Hace unos días se dio a conocer la lista de galardonados con los premios Nobel. La entidad premiada en 2017 con el Premio Nobel de la Paz fue la campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), algo que debe llenar de orgullo a México, país con vocación pacifista que ha trabajado arduamente a lo largo de muchas décadas a favor del desarme nuclear.
¿Quién otorga el Premio Nobel de Literatura? Los Premios Nobel se conceden cada año a personas, entidades u organismos por sus aportaciones extraordinarias realizadas durante el año anterior -o en años anteriores, dado que muchos de los galardonados, si no es que todos, cuentan con largas trayectorias en su haber- en los campos de la física, la química, la fisiología y la medicina, la economía, la literatura y la paz. Otorgados por primera vez el 10 de diciembre de 1901, los premios son financiados por los intereses generados gracias a un fondo en fideicomiso contemplado en el testamento del químico, inventor y filántropo sueco Alfred Bernhard Nobel. Además de una retribución en metálico, el ganador del Premio Nobel recibe también una medalla de oro y un diploma con su nombre y el campo en que ha logrado tal distinción. Los jueces pueden dividir cada premio entre dos o tres personas, aunque no está permitido repartirlo entre más de tres. Si se considerara que más de tres personas merecen el premio, se concedería de forma conjunta. El fondo es administrado por un comité de la Fundación Nobel, compuesto por seis miembros con mandatos de dos años: cinco son elegidos por los administradores de los organismos contemplados en el testamento, y el sexto es nombrado por el gobierno sueco. Los seis miembros son ciudadanos suecos o noruegos.
Si bien los galardones en las ciencias duras –i. e. física, fisiología y medicina y química- son menos impugnados-, categorías como economía, literatura y paz suelen ser más controvertidas. En el caso del Premio Nobel de Economía, se otorga desde 1968, pero la polémica estriba en que, en su célebre testamento, Alfred Nobel jamás habló de entregar un galardón de esas características. De hecho, lo otorga el Banco de Suecia y su verdadero nombre es Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfredo Nobel. Para hacer todavía más debatible esta distinción, todos los beneficiarios del mismo han sido estadunidenses -24 economistas- o europeos –en su mayoría británicos, y sólo uno procede de un país en desarrollo, el indio Amartya Sen (1998). Para muchos, este premio parecería enviar el mensaje de que sólo hay economistas dignos de reconocimiento en los países desarrollados. Más escandaloso es que en toda su historia, sólo una mujer lo ha recibido –la estadunidense Elinor Ostrom en 2009-, por lo que se trata de una distinción que sugeriría que la economía es un tema esencialmente masculino.
Con todo, el Premio Nobel de la Paz es, quizá, el que más da de qué hablar, dado que, a diferencia de los otros, es mucho más político. Si bien la lista de laureados es enorme e incluye no sólo a personas sino también a organismos internacionales y a organismos no gubernamentales, suele suceder que ciertas designaciones dan pie a airadas protestas debido al “mensaje” que, presuntamente, transmite tal distinción. Se podría decir muy poco en contra de su adjudicación a Henry Dunant –quien fue el primero en recibirlo en 1901-, a Fridjot Nansen, al Comité Internacional de la Cruz Roja, a Lester Pearson, a Dag Hammarskjöld –el único en obtenerlo de manera póstuma-, a Martin Luther King Jr., a René Cassin, a Amnistía Internacional, a Alfonso García Robles, a Médicos sin Fronteras, o a la Campaña Internacional para Proscribir las Minas Terrestres Antipersonal. Aun así, un recuento de los galardonados revela que sobre todo se ha favorecido a nacionales de países desarrollados. De hecho, desde su institucionalización, no sería sino hasta 1936 que lo obtendría un ciudadano procedente de un país en desarrollo, el argentino Carlos Saavedra Lamas -quien lo recibió por haber mediado en el conflicto entre Bolivia y Paraguay conocido como la Guerra del Chaco. Antes de él, fueron sobre todo ciudadanos u organismos europeos y estadunidenses los laureados. Tuvieron que transcurrir 24 años para que otro nativo de un país en desarrollo, el sudafricano Albert Lutuli, lo recibiera en 1960. Una revisión posterior, ratifica la preminencia de naciones u organismos de países europeos o bien, de ciudadanos de Estados Unidos.
Esta tendencia comenzó a cambiar en los años 70 del siglo pasado, cuando, cada vez con mayor frecuencia, se entregó el premio a nacionales de países en desarrollo. Así, en 1973 tocó el turno al vietnamita Le Duc Tho, quien lo recibió de manera conjunta con Henry Kissinger por haber negociado el fin de la Guerra de Vietnam -aunque el primero lo rechazó. En 1978, Mohamed Anwar al-Sadat de Egipto, al lado de Menachem Begin se hicieron acreedores al Nobel de la Paz, por haber negociado los Acuerdos de Campo David. En 1979, la laureada fue la Madre Teresa de Calcuta de India; en 1980 tocó el turno a otro argentino, Adolfo Pérez Esquivel; en 1982 por primera vez un mexicano, don Alfonso García Robles, lo obtuvo, de manera conjunta con la sueca Alva Myrdal; en 1984 tocó el turno a Desmond Mpilo Tutu de Sudáfrica y en 1987 a Oscar Arias Sánchez de Costa Rica. En 1991 le fue entregado a Aung San Suu Kyi de Birmania; en 1992 a Rigoberta Menchú Tum de Guatemala; en 1993 los premiados fueron Nelson Mandela y Frederik de Klerk de Sudáfrica; en 1994 fue entregado a Yasser Arafat de Palestina, al lado de Isaac Rabin y Shimon Peres de Israel; en 1996 lo recibieron los timoreses José Ramos Horta y Carlos Felipe Ximenes Belo; en 2000, le correspondió al surcoreano Kim Dae Jung; en 2001 a Kofi Annan -aunque lo recibió a nombre de la Organización de las Naciones Unidas, en su condición de Secretario General de la institución-; en 2003 a Shirin Ebadi de Irán; en 2004 a Wanagri Muta Maathai de Kenia; en 2005 a Mohamed El-Baradei -aunque, igual que en el caso de Annan, lo recibió como titular de la institución premiada, el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA); en 2006, lo compartieron Banco Grameen y Muhammad Yunus de Bangladesh; en 2010 tocó el turno al chino Liu Xiaobo; en 2013 a Ellen Johnson-Sirleaf y Leymah Gbowee de Liberia quienes lo compartieron con Tawakkul Karman de Yemen; en 2014 subieron a la palestra Kailash Sayarthi y Malala Yousafzai de India y Pakistán, respectivamente y en 2016 lo recibió otro latinoamericano, Juan Manuel Santos de Colombia.
Ciertamente, es inevitable que en determinadas circunstancias se produzcan fuertes críticas contra las designaciones. Ahí está el caso del ya citado activista chino defensor de los derechos humanos, Liu Xiaobo, cuya designación arrancó la ira del gobierno de la República Popular China, que, a manera de represalia, dispuso castigar sus relaciones comerciales con Noruega –que es el país en el que se entrega la presea. Recientemente, ante la violencia que prevalece en Birmania y la pasividad de la hoy consejera de Estado de esa nación, la laureada con el Nobel de la Paz en 1991, Aung San Suu Kyi, se han generado toda suerte de críticas e inclusive hay quienes han pedido que le sea retirado el codiciado premio, algo que el comité noruego considera imposible.
Pero la polémica no termina aquí. En su testamento, Alfredo Nobel especificaba que este premio debería entregarse al individuo o grupo que más haya trabajado por la fraternidad de las naciones, por la abolición de los ejércitos o por la promoción de congresos de paz. Ciertamente muchas designaciones no parecen justificables. Hay personas que se han hecho acreedoras al Premio Nobel de la Paz con pocos méritos –como Barack Obama en 2009, quien apenas se estaba estrenando como Presidente de Estados Unidos- o, de plano, mintiendo –como fue el caso de Rigoberta Menchú, a quien se le entregó en 1992, pese a que más tarde se supo que inventó una historia personal y familiar de abusos contra sus derechos humanos en Guatemala.
Polémicas aparte, es justo señalar que el Premio Nobel de la Paz 2017 es merecido por varias razones. Antes de este año, las armas nucleares no habían sido motivo de un tratado internacional que las proscribiera, a diferencia de otras armas de destrucción en masa como las biológicas y las químicas, ambas motivo de sendos tratados de desarme suscritos en 1972 y 1993, respectivamente. En segundo lugar, el principal argumento esgrimido para hacer posible el tratado que fue abierto a su firma el pasado 20 de septiembre, fue el de los impactos humanitarios de las armas nucleares, el cual, no sobra decir, es imposible de impugnar: de producirse un accidente o un uso deliberado de las armas nucleares, se produciría una catástrofe humanitaria que además haría imposible a las agencias encargadas de proveer asistencia, acudir en auxilio de las víctimas. El mundo es inseguro a causa de muchas cosas, entre las que las armas nucleares, son uno de sus principales flagelos. Lograr el desarme nuclear, por lo tanto, ya no es un proyecto, sino un proceso que se encuentra en marcha y a pesar de la negativa de las potencias nucleares a suscribirlo, existe optimismo en que, al paso del tiempo, esa postura cambie. Baste mencionar que en días pasados (27 de septiembre), Rusia, por ejemplo, concluyó la destrucción de sus arsenales de armas químicas, algo que hasta no hace mucho, parecía impensable. Así que, en materia nuclear, será sólo cuestión de tiempo y paciencia.
En el mundo hay actualmente unas 15 mil armas nucleares, la mayoría de las cuales se encuentran en los arsenales de Estados Unidos y Rusia, si bien existen armas del mismo tipo en manos de la República Popular China, Francia, Gran Bretaña, Corea del Norte, Israel, India y Pakistán.
El galardón que recibirá el ICAN el 10 de diciembre próximo es también un enorme logro de la nueva diplomacia, la que gestionan no sólo los Estados, sino también, los organismos no gubernamentales, en una asociación mutuamente benéfica. Previo a este hecho, el trabajo desarrollado conjuntamente por gobiernos y organismos no gubernamentales hizo posible concluir los tratados para proscribir las minas terrestres antipersonal y de las municiones en racimo, también empleando el argumento de los impactos humanitarios de estas armas.
La ICAN se integra por organismos de 101 países de todo el mundo y nació hace 10 años (2007), teniendo su sede en Ginebra, Suiza. Su creación se produjo con motivo una conferencia internacional sobre el tratado de no proliferación nuclear. La ICAN cuenta con un presupuesto anual de 1. 2 millones de francos suizos (aproximadamente un millón de euros) y opera a partir de la contribución financiera de varios gobiernos como el noruego, el suizo y el holandés, así como también de la Santa Sede. Asimismo, recibe donaciones privadas y de fundaciones. El propósito de la ICAN fue, desde su surgimiento, lograr que se firmara un Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares, cosa que, como se explicaba, se logró el 7 de julio del presente año. En ese momento, 122 países signaron el tratado, lo que es un enorme logro, si bien 69 países, entre ellos todas las potencias nucleares han manifestado que no lo firmarán. Aun así, el punto de partida es muy positivo, dado que casi dos terceras partes de las naciones del orbe -es decir, la mayoría- consideran que las armas nucleares deben ser erradicadas. El Premio Nobel a la ICAN abona a favor de la causa antinuclear y es un paso más a favor de un mundo más seguro. Con esta decisión del comité noruego, habrá mayor apoyo para acelerar la ratificación y entrada en vigor del tratado referido. Esta es una buena noticia para el planeta y para la política exterior mexicana, donde el desarme goza de un lugar privilegiado y del reconocimiento de la comunidad internacional. Este es un Premio Nobel que realmente merece una celebración, aun cuando, hay que reconocer que el camino para un mundo libre de armas nucleares apenas está iniciando un recorrido que se antoja tortuoso y sinuoso.