Su llegada sería un ataque contrademocrático al Instituto y podría iniciar su decadencia definitiva. Nombrar consejero electoral a “Gibrán”, además, sería violar la ley. Llevarlo al INE junto a otros tres gibranes (militantes del obradorismo, de agresivo compromiso con el presidente) sería herir de muerte al régimen democrático vigente, sin democratización sustituta –el régimen actual ha estado en deterioro multicausal y constante desde 2006.
Tengo cuatro grandes razones contra un posible consejero Ramírez.
Primera: carece de toda independencia y autonomía. Es obvia la causa: es un defensor del presidente López Obrador. No su consejero, no su asesor, uno de sus defensores. Uno de sus ayudantes mediáticos. Y, para todo efecto práctico, uno de sus empleados (la CISS, de la que se volvió secretario general sin ser experto en seguridad social, depende realmente del IMSS y éste del presidente). Su compromiso no es con la democratización y/o la consolidación democrática sino con AMLO, su movimiento y su poder. Y, en ese compromiso, ha empeorado: es cada vez más deshonesto e inconsistente.
No puedo olvidar declaraciones suyas como “estaría orgulloso de que la agenda me la dictara el presidente”. Esa frase, joya negra de sus participaciones televisivas en “La Hora de Opinar”, es tan lacayuna como tramposa, tan hipócrita como cínica: es un intento de matar dos pájaros con una sola piedra, fingir que no es para nada dependiente de López Obrador al mismo tiempo que le guiña el ojo, sugiriendo que estar subordinado a él (a nadie más) sería motivo de orgullo tanto para cualquier funcionario del Estado como para un analista de izquierda. Fuera de la fantasía y la grilla, no lo sería, no para cualquier funcionario y no para un verdadero analista. Más importante aún, la frase revela contundentemente por qué Gibrán Ramírez no debe ser consejero del INE. El presidente López Obrador le dictaría la agenda. No directamente para los contenidos específicos de sus excesivas intervenciones en medios, como miembro del Consejo General del INE sí: el presidente le dictaría, directa o indirectamente, la agenda. Hambre y torta: un político que es presidente y odia irracionalmente al INE, un ex intelectual-político que se está reduciendo a grillo amante de ese presidente. ¿Qué podría salir mal?
Como puente entre la primera razón y la segunda, reiteremos que la independencia y la autonomía son posibles. Como intelectuales y como consejeros electorales. Sin perfección. Lo demostraron anteriores consejeros del IFE como Mauricio Merino y –aunque duela a los fanáticos pejistas- Alonso Lujambio, quien en ese momento no era militante del PAN, no había sido candidato panista a nada y no actuó panistamente mientras estuvo en el Instituto; ambos, Merino y Alonso, fueron protagonistas de los procesos que terminaron en las multas millonarias de los casos “Pemexgate” y “Amigos de Fox”. Gibrán Ramírez no está a la altura de ninguno de los dos. (Pregunta asociada: ¿por qué los obradoristas nunca berrean sobre un caso equivalente al de Lujambio como el del ex consejero Jaime Cárdenas?).
Segunda: carece de objetividad. Por ignorancia epistemológica y asuntos relacionados o por la necesidad de autodefenderse por ser acrítico con el presidente, Ramírez ha negado la posibilidad de ser objetivos. Como John Ackerman y Hernán Gómez, pasó muchos días del segundo tercio del 2019 negando la existencia de la objetividad –curiosamente, los tres dejaron de insistir tanto sobre el tema a finales de agosto, cuando López Obrador se atrevió a “recomendar” a los medios ser objetivos y a los médicos comprar las medicinas de sus pacientes… Entre otras tonterías, Gómez dijo que pedir objetividad es un acto “pretencioso” y afirmó que la objetividad es “ilusoria”, mientras Ackerman afirmaba que es “una máscara de neutralidad”, y Ramírez repitió las mismas necedades: tendió a confundir objetividad con neutralidad, “concluyendo” que la objetividad no existe. Los invito a revisar los archivos de “La Hora de Opinar”.
Decir que no hay objetividad porque no hay neutralidad es un error porque, por un lado, objetividad no es neutralidad y, por otro, se borra artificialmente la cuestión empírico-analítica del grado; que la objetividad no sea perfecta (100%) no significa que no exista en ningún grado ni que no pueda existir en grados suficientes para hacer ciencia sobre la complejidad social. Pero haciendo a un lado esas posturas anticientíficas y absolutistas de supuestos politólogos sobre un problema tan relevante, permanece el hecho institucional de que la objetividad está entre los principios rectores del INE. Es y debe ser uno de sus imperativos éticos y técnicos. Ya debe ser evidente que “Gibrán” no puede ni quiere seguir esos imperativos. Si ni siquiera cree en la posibilidad de ser objetivo, ¿cómo podría cumplir su responsabilidad como consejero del Instituto? Y aunque al final del día creyera en esa posibilidad, ha decidido no ser tan objetivo como sea posible sino ser tan obradorista como sea necesario y conveniente: ha decidido creer en El Jefe López Obrador. Por una vía o la otra, por uno u otro motivo, Gibrán Ramírez no podría ser ni sería un consejero objetivo del INE.
Tercera: no cumple todos los requisitos legales: fue candidato de Morena a un cargo de elección popular. El inciso g del artículo 38 de la ley electoral exige “no haber sido registrado como candidato, ni haber desempeñado cargo alguno de elección popular en los últimos cuatro años anteriores a la designación”. En este buen texto de Oscar Constantino están los demás detalles legales. Ahora bien, me dicen que hay quien quiere interpretar ese inciso a favor de Ramírez basándose en que “ni” es conjunción copulativa. No hay mérito analítico en ese esfuerzo; ni, por tanto, verdad. Es una interpretación leguleya mal vestida de lógica. “Ni” puede servir o también sirve para excluir elementos o cancelar posibilidades, esto es, puede ser un “tampoco” y, en ese mismo sentido, un “o”, y a su vez “o” puede referir sinonimia (o equivalencia) y alternativa (u oposición). “Ni”, entonces, también es conjunción disyuntiva. Y el inciso jurídico del que hablamos es una de las veces en que lo es. Si eso se toma en cuenta y se atiende al “espíritu” del texto legal, que es muy fácil de comprender, no hay dudas: Gibrán Ramírez no cumple con el requisito.
Repito, la ley no pide ni implica “no haber sido candidato registrado y además no haber desempeñado ese cargo por elección” sino requiere “no haber sido candidato ni/o/y tampoco haber ocupado cargo de elección popular”; se ordena que ninguno de esos dos hechos esté presente en el currículo del aspirante a consejero dentro del tiempo señalado, sean juntos o separados.
Cuarta: ha implicado públicamente su deseo de alinear el INE al obradorismo o desaparecer al Instituto. Lo ha dejado ver detrás de ropajes “politológicos” que sólo sirven para engañar a los bobos. Obradorismo en (imitación de) piel de política comparada. Banalidades relativas que son trampas partidistas como esta en su columnita de periódico: “En un país serio, digamos, que creyera en su propia política, el INE sería una dirección general de la subsecretaría de gobierno o de asuntos políticos”.
¿Qué dijo en realidad? En efecto, que si fuéramos Alemania no habría necesidad de INE, y si hubiéramos sido algo como Noruega no hubiera sido necesario el IFE. Decir eso va bien como memoria en una explicación más o menos académica, o dicho como mero dato, complementario o no. Pero el doctor Ramírez no lo dijo ni de una forma ni de la otra, lo dijo para intentar justificar los deseos de que no haya poder electoral autónomo, independiente del gobierno actual. El doctor que supuestamente hace análisis, omite lo obvio para un politólogo pero no para cualquier lector de Milenio: dado que no éramos ningún país mucho mejor que el que éramos, el IFE era democráticamente necesario y el INE sigue siéndolo. ¿Sin INE nos convertiremos en una democracia como las de países más avanzados? No. Ni en ninguna otra. Lo que nos impide ser una mayor y mejor democracia no es el INE.
Asimismo, y eso lo sabe el gran doctor, en un país de política seria los políticos no gritan “fraude” sólo porque pierden. Sin IFE o INE, ¿qué habría hecho un AMLO? Lo pregunto para antes y después de 2006; es muy interesante pensarlo. ¿Qué haría hoy? Son las preguntas importantes con las que está relacionado el dato de lo que sucede en “países serios”. Pero “Gibrán” no está pensando ni en la ciencia social ni en el futuro democrático, está pensando en AMLO y el obradorismo –y en el bien de los dos, AMLO y él.
Gibrán Ramírez NO debe ser miembro del INE. Legalmente, no puede serlo. Democráticamente, no debe serlo. El único “argumento” para que Morena lo coloque en el Consejo General es un mayoritarismo abusivo, no democrático, y antidemocrático sobre todo a mediano plazo.
Referencias
https://revistareplicante.com/todo-lo-que-no-es-gibran-ramirez/ Incluye “videoprueba” de la subordinación mental y política de Ramírez a López Obrador.