https://naavagreen.com/wp-includes/fonts/depo-25-bonus-25/

https://beccopizza.com/wp-includes/depo25-bonus25/

https://samouraimma.com/

Slot Qris

Slot Bet 100

jueves 26 diciembre 2024

Golpeteo con causa

por Óscar Constantino Gutierrez

Este 7 de febrero se cumplen 36 años de que un periodista y político mexicano perdiera la vida, al caer su automóvil en un barranco de una autopista de Guerrero. Personaje distinguido, fue diputado, senador y gobernador de su Estado, al momento de su muerte tenía una década criticando duramente al poder público. El secretario de Gobernación de entonces comunicó la verdad oficial: el exgobernador murió en un lamentable accidente automovilístico. El hijo del fallecido, también periodista, rechazó con vehemencia esa versión y acusó públicamente un asesinato de Estado, en represalia a las posturas críticas de su padre.

El exgobernador muerto se llamaba Carlos Loret de Mola Mediz. El secretario de Gobernación aún vive y responde al nombre de Manuel Bartlett Díaz.

Tres generaciones de la familia Loret han sido agraviadas por las tropelías de Bartlett, no resulta sorprendente que el nieto cargue sus baterías contra un personaje que, a sus 85 años, pretende estar del lado de los patriotas, cuando en su haber existen asuntos que se remontan a los tiempos más oscuros de la última fase del autoritarismo priista: fue subdirector General de Gobierno de 1969 a 1970 y, durante el echeverriato, director General de Gobierno de ese ministerio. Es decir, durante su paso por Gobernación, se dio el halconazo y estuvo a cargo de la secretaría de la Comisión Federal Electoral, instancia que también dirigió como secretario de Gobernación de 1982 a 1988 y en la que se le cayó el sistema en los comicios de ese último año. En ese mismo periodo fue asesinado Manuel Buendía, siendo responsabilizado de ese crimen José Antonio Zorrilla Pérez, titular de la Dirección Federal de Seguridad, dependencia bajo el mando del mismo Bartlett. De ninguno de estos hechos ha rendido cuentas. Cualquier periodista con sangre en las venas sentiría profunda molestia ante un sujeto vinculado a la represión de la democracia y libertades, como lo es Bartlett.

Desde su incorporación en 1968 a la CNOP priista, hasta su rompimiento con el tricolor en 2006 (para respaldar a Andrés Manuel López Obrador), Bartlett fue favorecido con dos secretarías de Estado, una gubernatura y una senaduría: en esos treinta y ocho años representó la quintaesencia del despotismo nacionalista y revolucionario. A sus 70 años, milagrosamente, como Pablo en Damasco, vio la luz y renegó de su antigua misión de perseguir demócratas, se volvió el apóstol del progresismo y defensor del pueblo de México.

Ya como ser iluminado, Bartlett accedió a una senaduría por el PT y, a partir de la presidencia de López Obrador, a la Dirección General de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), desde donde opera la iniciativa de reforma eléctrica que restauraría el dominio de ese organismo, que fue tan pernicioso para el desarrollo de México por sus ineficiencias y fallas. No extraña que Carlos Loret de Mola Álvarez, el nieto, haya respondido a los insultos presidenciales con una nueva investigación sobre los negocios del clan Bartlett. Ese pleito de familias recuerda al de los Lannister con los Stark, de las novelas de George R. R. Martin: los agravios tienen más de tres décadas y no han sido resueltos.

En una vuelta de tuerca muy irónica, el presidente más echeverrista de la época de la alternancia repitió los pasos de su maestro y consolidó a su propio némesis: al decir que Carlos Loret mentía como respiraba, aceleró su salida de Televisa y lo llevó a encabezar el proyecto de Latinus, donde las críticas al gobierno obradorista han sido mucho más duras y contundentes que en la televisora de Azcárraga. Echeverría, con sus intrigas, sacó a Julio Scherer de Excélsior y lo encaminó a fundar Proceso, un semanario de línea periodística mucho más dura que Excélsior y donde la presidencia tenía menos margen de censura. Latinus es el Proceso de esta época y Loret es el Scherer de López Obrador, hasta en eso se parecen Luis y Andrés Manuel.

Este texto no es una apología de Carlos Loret. De hecho, tengo severas críticas a su proclividad a hacer juicios morales en temas en los que tiene vigas en los ojos, como lo hizo erróneamente con Kalimba y lo sigue haciendo hasta la fecha. No hay excusa que valga para ese comportamiento, menos que invoque a sus hijas para intentar excusarse de un comportamiento poco profesional y de nula inteligencia, completamente irrespetuoso de la presunción de inocencia y del debido proceso de ley. Creo en la máxima de la Equity, para hacer reclamos morales hay que tener las manos limpias, no faltaré a la elegancia recordando el porqué Carlos no está en ese caso.

Dejando de lado esa falla en su periodismo, Carlos Loret de Mola Álvarez reivindica la memoria de su abuelo, el legado de su padre y aporta un elemento fundamental para la democracia: la crítica frontal al ejercicio del poder. ¿Hay golpeteo? Sin duda, no esperamos que The New York Times trate con la misma dureza a Trump que a Biden, cada lector está obligado a entender que los medios nunca son neutrales, solo están obligados a decir la verdad, no violar la ley y dar las dos versiones de los hechos. Si López Obrador hubiera entendido el aporte que la prensa libre le hace para corregir las fallas de su gobierno, quizá no llenaría de insultos a Loret, el problema es que el presidente no cree que en la descripción de su función se encuentra ser criticado por los medios y la opinión pública, lamentablemente (para él) esas acciones son parte esencial de la democracia por la que fue electo para el cargo que ocupa.

Tal vez Lincoln y Churchill padecieron las prensas más injustas e ingratas de toda la historia moderna, pero ninguno de los dos llamó golpeadores, corruptos, mercenarios, sin principios, ni ideales, a los periodistas que controvertían sus decisiones y desempeño. Precisamente, criticar al gobierno implica tener principios democráticos e ideales pluralistas, no hay algo más honesto que poner el pecho para cuestionar la función pública, a sabiendas de que 53 periodistas han perdido la vida en este sexenio. Nuevamente, ¿hay golpeteo? Sí, pero está justificado. Un abuelo aventado a la barranca, un periodista asesinado en su despacho, decenas de estudiantes masacrados un jueves de Corpus, unas elecciones amañadas bajando el switch de la computadora, cientos de negocios al amparo del poder y hasta un intento reforma que llevaría al país al colapso económico, validan el golpeteo. Solo un ingenuo no podría verlo.

Autor

  • Óscar Constantino Gutierrez

    Doctor en Derecho por la Universidad San Pablo CEU de Madrid y catedrático universitario. Consultor en políticas públicas, contratos, Derecho Constitucional, Derecho de la Información y Derecho Administrativo.

    View all posts

También te puede interesar

betvisa

jeetbuzz

jeetbuzz

jeetbuzz

winbuzz

winbuzz

daman game