Con Caro Quintero, el único éxito de alto impacto en este gobierno contra el crimen organizado, estuvo a punto de tener un destino como el del hijo de El Chapo: en el último mes y medio, se le había escapado 13 veces a la Marina.
La DEA le había pasado a la Marina la ubicación del septuagenario capo en 13 ocasiones, durante las últimas seis semanas, y siempre se le escapó. Hasta que el viernes una perra llamada Max fue quien lo capturó. Hasta eso.
Son fehacientes las declaraciones a Proceso de un alto funcionario de la DEA:
“Teníamos dudas de que lo fueran a detener: nos decepcionó que, en 13 ocasiones, tuvieron oportunidad de capturarlo y no lo hicieron. Francamente, nos sorprendió que, en la decimocuarta ocasión lo hicieran”.
En realidad fue un milagro que la 4T accediera a actuar con información dada por la DEA, pues el mismo canciller Marcelo Ebrard admitió en entrevista la semana pasada que la DEA tiene aquí “cerradas casi todas las puertas”.
Así, tanto la directora de DEA, como el embajador estadounidense en México tuvieron razón en sus declaraciones, sobre la captura del señalado como cerebro del asesinato y tortura de Kiki Camarena.
Anne Milgram dijo que “nuestro increíble equipo de la DEA en México trabajó en colaboración con las autoridades para capturar y arrestar Rafael Caro Quintero”. Pues sí: la DEA aportó los pelos y señales para que lo agarraran.
Ken Salazar dijo que “ningún personal de los Estados Unidos participó en la operación táctica que resultó en el arresto, la aprehensión fue realizada exclusivamente por el Gobierno mexicano”. Pues sí: la Marina hizo en el trabajo de campo.
Quiere decir que la relaciones entre la DEA y el gobierno mexicano siguen igual de malas, que antes del arresto del capo, y no habría que esperar detenciones de alto impacto en el entorno de los capos.
La 4T no supera que la DEA detuviera en Los Ángeles al general Cienfuegos (liberado después por decisión política de Trump), lo cual casi le tira aquí la estrategia de militarización acelerada del gobierno y la sociedad.
Después, la 4T reformó al vapor la Ley de Seguridad Nacional (con dedicatoria para la DEA) para que los espías se inscriban en un libro, y desmanteló la Unidad de Investigación Sensible, que estaba aquí hacia 25 años.
Aunque están bajo el control de los gobiernos locales, las SIU trabajan en unos 15 países y son básicas para los agentes estadounidenses que operan para capturar a los jefes de cárteles, como con el Chapo.
Parece que lo de Caro Quintero fue fortuito. Lo bueno es que siempre estará Max.
O un compañero de Max.