La acusación buscó presentar a los periodistas como corruptos. Antes se buscó hacer algo de manera similar con expendedores de combustible, así como se calificó a todas las administraciones pasadas —con todo y que algunos de sus miembros vienen de ese criticado pasado— de corruptas, neoliberales, conservadores y demás epítetos, parecido a lo que se dijo de los distribuidores de medicina. Pero se trata de un arma propagandística que se basa en un recurso retórico, la generalización.
Enemigo común
La humanidad tiene aspectos positivos y negativos. Es la creadora del arte, de la búsqueda de frenar enfermedades que han matado a millones, de la investigación científica; pero, por otra parte, es la inventora de la esclavitud, del racismo, del homicidio y de varias desgracias más.
Así que decir que toda la humanidad es buena o mala, no es ser justo ni honesto, pues tenemos claroscuros o, como muchos han referido, la naturaleza humana puede llegar a sacar lo peor de nosotros.
Aplicando lo que acabamos de escribir al momento actual, podemos decir que el periodismo mexicano también tiene esos claroscuros, pues ha servido de dique de contención a intentos de autoritarismo, ha denunciado actos de corrupción, a la vez que se ha aliado con actores de gobierno para hacer campañas o disfrazarse de articulistas para promover ciertas causas políticas o personajes que ansían llegar al poder.
La ofensiva desde Palacio Nacional en contra de medios y periodistas, busca claramente alcanzar un objetivo: imponer una versión de los hechos para afianzar un proyecto político, similar a como lo hiciera el PRI en la segunda mitad del siglo XX.
Hay que recordar que el tricolor impuso unas reglas no escritas para el periodismo, mediante las cuales estaba prohibido criticar al presidente de la república, a la Virgen de Guadalupe y al Ejército; ahora, regresa la prohibición de hablar mal del titular del Ejecutivo federal, aunque no como regla no escrita, sino como efecto de la actividad de los fanáticos de la 4T que no lo permiten, a pesar de los errores –y vaya que ya son muchos– cometidos.
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El recurso para esta ofensiva es recurrir a unas reglas de la propaganda que Jean Marie Domenach explicaba en su obra La Propaganda Política.
Así, se puede apreciar cómo al hablar de los periodistas y medios que recibieron dinero del gobierno de EPN, se recurre a reglas como la de simplificación y del enemigo único, así como a la de la exageración.
La regla de la simplificación y del enemigo único busca reducir a términos sencillos un tema que puede ser complejo, “se tratará, en la medida de lo posible, de confinar a ese lote ínfimo de adversarios reconocidos en una sola categoría o en un solo individuo”, apunta Domenach en su obra.
Por su parte, la regla de la exageración permite utilizar frases, datos sueltos para demostrar que lo que se denuncia es verdad, “la exageración de las noticias es un procedimiento periodístico corrientemente utilizado por la prensa partidista, que hace resaltar todas las informaciones que le son favorables: así se trate de una frase aventurada por un político, como del paso de un avión o de un navío desconocidos, transformados en pruebas amenazantes. Otro procedimiento frecuente es el uso hábil de citas desvinculadas de su contexto”.
Así que no es de extrañar que todo esto termine en una cantidad llamativa de exageraciones apoyadas en este tipo de recursos propagandísticos, pues la “mafia del poder” no es sino un ejemplo que aprovecha las experiencias que anteriormente tuvieron otros propagandistas.
Por lo anterior es que hemos visto desfilar, siempre en generalizaciones, a los expendedores de combustibles, a las distribuidores de medicina, a los periodistas, a los conservadores –es decir, a todo aquel que se opone al proyecto lopezobradorista–, a las calificadoras internacionales, más los que se sumen en las semanas por venir.
Por supuesto que para que este recurso funcione se debe generalizar, pues no se puede detallar que, como citamos al inicio de este texto, en todo grupo humano haya luces y sombras, pero esto no es gratuito, pues con encontrar con uno solo de los integrantes de estos conjuntos que cumpla con lo denunciado, se utilizará para gritar a los cuatro vientos que se tenía razón.
Y como toda propaganda, no se apela a la razón, sino a sentimientos arraigados en los ciudadanos que sirvan como tierra fértil para sembrar este tipo de ideas.
El problema vendrá cuando se acabe con la prensa crítica y con la libertad de expresión –como ha sucedido en regímenes totalitarios–, porque seguirán otras libertades que los fanáticos no aprecian, pero que les afectará más temprano que tarde.
Pero la oposición también cae en este juego al calificar a todo el gobierno lopezobadorista como incapaz, inepto o de ocurrencias. Claro que algunos se ajustan a esta descripción, pero no todos.
Así, caer en generalizaciones es peligroso y sólo conduce, como lo hemos visto en estos meses de 4T, a enrarecer la conversación pública y que la propaganda se convierta en la nueva forma de comunicación.