Hace unos días, la organización Signos Vitales, que preside Enrique Cárdenas, un mexicano de excepción, presentó un trabajo también excepcional para entender dónde estamos y cómo estamos. “Diagnóstico de México: oscuras perspectivas” es, entre otras cosas, una descripción documentada de un gobierno que, con cada acción y con cada omisión, produce más fracturas en un país al que ya le sobraban fracturas.
Mediante la metáfora de los “tumores”, la organización documenta algunas de las principales descomposiciones nacionales, que vienen a dar la puntilla a un Estado que ya se encontraba en la encrucijada entre fortalecerse o derrumbarse. El recuento no lo abarca todo, pero sí mucho de lo más importante: la prostitución y colonización de las instituciones reduciéndolas a gestorías de un grupo político, la parálisis económica convertida en horizonte, las demenciales decisiones en materia energética, el derrumbe de capacidades para la salud y la educación públicas, el incremento dramático en desigualdad y pobreza, el desastre ambiental, y el arraigo de violencias extremas.
Reunir toda esta información y explicarla es un logro enorme desde un punto de vista técnico, político y ético. Es además un documento que, inadvertidamente, ayuda a desmontar algunas muletillas que todavía obnubilan ante lo evidente. Una de ellas, la de asumir que estamos en un retorno a la era priísta. Y no; con todas las salvedades que se quiera, en esos tiempos no se destruían instituciones, se creaban; no se destruían clases medias, se creaban; no se jalaba a los militares hacia la política, se les ubicaba como factor de estabilidad. Otro error, vinculado al anterior, es la idea de que estaríamos en una crisis, otra más. Y pues tampoco, porque las crisis que el país padeció emergían de circunstancias superables a partir de respuestas plausibles y racionales; hoy no es claro que esto sea factible, pues muchos de los temas se encuentran enfangados en pozos de condicionantes crónicas cada vez más difíciles, ya no sólo de atender, sino incluso de entender. Otra muestra de miopía es evadir el hecho de que MORENA es causa pero también consecuencia de una degradación social y política que, para continuar con las metáforas médicas del informe, es una metástasis nacional.
Al final, es en un contexto de cinismo generalizado y rampante que MORENA se erige como una fuerza que sólo puede florecer entre ruinas y ruindades, siempre bien dispuesta a sabotear cualquier intento por contrarrestar sus desvaríos. Y así ni modo que, como lo dice en su título el trabajo de Signos Vitales, las perspectivas no fueran oscuras. A estas alturas, nadie sabe si el gobierno de López Obrador logre convertir sus destrozos en el paisaje natural del país o si los anticuerpos logren que los tumores entren a remisión. No sabemos si podremos imaginar, con seriedad, escenarios distintos al declive que llevamos, pero incluso en la soberbia cerril de López Obrador se cuela un rayo, no de esperanza, pero sí de previsión, y por eso, por si acaso, es que busca destruir al INE.
A los destructores les queda otro inconveniente, porque si bien erradicaron del gobierno y de su extensión legislativa cualquier sentido de responsabilidad pública, éste perdura desde el periodismo, la academia o la organización social. Por eso es todavía posible que, a los cuentos del poder, se opongan los recuentos de daños y las explicaciones con sustento. Es el mejor de los antídotos contra la mentira. Se llama construcción de memoria.