jueves 21 noviembre 2024

¿Es posible un maximato?

Primera parte

por José Ramón López Rubí Calderón

¿Lo es en el México del siglo XXI? Claro que es posible. “El México del siglo XXI” se trata, para López Obrador, de regresar a lo peor de nuestro siglo XX posrevolucionario. Para un maximato de AMLO sólo se necesitaban y necesitan tres condiciones, y una ya se cumplió por dedazo más encuestas: que Claudia Sheinbaum sea la candidata presidencial de Morena; las otras dos condiciones son que Sheinbaum gane la elección de 2024 (y ocupe formalmente la presidencia) y que AMLO siga vivo o suficientemente sano… Así de “sencillo”. 

El proyecto político de López Obrador nada tiene que ver con la democracia, el interés superior del pueblo ni los principios de izquierda: su proyecto real, después de haber ejercido el poder de la presidencia y haber intentado maximizarlo, es que 1) su partido se transforme en el nuevo partido hegemónico, 2) que los presidentes siguientes –no sólo una- sean de su partido y 3) que ese partido y esos presidentes sigan siendo devotos de san Andrés Manuel, pero todo con 4) un periodo de maximato de al menos tres años que le permita extender su influencia para arbitrar entre grupos de Morena hacia el futuro, codeterminándolo así, y al mismo tiempo fijar desde el Estado su lugar como el nuevo “padre de la patria”, el “líder histórico” cuyo nombre sea acordado y recordado como el eje de la historia oficial que acompañe la hegemonía presidencialista morenista-obradorista. 

Del aumento priista –formal e informal- al presidencialismo mientras AMLO es presidente, se pasaría a una pausa –sin reducción- al crecimiento del presidencialismo formal mientras Sheinbaum lleva el título oficial de presidenta y López Obrador el de jefe máximo real –el maximato-, y de ahí a una reactivación integral del presidencialismo aumentado por tratarse de presidentes de Morena y obradoristas, esto una vez terminado el maximato y hasta donde lo permita la realidad a nuevos operadores… Por lo mismo, tendrían que seguir debilitando al INE, hasta desnaturalizarlo y controlarlo por completo o desaparecerlo en toda forma. Tal es el “segundo” proyecto de AMLO, y no es inevitable pero es posible. Ni seguro ni fácil pero tampoco imposible. No creo que ya en la presidencia se haya propuesto seriamente a sí mismo intentar la reelección, aunque tal vez la deseó, pero puede conseguirla indirecta y más acotadamente a través del maximato. Éste, y más como megalomaximato, insisto, sí es posible. 

Extra: si se sostiene un acuerdo entre AMLO y Sheinbaum, el candidato morenista al gobierno de la Ciudad de México será Omar García Harfuch, y entonces la máquina de propaganda nos dirá con su peculiar cinismo y con los eufemismos que convengan que es un hombre notablemente popular, que el pueblo lo necesita y lo pide como gobernante, que ha sido un extraordinario secretario de Seguridad capitalina, que además no tiene nada que ver con García Luna ni Cárdenas Palomino, que no es cierto que sólo haya sido un junior (de una familia militar-policiaca dentro de la familia priista autoritaria) y un policía, y hasta se diría que su historia personal es la de un militante de izquierda. Se exhibe nuevamente el obradorismo: lo que debe ser policiaco lo transforma en militar (Guardia Nacional) y mucho de lo que debería llenar con lo civil progresista lo llena con lo militar o policiaco. Y todavía se atreve el presidente, farsante e hipócrita como es, a ir a Colombia a “coincidir” en que se replantee la política sobre drogas, él que es la causa de que se haya frenado la legalización de la mariguana en el Congreso mexicano, que inunda la televisión con campañas de miedo disfrazadas de campañas informativas sobre consumo, que acaba de quejarse cual abuelo de Verástegui de que ya no se castigue a los jugadores de la NBA por fumar marihuana en su vida privada, etcétera. El “replanteamiento” que quiere AMLO es conservar la Prohibición… Gustavo Petro no sabe con quién trata.

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