Mucha gente se ha creído el cuento, repetido miles de veces, de que el gobierno actual se distingue de los anteriores porque practica una opción preferencial por los pobres, que ésta es su preocupación central y que sacrifica otros gastos para llevarla a cabo. La reiteración de esta falacia se adorna con frases que terminarán en el museo de la demagogia, como aquellas de “primero los pobres”, “ya no me pertenezco”, “amor con amor se paga” y otras que derraman sentimentalismo del más barato.
En un ensayo publicado recientemente en la revista Nexos, Máximo Ernesto Jaramillo-Molina desentraña los mitos de la política social cuatroteísta y la confronta con datos duros. Este ejercicio de análisis devasta los cimientos de lo que no es sino simulación y grandilocuencia repetidas con exceso.
En primer lugar, Jaramillo-Molina analiza el gasto gubernamental dedicado a la política social entre los años 2010 y 2021, por lo que incluye programas y acciones federales con reglas de operación, otros subsidios, prestación de servicios y provisión de bienes públicos. Basado en datos oficiales, demuestra que el gasto en programas sociales del gobierno actual es 8 por ciento menor que su máximo histórico, el cual corresponde al año 2015, es decir, al tercer año del sexenio de Enrique Peña Nieto. Aquello de que “nunca se había destinado tanto presupuesto a los programas sociales” es una falsedad que engaña a los seguidores de López Obrador, pero que también trae confundidos a algunos de sus opositores, quienes no atinan a revisar las cifras.
En segundo lugar, el especialista da cuenta de que, mientras otros países incrementaron su gasto social para apoyar a sus habitantes, México no lo hizo. Esto desmiente a López Obrador, quien afirma que atendió los dañinos efectos de la crisis del Covid-19 con sus programas sociales, lo que reiteró en el “mensaje a la Nación” que dictó apenas el pasado primero de diciembre. Para mitigar los estragos sociales de la crisis pandémica, Francia incrementó el gasto social en 6.8 puntos de su Producto Interno Bruto (PIB), Chile en 7.3 puntos, Brasil 7.6, Reino Unido 8.7 y Estados Unidos agregó 22 puntos del PIB, mientras que en México prácticamente se gastó lo mismo que antes de la pandemia en ese rubro: en lugar de aumentar los montos de los programas sociales y su cobertura, el gobierno de López Obrador dejó a su suerte a decenas de miles de empresas que quebraron y a los trabajadores que perdieron el empleo.
Jaramillo-Molina revisó una tercera idea, consistente en que la política social del gobierno federal entrega apoyos a tantos hogares como nunca antes. En uno de sus tantos “informes” el presidente afirmó, el 5 de abril de 2020, que los programas sociales del gobierno llegaban al 50 por ciento de todos los hogares de México; pero los censos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía muestran que su cobertura era de solo 28 por ciento el año pasado y de 30 por ciento para el 2021.
Asociada a la anterior, tenemos la afirmación presidencial de que el 95 por ciento de los hogares más pobres reciben apoyos del gobierno, lo que se devela como una mentira más de la política social obradorista. El investigador, doctor en Ciencia Social por El Colegio de México, desnuda este cuarto mito cuando hace ver que, en 2016, con el 61 por ciento, se alcanzó la mayor cobertura de los programas sociales en los hogares con menores ingresos. En el año 2020, ya en la actual administración, los apoyos solo alcanzaban al 35 por ciento de los hogares más pobres, lo que también quiere decir que actualmente la mayoría de los apoyos terminan en los hogares de la clase media y en los hogares más ricos.
En otros textos he señalado que una buena parte (casi medio billón de pesos anuales) del gasto social del gobierno se canaliza a través de una estructura de operación político-electoral creada y encabezada por López Obrador. La forma de operar los programas sociales explica buena parte de los defectos encontrados por Jaramillo-Molina en su estudio, pues la estructura de los llamados Servidores de la Nación atiende no a las zonas de alta marginación social, sino a los distritos y secciones electorales y su plan está focalizado para atender a la clientela electoral y no a los hogares de menores ingresos. El objetivo de esta operación gubernamental no es el impulso del desarrollo social en beneficio de las personas en condiciones de pobreza, sino el logro de las metas electorales del proyecto transexenal del inquilino de Palacio Nacional.
Las cifras que nos muestra el estudio que aquí comentamos son contundentes: la política social de López Obrador es la continuidad de la que se siguió en gobiernos anteriores, y su apego al dogma neoliberal se expresó en su negativa a incrementar el gasto social durante la emergencia sanitaria. El populismo se localiza más en el discurso y en la narrativa, porque los hechos demuestran que “primero los pobres” es más una frase demagógica que una práctica gubernamental.
Cincelada: los recolectores para la revocación de mandato se aburren como una ostra, pero los “vividores de la nación” obligan a firmar a los beneficiarios de los programas sociales.
Twitter: @rafaelhdeze