en el que los mejores amigos ya no serán permanentes sino nómadas; el amor deberá encontrar otras bases ya no en el sentido de la pertenencia, sino en un continuo cambio de espacios y paradigmas, y qué decir del ocio y entretenimiento, que apostarán por un entorno cibernético para el mejor uso de los datos y los contenidos.
¿Será que estos ajustes en nuestra vida, marcados por ansiedad nos permita encontrar un diferente sentido a nuestra existencia, basado en el triunfo sobre el miedo al miedo?
De ser así, tal vez lograremos evolucionar hacia una sociedad más justa y empática, ahora que todos sabemos la ansiedad que provoca el estar en peligro de extinción.