Tercera llamada, comenzamos…
Llegó la hora de las ideas y las responsabilidades. O nos ponemos a pensar en serio la cosa política o nos equivocaremos feo y sacrificaremos el futuro con una mala decisión en las urnas.
Las campañas políticas continúan siendo grises en las propuestas y muy mediocres en los debates y discusiones. Mucha demagogia cínica y casi nada de política responsable. Pero ya se ven mejor los tonos y tendencias políticas de los candidatos, partidos, grupos y personas. Se empieza a definir mejor el juego de las elecciones 2018, todo lo que está en juego.
Es cierto, sólo hay dos propuestas esenciales. Una es la propuesta populista de López, el favorito en las encuestas, porque lleva 18 años en campaña; y la otra es la propuesta liberal de los otros cuatro candidatos. Lo del dueño de Morena ya se empieza a perfilar como una dictadura populista moralina, porque el gobierno que ofrecen las contradicciones de López depende de un regreso idealista al “presidencialismo” autoritario del “desarrollo estabilizador”. Mientras que los otros cuatro candidatos, desde diversas situaciones y pensares, pero todos conservadores de derecha e izquierda, lo que nos ofrecen es continuidad democrática liberal. No se ve más.
Sueños de igualdad imaginaria o realidades de libertad efectiva.
El proyecto “igualador” de López sólo es un regreso –en realidad imposible– al PRI “dictadura perfecta” de los años setenta del siglo pasado, un proyecto “utópico” que sólo hace esperar inestabilidad financiera, devaluación del peso ante el dólar, disminución del empleo real, inflación galopante y desabasto a la larga, con mucho mercado negro y corrupción descarada. Que no sea todo así sólo depende del milagro de que el buen ejemplo de “honestidad” del presidente purifique a la nación entera. Por tales motivos es indudable que el triunfo de López nos tiene que dar algo de miedo a todos, la experiencia y la razón nos permiten presentir que sólo será un estruendoso fracaso en lo político y más en lo económico.
Se parte de un mito: creer que la desigualdad económica la crean los empresarios, los “malos empresarios”. Luego se cree en el mito de que el Estado puede “corregir” ese “defecto” de los empresarios y establecer mayor “igualdad por decreto”, por desconocimiento de la realidad económica mundial. De allí en adelante, todo será descubrir que esa realidad no es en blanco y negro. Un cataclismo. Entonces sí vendrán las expropiaciones, las grandes manifestaciones callejeras, los decretos, la represión y los encarcelamientos de quienes se supondrá que causan el fallo de la Cuarta Transformación de La República Amlovista del Yunque.
De la otra propuesta, la de los otros cuatro candidatos a la presidencia, poco es diferente a lo que ya hay, casi nada de lo que plantean es nuevo. Más de lo mismo de los últimos veinte años, que puede ser lo menos peor que el cambio hacia el pasado con López y su ensalada corporativa de lo peor de la derecha y la izquierda. Las propuestas más concretas sobre inseguridad y corrupción, que es lo que más preocupa, son las de Meade, luego vienen las de Anaya y Zavala, mientras que las de Rodríguez no dejan de ser meras tarugadas y barbaridades. Pero nadie va más allá de las generalidades. Nadie concreta algo efectivamente propio y diferente. Quizá en el segundo debate de transmisión nacional.
Quienes ya optaron por “elegir” la dictadura de López, después del derrape de Taibo II guardan silencio sobre esta cuestión, mejor cambian de tema, niegan que vaya a ser de esta manera la cosa. Tal es la estrategia, su silencio no es un descuido. Callan lo más discutible, y lo más predecible por la conducta perdonavidas de su caudillo-candidato. Mejor han optado por polarizar más el discurso, llevándolo al mito belicoso de “intensificar la lucha de clases”.
Los de Morena aplican al pie de la letra el manual populista. Ahora la “mafia en el poder” se ha convertido en los empresarios capitalistas que no acatan el pensamiento de López (“el que nunca miente”). Esos son ahora los malos mexicanos que están en contra de los pobres buenos, esos son los ricos corruptos que le roban su dinerito al pueblo bueno, los explotadores que hacen que la gente se vuelva delincuente y se narcotice. Para lograr la “igualdad” en el reparto de la riqueza se tendrán que reducir las “libertades”. Una dictadura “iluminada” no acepta oposición, quien le lleve la contraria será su enemigo a muerte, porque de principio se encontrará en el lado equivocado. Sólo hay “razón”, “verdad” y “justicia” al lado del dictador. Serán de temer las “purgas” y “correctivos”, dado que, ante cada fracaso del proyecto contradictorio del líder iluminado, vendrá una nueva persecución de traidores y contrarrevolucionarios.
La acción populista radica en envenenar el lenguaje con mitos de odio y rencor envidioso, hacer que las palabras dejen de ser claras, tal como ahora nos ocurre con conceptos como “amnistía” y “presidencialismo”. La equivocación de Ricardo Alemán y la censura que se le aplicó en Televisa y Canal Once son claro ejemplo de la polarización. Lo mismo vale para la forma como se ha querido resolver el tropiezo de Taibo II. Todo es sentimentalismo e histeria, mucha belicosidad y mucha propaganda. Pero aún no lucen las ideas para hacer un México mejor a través de estas elecciones políticas.
Entonces, para tratar de mejorar la reflexión con ideas claras, recordemos que la primera obligación de todo intelectual y de toda persona libre y autónoma es asumir su falibilidad y ser honesta en reconocer sus errores e ignorancia. Si queremos aportar auténticas ideas propias a la contienda democrática tenemos que reconocer que nadie entiende todo desde su yo, y que esta oscuridad esencial nos la aporta la libertad de cada quien. De modo que, para tomar efectivas decisiones políticas, tenemos que actuar políticamente de verdad, o sea, dialogantes, conversando, en búsqueda de acuerdos reales entre personas reales. Y no masas de borregos y acarreados, no zombis ni talibanes. Y por ello aquí se insiste en que debemos cuestionar en colectivo y abierto el carácter reaccionario y totalitario de López, algo que la gente de izquierda y libertaria tiene que caracterizar de forma lúcida y desde muchos puntos de vista para poder iluminar la elección de quienes vamos a votar hasta si no votamos.
Incipit novus consilium.
