Sobre los enfrentamientos del domingo pasado en Nochixtlán, Oaxaca, creo que tenemos ya algunos datos incontrovertibles:
1) El operativo policíaco para desalojar la carretera fue ineficaz, y ello no es un asunto menor ya que a las fuerzas de seguridad pública –local y federal– les corresponde restablecer el orden y no lo hicieron, según sus dichos, porque fueron víctimas de una emboscada que, si ello fue cierto, su trabajo de inteligencia no previó.
2) El gobierno del Estado afirma que la provocación provino de individuos infiltrados en la CNTE -los identifica por nombre, apellido y organización- por lo que no acusa de los desmanes a la Coordinadora que, por su parte, no desmiente esa versión oficial y tampoco se deslinda de los infiltrados. El hecho es este precisamente: hay infiltrados, vale decir, sujetos interesados en que agudizar el conflicto, y muchos de ellos no son profesores sino integrantes de células guerrilleras –que sobrevivieron al amparo de los gobierno anteriores, con cargo al erario-.
3) En la sociedad de la información, la nueva era digital, no sabes exactamente qué ocurrió ese día… porque los medios de comunicación no le dieron cobertura al operativo.
4) Lo que sucedió el domingo en Oaxaca no se entiende sin la decisión del gobierno federal de romper el diálogo con la CNTE e iniciar una persecución legal contra varios de sus líderes; tal determinación debió prever consecuencias pero no, se quedó en los desplantes discursivos del secretario de Educación Pública. (Lo cual también implica la inoperancia del secretario de Gobernación en el conflicto). Ahora, después de ocho personas fallecidas, decenas de heridos y una considerable presión social, el gobierno acepta el diálogo –cuando debiera ser en todo momento promotor del mismo, incluso hasta en situaciones extremas o delicadas, como a las que la CNTE ha orillado.
5) A las redes sociales debemos tomarlas con pinzas. En estos conflictos son una herramienta para difundir falsedades, desde el tlacuache volador descuartizado por un activista hasta el niño golpeado por un policía o el rostro yerto de alguien que falleció mucho antes en Puebla. El fenómeno llegó para quedarse pero esta vez, digamos que con mayores decibeles, como lo muestran las mentirosas versiones que ahora circulan en las mismas redes sobre toques de queda y matanza de profesores.
6) El gobierno federal tiene bajos niveles de credibilidad –entre otras razones precisamente por no haber podido reaccionar cuando se le involucró con lo sucedido en Ayotzinapa—y también por su enorme ineficacia en el ejercicio de sus funciones por ello debe erigir un entramado institucional que deslinde responsabilidades y que ese deslinde sea creíble. Para ello los reportes de la CNDH y de los visitadores de la ONU serán fundamentales.
7) La mesura de los ciudadanos que se interesan por esos asuntos públicos es clave para que el conflicto llegue a buen puerto.