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jueves 07 noviembre 2024

Estados Unidos, las ofertas de los partidos

por Martin F. Mendoza

La personalidad y el carácter de Donald Trump hacen que resulte fácil establecer comparaciones apropiadas y bastante obvias, por cierto, entre él y Joe Biden, quedándonos en ese nivel. La corrupción, el nepotismo y la enorme incompetencia del trumpismo tienen un peso inigualable al momento de analizar las opciones en esta elección presidencial, que tendrá lugar en menos de dos semanas. Sin embargo, si pretendiéramos ir un poco más allá y ver las cosas a través de un prisma partidista más que personal o grupal al momento de revisar tales opciones, lo cual, después de todo, es el argumento republicano (no nos fijemos en el individuo sino en lo que hace al gobernar), pudiéramos entonces revisar unas cuantas líneas de políticas públicas, digamos tres de ellas, para ver sólo algunos ejemplos de qué es lo que se les ofrece a los estadounidenses a cambio de su voto.

Veamos, por ejemplo, el manejo fiscal. El tradicional horror republicano por los déficits públicos nunca fue tal: fue una simulación, una pose. El conservadurismo fiscal se derritió en el gobierno de Trump. Ello, claro está, mientras el enorme déficit y endeudamiento sean producto de absurdos recortes de impuestos a las grandes empresas y a los individuos que más ganan. La vieja canción de que los recortes de impuestos se pagan solos vía el crecimiento económico jamás ha sido una verdad total y absoluta; alegar lo contrario, sobre todo hoy día, es solo necedad.

Ahora, si los déficits fueran producto de aumentos en la inversión en programas sociales, entonces el Partido Republicano si tendría un problema y muy grande por ello. Los demócratas, por su parte, necesitan entender que si bien ahora se tiene que gastar, y mucho, por lo que eventualmente el orden tiene que regresar. En realidad, un primer periodo de Biden sería de enormes déficits, aun si se materializan los urgentes aumentos impositivos a las entidades e individuos que más ganan. No hay de otra.

Curiosamente, Biden no fue muy entusiasta antes de la Covid-19 con las ideas más revolucionarias de Bernie Sanders y, en general, del ala más a la izquierda del partido en cuanto a gasto se refiere. Las presiones sobre Biden desde su flanco izquierdo se intensificarían en un segundo periodo, aun en el caso de que la economía se hubiera logrado normalizar para entonces.

Vamos con la política exterior: qué difícil resultaría para los republicanos en el Congreso tratar de presionar a Biden en cuanto a su liderazgo internacional después de la vergonzosa carta blanca otorgada a Trump en el asunto de  Putin y Rusia. Ahí están, además, la broma con la que los norcoreanos envolvieron a Trump, así como el retroceso causado por este en relación con los riesgos que representa Irán. Todo ello pasa por el enorme desprestigio de Estados Unidos como nación líder de Occidente y la gran desconfianza entre sus aliados ganada a pulso.

Decir que Biden tendrá las manos llenas en cuanto a política exterior es decir poco. Además, claro, decir que el Partido Republicano es el “duro” en sus relaciones con el resto del mundo, especialmente con los polos antinorteamericanos, es un mal chiste. No sabemos hasta qué grado la administración de Biden será capaz de enderezar todo ese embrollo, pero lo que sí sabemos de seguro es que esta es otra área en donde los republicanos han hecho otro enorme ridículo y han perdido absolutamente toda credibilidad.

Pasemos a “la ley y el orden”, como gusta llamar el fascistoide presidente Trump a los asuntos de seguridad pública. En realidad es difícil establecer diferencias a nivel federal entre un partido y otro, ya que al menos el delito común y su tratamiento corresponde más bien a los estados y municipalidades. En este tema, para ser sinceros, existen enormes problemas en gobiernos emanados de los dos partidos. El gran reto para la derecha radical viene cuando la administración de justicia se traslapa con los temas de derechos humanos y de la desigualdad racial, acerca de los cuales el gobierno federal tiene el mandato tanto de promoverlos como de hacerlos cumplir.

En esa materia el récord republicano es patético porque parte prácticamente de la postura de que la desigualdad racial ante la ley y el atropello a los derechos humanos por parte de agencias policiacas en todo el país es algo inexistente. No vayamos al asunto de la supresión del voto (también cabe a la perfección dentro de “la ley y el orden”, por supuesto) porque también en ello los republicanos son indefensibles.

También podemos citar el tema del sistema de salud y la enfermiza y políticamente absurda obsesión republicana por derogar el llamado “Obamacare” sin tener tan siquiera un bosquejo de plan para sustituirlo.

Ahí está sólo una pequeña muestra de lo que está por definirse el próximo tres de noviembre. Difícilmente el contraste entre las opciones partidistas pudiera ser más escandaloso, para no hablar, otra vez, de la personalidad y el carácter de Trump.

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