De manera riesgosa y hasta peligrosa, EU ha entrado en la rebatinga electoral. Todavía no hay suficiente claridad para saber quién ganó con todo y que los votos favorecen a Joe Biden.
Ayer el presidente Trump dejó en claro que no va a aceptar la derrota, “a menos que me roben la elección”. El presidente utilizó la Casa Blanca para asegurar que la elección es ilegal y que le están robando.
Puso como ejemplo a Pensilvania. Dijo que llevaba una ventaja de 700 mil votos y que extrañamente la elección se emparejó. Pasó por alto la gran cantidad de votos cerrados que no se han ido contabilizando, los cuales están siendo factor para emparejar la elección.
Con estos desplantes, al republicano se le va viendo desesperado o quizá empieza a tener indicadores de una eventual derrota. En la alocución de ayer no presentó pruebas concretas de sus dichos más bien fustigó, señaló, amenazó y descalificó el proceso electoral. Sin empacho alguno dijo “es un sistema corrupto con gente corrupta”
Un hecho para atenderse es que ayer mientras el presidente hablaba varias cadenas de televisión, ABC, CNN, MSNBC, PBS y Univision, decidieron interrumpir sus transmisiones argumentando falsedades sobre la elección. Una de las razones por las que tomaron la determinación se debió a que aseguró que hubo “fraude masivo” sin mostrar prueba alguna.
El discurso si bien no es nuevo busca poner a las elecciones en entredicho. No queda claro cuál sería la reacción de sus muchos seguidores ante lo que empieza a ser el inicio de una impugnación, quizás adelantándose a los escenarios que el presidente ya está advirtiendo. Como se vea, se interpreta que Trump echó a andar su maquinaria buscando la mayor de las empatías con sus seguidores.
El tono fue francamente agresivo, lo cual se puede convertir en arengas y consignas de sus millones de seguidores. Un dato revelador de lo que pasa en EU es que independientemente de quién gane Trump ha alcanzado un gran número de votos, está cerca de los 70 millones de sufragios, sólo a 3 de Joe Biden.
Lo que no va a cambiar es la división manifiesta en la que ya está metido EU. Está definitivamente dividido en dos mitades, lo cual coloca de entrada al ganador, sea quien sea, bajo escenarios límite para la gobernabilidad del país.
Una pregunta que anda rondando por diversos medios es qué pasará y hará Trump en caso de que perdiera con todos sus reclamos. Qué proyecto diseñaría, porque por ningún motivo puede desdeñar los cerca de 70 millones de votos, más el avance tangible que ha logrado para los republicanos en el Congreso.
Los pronósticos sobre una derrota, si no contundente, al menos clara, se vinieron abajo. Trump tiene un capital político que sabrá administrar por lo que no se descarta que siga siendo un actor central de la vida política del país, a lo que hay que sumar, bajo este escenario, la posibilidad de que busque de nuevo la presidencia en cuatro años.
Lo que es definitivo es que Trump está y estará en el imaginario colectivo por varios años más. Se ha convertido en el personaje referente, a pesar de la cada vez más profunda crítica de millones de estadounidenses.
Sabe que gane o pierda tiene una presencia nacional que seguramente usará una y otra vez ante un eventual triunfo de Joe Biden. Podrá perder, pero su presencia no va a dejar de estar entre los ciudadanos.
Seguiremos en vilo, porque la mecánica del proceso electoral le otorga autonomía plena a los estados para el desarrollo del conteo.
Lo que es seguro es que al próximo presidente de EU no le van a dejar pasar una sola y no descartemos que todo terminará por resolverse cerca de la Navidad; nadie está dispuesto a dejarse en medio de la rebatinga.
RESQUICIOS
Nomás faltaba, Javier Duarte quiere formar parte de la vendimia declarativa de testigos colaboradores. Se dice dispuesto a declarar todo lo que se sabe y quizá ocurra contra Peña Nieto; ha de querer que lo traten como al invisible Lozoya.
Este artículo fue publicado en La Razón el 06 de noviembre de 2020. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.