El 2 de octubre de 2020, en el contexto de la conmemoración de los hechos de 1968, Francisco Martín Moreno declaró en una entrevista con Pedro Ferriz que si pudiera, quemaría en el Zócalo a los morenistas.
Esa inaceptable apología de la violencia y del discurso de odio fue ampliamente condenada en las redes sociales por ciudadanos en general y personajes públicos de todas las tendencias, incluso por críticos del partido en el poder.
La presión fue tal, que el escritor se vio obligado a disculparse por sus expresiones. Entrevistado en CNN, se retractó de sus dichos anteriores y aceptó que se trató de una grave equivocación.
Hoy, el presidente y sus voceros desempolvaron aquel video de Francisco Martín Moreno, como un subterfugio para evadir su responsabilidad en la campaña de odio que “la cuarta transformación” está llevando a cabo en contra de los diputados de oposición que votaron contra la reforma eléctrica.
Sugerir quemar a alguien o incitar a su persecución so pretexto de una presunta “traición a la patria” son dos formas distintas, propias del fascismo, de exacerbar el discurso de odio y el aniquilamiento del contrario. Son inaceptables, vengan de donde vengan y sea quien sea el destinatario. Justificarlas de uno u otro lado, envilece a quien lo hace.
Sin embargo, entre estos dos hechos hay una diferencia: Francisco Martín Moreno, es un solo individuo, a quien se le puede aislar no leyendo sus libros, no escuchando sus comentarios y en un momento dado, denunciándolo ante las autoridades correspondientes.
En el caso de la campaña de Morena es prácticamente todo el poder del Estado en contra de un grupo de legisladores, también electos por la ciudadanía, directa o indirectamente. Y a juzgar por los mensajes en redes de funcionarios, diputados y seguidores del régimen, no tienen la menor intención de dar marcha atrás, sino exactamente lo contrario y será peor conforme se acerquen las elecciones en los seis estados donde se renovarán gubernaturas.
Es responsabilidad de los ciudadanos, denunciar y condenar las campañas de odio, cualquiera que sea su origen, desactivarlas y cerrarle la puerta al fanatismo, promover la pluralidad y el intercambio civilizado. No seamos cómplices de quienes se empeñan en el encono y el exterminio del contrario, sean de “derecha” o de “izquierda”.