El presidente López Obrador siempre se ha manifestado, de muy diversas maneras, en contra del movimiento feminista. Entre otras muchas cosas los ha calificado de violento y conservador.
Recientemente en una intervención en Campeche dijo que los movimientos a favor de los derechos humanos, del feminismo, de la ecología y del cuidado de los animales eran una creación del neoliberalismo, para saquear a los países.
Se han dado distintas interpretaciones, para explicar esa declaración del presidente que nadie, ni los suyos, ha defendido. Se argumenta ignorancia, que vive en otro tiempo y otra realidad e incluso se dice que tiene graves problemas psicológicos.
Hay también quien piensa que la respuesta está en su formación en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM de los años setenta del siglo pasado donde imperó un marxismo muy básico e ideológico. El presidente sigue fiel a esas enseñanzas y no ha renovado su marco conceptual.
Pienso que su rechazo radical, diría visceral, a los movimientos feministas tiene su origen en posiciones religiosas particularmente conservadoras ligadas al evangelismo pentecostal.
Al inicio de su gobierno el pastor evangélico pentecostal Arturo Farela hizo público que en varias ocasiones había hecho oración con el presidente en Palacio Nacional, afirmación que nunca fue desmentida.
El presidente desde hace por lo menos 15 años mantiene una cercana relación, realmente de “amigos”, con el pastor. Hay muchas pruebas de la simpatía personal y la afinidad espiritual entre el presidente y Farela. Aunque en los últimos tiempos no se haya hecho pública.
Farela asegura que “he orado muchas veces con él (presidente) dentro y fuera de Palacio Nacional. Oramos, no rezamos. Es un hombre que conoce a Dios profundamente”.
Y añade que tenemos un presidente que “como cristiano bíblico sabe que el gran mandamiento es amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.
Farela, presidente de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice), a la que están asociadas siete mil Iglesias, reúne a pastores, los más conservadores o muy conservadores.
En la teología del evangelismo pentecostal las mujeres, a las hay que tratar bien, deben someterse a lo que plantea la Biblia de manera literal. No hay lugar para acciones de reivindicación como el derecho que éstas tienen a decidir sobre su propio cuerpo. Eso ya está normado por las Sagradas Escrituras.
Que las mujeres se organicen para hacer valer una agenda progresista de derechos que, entre otras cosas, ponga fin al patriarcado no es bien visto por esas iglesias y esos pastores. Con los cuales el presidente se identifica y mantiene una relación cercana.
Farela afirma que el presidente “es un hombre que no necesita de sacerdotes, pastores o rabinos. Habla con Dios directamente como cualquier otro ciudadano lo puede hacer. No soy su pastor. Soy su amigo y su hermano en la fe”.
El amigo del presidente, como la gran mayoría de los pastores evangélicos, está en contra del aborto, de la liberación de las mujeres y de la agenda progresista de inclusión social que implica, entre otras cosas, reconocer los derechos de la comunidad LGBTI.
La mía es una hipótesis y puede no validarse. Independientemente de donde venga el rechazo del presidente al movimiento feminista y las causas que éste sostiene, no se puede aceptar su posición. Es no solo conservadora sino reaccionaria.
Twitter: @RubenAguilar